Nuevas epístolas a "Bilbo"

Los extremos se tocan

Las semejanzas entre dos ideologías distantes, contrapuestas

José Manuel Sariego

José Manuel Sariego

Esa frase proverbial se suele utilizar, "Bilbo", para señalar la semejanza existente entre dos ideologías distantes, contrapuestas. Otra paradoja más de las muchas que rodean nuestras vidas. A ver cómo explicamos, sufrido perro, el parecido entre neoliberalismo y estalinismo. Bueno, no te rindas, lo tendremos fácil si echamos mano de un artículo de Enric González sobre la paradoja que nos ocupa.

La doctrina, tanto política como económica, neoliberal se acuña en la Universidad de Chicago durante los años sesenta del pasado siglo XX. El primer experimento práctico se aplicó en la dictadura chilena de Augusto Pinochet y se universalizó con los gobiernos de Margaret Thatcher en el Reino Unido y de Ronald Reagan en Estados Unidos. Los principios básicos neoliberales se resumen en unos pocos preceptos políticos y económicos: privatizaciones generalizadas, moneda sólida, reducción del gasto público y de los impuestos a los ricos, libre comercio y, lo que a efectos de lo que pretendemos nos importa sobremanera en esta conversación, una fe total en la globalización.

Marx, por su parte, también defendió en los albores de la elaboración del "Manifiesto comunista" que los obreros no tienen patria. Nadie discutió la vocación internacionalista de la revolución hasta que llegó Stalin a la cumbre del poder soviético y decidió que convenía centrarse en la consecución del socialismo en un solo país, consolidando en el suyo una dictadura burocrática y cruel, como de sobra conocemos.

Pocos, en adelante, discutieron el incoherente nacionalismo comunista de Stalin, como pocos ahora, en el bando neoliberal, se resisten a la pirueta de abjurar de aquella inicial fe globalizadora. En palabras del articulista Enric González, tan extraña paradoja, esa sorprendente conexión o coincidencia entre ambos extremos ideológicos se explica sencillamente así: "Los partidos conservadores clásicos se enfrentan en este momento a la tentación en la que cayó Stalin. Siguen apegados a la doctrina neoliberal, en oposición al keynesianismo socialdemócrata, pero no les gustan algunas de las consecuencias. Lo que llamamos ultraderecha ha optado por la solución de Stalin: el neoliberalismo en un solo país. Lo cual implica cierre de las fronteras y control del comercio y, ya puestos, el sometimiento de contrapoderes incómodos como la justicia y la prensa independientes. Donald Trump hizo lo que pudo. Viktor Orbán, en Hungría, va bastante adelantado. Hay otros ejemplos menos ortodoxos, desde la Rusia de Vladimir Putin hasta la Turquía de Recep Tayyip Erdogan. A esta degeneración del neoliberalismo ya le han puesto un nombre convenientemente contradictorio: democracia iliberal. Quizá fuera inevitable que el comunismo degenerara en el estalinismo y en los delirios maoístas. Quizá sea inevitable que el neoliberalismo, en su decadencia, degenere en algo muy raro". Muy raro y muy despótico, "Bilbo".

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