Gijón y la fortaleza de la sociedad civil

La colaboración entre colectivos sociales y las fuerzas políticas e instituciones debe ser el verdadero motor

Pedro Roldán García

Pedro Roldán García

El Gijón contemporáneo es hijo de la Revolución Industrial. Su idiosincrasia se ha ido configurando a través de la actividad de una sociedad civil dinámica, articulada en torno a dos grandes pilares. Por un lado, una burguesía comercial e industrial con una cierta vocación cosmopolita, inspirada en la tradición liberal e ilustrada. Por el otro, una clase trabajadora con un alto nivel de conciencia de clase y unas fuertes estructuras organizativas a nivel político, social y también cultural. Las tensiones entre estos dos polos, ambos animados por una pulsión transformadora, han definido el sentido común colectivo de nuestra ciudad. La fortaleza del tejido social de Gijón, expresado en su movimiento vecinal, sindical, cultural y en sus actores económicos, es herencia de esas tradiciones. Y es también el sustrato sobre el que ha de asentarse y articularse cualquier proyecto de futuro.

En tiempos de polarización, ante una profunda crisis de los sistemas de representación, el peso de una sociedad civil que no compite, sino que colabora, y que es capaz de anteponer el interés colectivo de la ciudad a sus intereses particulares, es el mejor antídoto contra la descomposición de los valores compartidos y los vínculos sociales que cohesionan a la comunidad.

A las organizaciones políticas les corresponde la representación institucional, pero las estructuras del estado democrático no pueden actuar en el vacío, vueltas de espaldas a las dinámicas y a la vida de la sociedad que pretenden gobernar. Precisamos de organizaciones políticas abiertas y dinámicas; imbricadas en el tejido social, capaces de canalizar las demandas y necesidades ciudadanas. Y ello implica que los partidos reconozcan como interlocutores efectivos, y colaboradores necesarios, a los diferentes actores de la sociedad civil.

Gijón, en el último tercio del siglo XX, vivió un importante proceso de desindustrialización, ligado a la terciarización económica y a la oleada de deslocalizaciones, que condicionó una crisis demográfica y un acusado envejecimiento de la población. Actualmente, estamos a las puertas de lo que autores como el economista Klaus Schwab han definido como la IV Revolución Industrial, una transformación del modelo productivo basado en el desarrollo de la tecnología digital, el auge de los sistemas de inteligencia artificial y las biotecnologías, que se despliega sobre el trasfondo de los desafíos medioambientales. En particular, Gijón experimenta los desafíos de la descarbonización y la transición a una industria verde, unidos a la tentación de una apuesta desmedida por un modelo de turismo de masas.

No sólo los países, también las ciudades compiten hoy a escala global; es necesario que los diferentes colectivos y actores sociales se impliquen en la definición de un modelo de desarrollo sostenible, tanto en lo económico como en lo social y en lo medioambiental. Los diferentes retos que hoy afronta Gijón, ligados a proyectos inacabados como el Plan de Vías y la implementación de la Economía Azul, precisan de un gran pacto por Gijón que sea capaz de acometer estos desafíos, manteniendo nuestro modelo de servicios públicos, garantía de la cohesión social.

La colaboración entre la sociedad civil gijonesa y las fuerzas políticas e instituciones debe ser el verdadero motor del Gijón del siglo XXI.

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