Por libre

¿Quién lloraría en tu funeral?

Filippo Priore

Filippo Priore

Mediados de los años 80 y sin embargo parece que fuera ayer, o como mucho –que no es poco–, antes de ayer, cuando un grupo de adolescentes (no existía entonces, ni falta que hacía, la preadolescencia), en plena "edad del pavo", acuden a unas convivencias, católicas y apostólicas, en Latores.

Conforman el nutrido grupo, chicos y chicas (lo más parecido a los "chiques" eran los chicles). Mucho más maduras ellas, como lo han sido desde que la raza humana dio su primer paso en este planeta llamado Tierra, aun siendo en su mayor parte agua. Un pequeño paso para el hombre –género neutro–, un gran paso para la Humanidad, tan deshumanizada en los últimos tiempos.

La mayoría de los presentes acudían, permiso mediante de sus padres –de nuevo género neutro–, por aquello de pasar un gran rato con sus colegas de aula, amén –señal de la cruz– de poder vivir la experiencia de dormir un par de días fuera de casa. Por supuesto había para los que el tradicional partido de fútbol, en el que eran aceptadas sin ninguna ley de Igualdad, la participación de las damiselas que así lo desearan –allá cada cual con sus piernas–, suponía un estímulo añadido.

Reunidos en una austera sala, uno de los responsables del encuentro, tras la cena y antes de oficializar el "toque de queda", en uno de los denominados ejercicios espirituales –no se usaban anglicismos para lo que era y es, blanco y en botella–, formula una cuestión: "¿Quiénes pensáis que llorarían en vuestro funeral?".

Tras un tiempo de reflexión individual –las genuflexiones eran colectivas–, algunos valientes compartían ante el resto –un Tik Tok para decenas de "likes"–, la que consideraba como respuesta personal a tan profunda pregunta.

En un abrumador porcentaje y como resulta lógico, en ese plañidero elenco, no faltaban abuelos, padres y mejores amigos. Los mismos compañeros de pupitre y pizzara de tiza blanca, que apenas unos años desaparecían con borrador, durante lustros o décadas, o para siempre.

Las redes sociales, en uno de sus escasos lados positivos, facilitaría la resurrección de esa amistad dada por muerta cual Lázaro, fraguada entre lecturas tan inspiradoras como "El Lazarillo de Tormes", "Las Ratas", "La Regenta", "Fortunata y Jacinta" y un largo etcétera, con el "Don Quijote" presidiendo los sueños de aquellos "guajes" –sabio el inclusivo de por sí asturiano–, embriagados por las aventuras y desventuras del hidalgo caballero, con su fiel escudero –reflejo en grueso de la verdadera amistad–, a lomos de Rocinante y con su amor platónico, Dulcinea, como la más dulce de las razones para vivir.

Sería oportuno en este preciso momento, donde cada segundo nos parece tan precioso como para no renunciar a él y si la cobertura lo permite, aún más vital compartirlo, detenernos un segundo y plantearnos la pregunta de marras.

Les puedo garantizar que si volviésemos a encuestar –sin CIS de por medio– a aquellos mozalbetes, ellos mismos se sorprenderían de cómo ha cambiado el cuento de Alicia. Tan seguro como que llorarían por los ausentes en esa lista 2.0, tachados con ‘rotu’ permanente por esta traicionera, pero por ello tan hermosa vida.

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