La "banderona" de Gijón

Sobre los tatuajes sociales, que ya no son lo que eran

Juan Carlos Herrero

Juan Carlos Herrero

Hasta hace cuatro días, por aquello de los cuatro gatos, llevar un tatuaje era sinónimo de pertenecer a la Armada, la Legión o pasar por el trullo, tal cual.

En la Armada, el dibujo epidérmico lo hacíamos con tinta y aguja de coser, punteando. Lo típico, el ancla o el "Amor de madre".

Además de ser un oficio, las tiendas de tatuadores ya están como las consultas de ambulatorio, la onicofilia y la cromática barberil. Nos pintamos buscando formas que representen principios o finalidades estéticas

Adornarse con pendientes o anillos nasales viene de lejos, nos devuelve a tiempos primitivos, que no salvajes. La Antropología siempre lo supo distinguir. Al final nos reinventamos. Que hablen los cuerpos.

La iconografía corporal denota una individualidad timbrada a través de la semiótica propia, deseando romper con el vulgo, pero casi todos nos ponemos un sello explícito en extremidades o implícito coronando el coxis.

El lema "Quien non tien papu non ye guapu" deja de manifiesto la comunión tribal de la enfermedad hecha belleza, el bocio, por la escasez del yodo. Ahora sería otro lema: "El que no se pinta non ye guapu".

La distribución del tatuaje se hace a modo de matrícula.

Caminas y vas dejando el rastro en la pantorrilla, el que venga de atrás que arreé leyendo e interpretando el mensaje.

Así, las banderas son tatuajes sociales. Suelen ser picas en Flandes, heredadas de culturas invasoras cuando más uso se les dio. Ya no son lo que eran, sintiéndolo mucho. Lo nuestro son los pendones concejiles.

La bandera se jura, pero no se promete. Y ahí está el quid.

Hace otros cuatro días ir a animar a tu equipo del alma vestido con la camiseta sin sudarla, como los jugadores, no estaba bien visto. Ahora sales de casa con la "siete" del pichichi puesta y apetece abrazar al abonado, pues encarna los laureles con los que se homenajean a los héroes.

¿Dónde están las banderas?

Hemos hecho marketing con las banderas. Tú no vas con el palo de la enseña a ver un partido de lo que sea, porque de entrada no te dejan pasar. Las astas es lo que tienen.

Preguntaba un compañero de fatigas: ¿Cómo se escribe "bayeta", para su reposición por el almacén?

–No te compliques, pon trapo y está. Contestación.

Las banderas, sino se explican corren ese riesgo, es igual que la hagas pequeñas o grandes, hay que sentirlas que no jurarlas.

Suscríbete para seguir leyendo