La Universidad Laboral en sus 75 años

Los actos organizados con motivo del inicio de las obras del complejo arquitectónico

La torre y la cúpula de la Universidad Laboral, en obras, hace unos días.

La torre y la cúpula de la Universidad Laboral, en obras, hace unos días.

Manuel Nevares

Manuel Nevares

Estamos de celebración. 75 años de existencia dan una perspectiva suficiente para ver las cosas con desapasionamiento y distancia; mas no con frialdad y sí con justeza.

Celebramos este año, en efecto, esta efeméride de la colocación de la primera piedra de la Universidad Laboral de Gijón. No se enterró una urna conteniendo periódicos del día y monedas de curso legal... ¿Por qué?, ¿Por qué razón no hubo relevancia de este hecho, hecho que iniciaba la mayor obra civil del siglo XX? Obra que habría de ser, era, el embrión de lo que acabó siendo el proyecto de universidades laborales, hasta el número 21 en toda España.

En la presentación que hicimos el pasado 19 de octubre en el Ateneo Jovellanos ya se explicaron algunas razones, que seguiremos desarrollando en las jornadas de hoy, 27 de octubre, a partir de las 19.00 horas, así como mañana, sábado 28, a partir de las 11.30, ambas en la propia Universidad Laboral y a la que están invitados hasta completar aforo.

Se lee en el Génesis que los partos serán con dolor, y este parto de hace tres cuartos de siglo también lo ha sido. Dolorosísimo como es que siete mineros perdieran la vida en una explosión de grisú en el pozu Nicolasa, para que unos hombres de bien, a quien hoy nadie nombra, se concitaran para fundar un Patronato que diera apoyo y auxilio a las viudas y a los huérfanos de la minería. Es de justicia citarlos: don Carlos Pinilla, don José A. Girón de Velasco, don Alejandro Pidal, don Jose María Fernández, don Manuel Loring, don Ricardo Heredia, don Ignacio Chacón, don Jesús Velasco, don Carlos Tartiere, don Vicente Encinas, don José Fernández Llaneza, don Secundino Felgueroso, don Cipriano Ojeda, don Guillermo Quirós, don Roberto Paraja, don J. Paquet... y seguramente queda alguno, injustamente, sin nombrar aquí hoy.

Y del 21 de mayo de 1946 en que se funda el Patronato, en 701 días, el primero de abril de 1948, se iniciaron las obras. Un tiempo récord que asombra hoy...

Con don Luis Moya y todo su equipo, de los cuales se hablará en las jornadas venideras, en una España en posguerra, hambrienta, con "sequías pertinaces" del 44 al 46 del siglo pasado, esto ha sido sencillamente un milagro.

Hace escasamente dos meses, don Octavio Casielles, un señor de 87 años, de Candanal, que con 14 empezó a trabajar en las obras de la Laboral, me dijo una frase que va a pasar a la historia: "Nunca con tan poco, se hizo tanto".

El concepto de "ciudad ideal" quizás hizo que mucha gente no conociera la Universidad Laboral en toda su dimensión interna

¿Y por dónde se iniciaron las obras? Por donde se empezara a producir, lo que se proyectó como ciudad ideal llamada a autoabastecerse: Por la granja. No por lo más monumental, no.

Y más milagroso a los ojos incluso de hoy: El primero de noviembre de 1955 se incorpora la 1ª promoción de estudiantes: habían transcurrido 2.801 días aunque las obras siguen a día de hoy inconclusas...

Pero si toca hoy glosar el "continente", lo más importante queridos amigos, no es éste. Lo importante fue, es y seguirá siendo el "contenido": los más de cien mil alumnos formados aquí y lo más importante: que siguen formándose. Actualmente cursan distintos estudios en La Laboral más de tres mil alumnos.

Señoras y señores, este edificio está vivo. Y, por eso, la Asociación pelea y lucha por que se conserve, se mantenga, porque continente y contenido forman un binomio de tal manera que no pueden existir el uno sin el otro.

La asociación fue fundada por los jesuitas nada más salir por la puertona la primera promoción formada en el seno del complejo, para que fuera nexo en la diáspora de los alumnos procedentes de toda España, incluidas las islas, para encontrar salida laboral en una España que lo demandaba; no solo ella, también Europa. Y allá se fueron muchos de ellos, pero con una preparación envidiable. Por todo el mundo se encuentran trabajando estupendamente valorados los antiguos alumnos.

Se ha hablado y escrito sobre si las universidades laborales fueron una especie de gueto, donde confinar a los hijos de los trabajadores, aislándolos de las clases sociales más pudientes.

España, que salía de aquella maldita guerra, necesitaba técnicos y cuadros, y a eso se atendió en primera instancia. Pero el sistema con el paso de los años, procuró estudios y formación a todos los alumnos becarios –por mérito– allí hasta donde el intelecto de cada cual dio de sí, sin cortapisa alguna...

Del Ministerio de Trabajo, con la marcha de los jesuitas, pasó al fin al de Educación en 1978, tras muchos avatares que exceden aquí a una exposición que pretende ser breve. El sistema era una patata caliente con la que nadie quería quemarse, ni quedarse, con miles de alumnos, profesores, personal y edificios costosos de mantener aunque no sea más que por su superficie construida.

Cuando nadie la quería; cuando parecía no tener amo, tuvo lugar un desastre que se dejó notar en la falta de conservación y de mantenimiento, que en algunas zonas del complejo llega hasta hoy.

Al fin, pasa a manos del Principado en 2001. La magnitud del complejo es tal que el Gobierno del Principado no sabe en primera instancia qué hacer con él. Alguien llegó a decir que lo que mejor se podía hacer era volarlo (con dinamita).

Entonces surge un proyecto ambicioso, pero a nuestro entender, una especie de cajón de sastre, donde puede caber todo y de todo... que realizó inversiones importantes de 80 millones que a día de hoy podrían rondar los cien y obras de rehabilitación con desigual acierto. Algunas desde luego muy desacertadas: el exterior de la caja escénica y la ocultación del fresco de Enrique Segura en el frontispicio del escenario del teatro son dos verdaderos atentados. El último ha de tener reversión.

Gracias al esfuerzo de antiguos alumnos, algunos de los cuales ya no están en este mundo (q.e.p.d.) se logra la declaración de BIC (2016) y desde entonces deben acabarse los desmanes, la desidia, la indolencia y el desprecio. Como consecuencia de esa incuria, vemos los antiguos alumnos a día de hoy, muebles y objetos únicos, que fueron fabricados y construidos exprofeso para esta casa, en escenarios ajenos, cuando no en casas de almoneda o rastros.

Se habla de la existencia de dos inventarios, parece que uno reciente, del que queremos saber... Esto, amigos, es de todos y tiene un valor incalculable por lo cual los responsables del monumento, deben guardar escrupuloso celo.

El mantenimiento y la conservación han de ser prioritarios en el complejo de Moya. Porque se realizó con el esfuerzo de todos los españoles que nos precedieron y seríamos muy desagradecidos si no lo hiciéramos. Pasemos página. Está viva e hizo, hace y hará mucho bien a las generaciones pasadas, presentes y futuras. El Principado está restaurando hoy la cúpula del templo y las cocinas, pero queda mucho por hacer.

El concepto de "ciudad ideal" quizá hizo el que mucha gente no la conociera en toda su dimensión interna. Llama la atención incluso hoy, que hay personas que no visitaron el monumento y fui testigo de cómo extranjeros quedaban extasiados ante su contemplación.

Hay gente que aún hoy piensa que está vacía, que se está cayendo. Nada de eso, aunque hay espacios vacíos, en barbecho y urge ponerlos en funcionamiento, así como usos a nuestro juicio impropios del lugar.

En 2016, la junta directiva de la época, llevó a cabo en el templo una exposición de la historia interna de la Uni, con un éxito tal, que hubo de ser prorrogada. Queremos que sea permanente y así lo tenemos demandado al Principado. Se dispone de materiales para tal fin y sabemos de antemano, que sería un aporte exitoso para el complejo de Moya.

Nuestro empeño más ambicioso es la consecución de que sea declarada Patrimonio de la Humanidad para lo cual la junta directiva precedente, inició el proceso y la actual sigue luchando por ello.

Quiero terminar mis palabras contando un sucedido de hace casi 52 años: cursé dos años de bachiller en el Centenario Instituto de Cangas de Onís, antes de ingresar en la Uni. Mi primer curso 1969-70, inauguró un segundo edificio aledaño al antiguo. Hace cinco años fue derribado por ruina. ¡Ah! hacer bien las obras. Duró escasos 49 años.

Durante esos dos años, mi querida madre me despertaba a las 6.30 de la mañana, me daba de desayunar, caminaba 1,5 kilómetros, tomaba un autocar de Mento sin asientos libres ya, así que me agarraba a la "barra" a la que a duras penas alcanzaba.

A nueve kilómetros nos apeábamos en Cangas de Onís, frente al Ayuntamiento. Iba al instituto, comía en la cantina y a las 17.15 desandaba el camino. Hacia marzo de 1972, estaba yo esperando la línea para ir a mi casa con ocasión de un puente y salió de la administración de Mento el administrador, Ramón (q.e.p.d." y me dijo: "Hombre, chavalín, cuánto tiempo sin verte. ¿Dónde andas?". "Estoy estudiando en Gijón", dije. "¿Dónde?", siguió él. "En la Universidad Laboral", añadí. "¡Ay hombre! ¿Tú no sabes que eso es la mayor vergüenza de España? ¿Tú no sabes que ahí redimieron pena presos políticos?", concluyó.

A mis quince años recién cumplidos, confieso que aquellas palabras me causaron desconcierto de manera que desde aquel día hasta hoy mismo, pregunto a tirios y troyanos tratando de confirmar la veracidad de esta cuestión aún recurrente.

Nadie ha podido confirmarme oficialmente que eso haya tenido lugar. Oficiosamente los casos que comentan no se sustentan en documentos ni en ninguna certeza. Los supervivientes con los que he podido hablar, no compartieron trabajo con presos políticos en los años de la construcción.

También hablaremos de eso.

Suscríbete para seguir leyendo