Por libre

La caja tonta

Filippo Priore

Filippo Priore

Quién más, quien menos, es inevitable, por no decir imposible, el que no pase un nada desdeñable porcentaje de su tiempo libre, cada vez menos libre, y cada vez más dirigido o mascado (no digamos en el caso de los benjamines de la casa), a eso que en su día fue bautizado como zapear por los canales de su otrora caja tonta, hoy más "smart" que nunca.

Sin duda alguna, algunos de ustedes tuvieron la inerrarable experiencia, increíble para quienes no la vivieron, de visionar las primeras emisiones en blanco y negro, en pantalla de tubo, al que hacía falta media bobina de Ensidesa para darle forma, y los algo más jóvenes, del mismo modo quemaron sus pupilas, tratando de intuir en un viernes de madrugada, qué habría detrás de los codificados del Canal+ (que era de lo más pluscuamperfecto, tanto que había que pagar por verlo). Cine X, letra que nada tiene que ver con el nuevo nombre de la red del pajarito, acribillado este a escopetazos.

Como en tantas otras cosas que comparto con ustedes, cómo ha cambiado la película, para nada entonces porno; por no decir apta para todos los públicos y sin uno o dos rombos, guillotina metafórica que caía a plomo sobre las cabezas aún en periodo de formación, cuando tocaba irse a la cama con Casimiro; casi que me da la risa.

Para la antología del recuerdo, y por qué no, nostalgia, quedan programas del nivel de "La Clave", dibujos animados que animaban por igual a niños y ancianos, concursos donde uno podía llevarse una calabaza como las que tantos fuimos acumulando en unas correrías nocturna, donde había que picar piedra, que ni en la mina La Camocha. ¡Cuánto carbón para tan poco oro!

Y si nos fijamos en los telediarios, ni qué decir. Eran entonces lo que debería de ser el 'sota, caballo, rey', de cualquier programa que se precie de llamarse informativo: noticias, como las bromas, las justas, desposeídas de cualquier tipo de amarillismo o sensacionalismo, que en ocasiones raya lo macabro. Ni el Caso de aquellos años se atrevía a publicar tanta visceral carnaza.

Siempre se decía de alguien a quien le quedaba por desgracia, muy poco tiempo en este valle de lágrimas, que "le quedaba menos de un telediario", en referencia a su breve duración. Hacer semejante símil en estos tiempos que no corren, sino vuelan, sería augurar a una persona poco menos que vida eterna.

Así que yendo al grano (los cereales llegaron mucho después de todo lo que les he narrado), permítanme un consejo: limiten el tiempo que pasan usted y los suyos delante de la caja tonta; de lo contrario podrían volverse idiotas.

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