Nuevas epístolas a "Bilbo"

Amar a una vaca y matarla

José Manuel sariego

Jocelyne Porcher, directora del Instituto Nacional de Investigación Agrícola de Francia, afirma, contundente, que "se puede amar a las vacas e igualmente matarlas". Justifica el sentido de la muerte del animal siempre que haya tenido una vida sana, cuidada, digna y esa muerte genere más vida. Con la misma determinación cuenta que come carne dos veces a la semana, más o menos, pero que ni come ni comerá hamburguesas vegetales: "No entiendo por qué disfrazar al vegetal de lo que no es".

Observo que tuerces el hocico, "Bilbo", ante los derroteros que toma esta epístola, como si te desagradara el contenido que se vislumbra en los primeros párrafos, como si hiriera tu animalidad más sintiente. Entiendo que el aspaviento de la torcedura de tu morro denota incomodidad o malestar; pero tendrás que acostumbrarte a abordar asuntos controvertidos o peliagudos, a escuchar más que a ladrar.

La investigadora francesa referenciada sufrió inicialmente el desprecio y el ostracismo hasta que buena parte de la comunidad científica aceptó que sus tesis podían significar una tercera vía superadora del enfrentamiento entre la industrialización a lo bestia y la voluntarista liberación de los animales. Jocelyne Porcher condena por igual la impiedad de la ganadería industrial, de las macrogranjas que causan miedo y sufrimiento tanto a los animales como a los humanos que trabajan en ellas, además de aniquilar a la pequeña y mediana ganadería tradicional, y el animalismo exacerbado que nos aleja del trato con el resto de los seres vivos, una relación que nos nutre mutuamente desde los siglos. Sostiene que las posiciones extremas de este colectivo, en el fondo, benefician a la industria de los sucedáneos de la carne, que no son otra cosa que productos altamente procesados. Y añade, con la misma vehemencia, que el fanatismo animalista puede conculcar el derecho a la alimentación de las personas.

Una de sus últimas propuestas, aún no desarrollada del todo, consiste en convencer al Estado para que se habiliten mataderos portátiles, debidamente regulados, que se desplacen hasta las granjas con el objetivo de evitar a los animales el doloroso trasiego hacia su final. Una solución, según ella, intermedia y perfectamente válida entre los mataderos industriales de ahora y las matanzas descontroladas de antes. Te anticipaba que no se trata de una iniciativa consolidada, aunque, según algunas informaciones, más de una veintena de ganaderías francesas andan ya en trámites legales para usar este método.

Nadie nos obliga, "Bilbo", a compartir o a combatir, al momento, al minuto, las posiciones de la investigadora citada. Sí parece conveniente, me reconocerás, pararse a reflexionar, antes de torcer el morro, sobre opiniones mínimamente fundadas, al margen de titulares ruidosos.

Suscríbete para seguir leyendo