Entrevista | Emilio Ablanedo Abogado, autor de "General Lee" y exsubdelegado del Gobierno en Barcelona

"La rebaja de la pena por sedición es abrir la puerta a otro golpe de Estado"

Emilio Ablanedo

Emilio Ablanedo / Saúl Fernández

Saúl Fernández

Saúl Fernández

Emilio Ablanedo (Piedras Blancas, Castrillón, 1971) acaba de publicar "General Lee" (Actas, 2022), la primera biografía en español del legendario militar sureño. No es su primer libro: el año pasado salió en la misma editorial "Confederación", una monografía sobre los Estados Confederados de América: el país que se levantó contra los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Sin embargo, antes de todo esto, Ablanedo es abogado –es miembro del Cuerpo Superior de Letrados de la Administración de la Seguridad Social– y académico correspondiente de la Asturiana de Jurisprudencia. Fue, además, subdelegado del Gobierno en Barcelona y Tarragona en los años más crudos de la secesión independentista.

–La biografía de Lee es lo que le faltaba para completar su libro anterior, ¿no es eso?

–Después de haber analizado en "Confederación" el viejo Sur desde una perspectiva social, política, cultural y militar lo que pretendo con esta biografía es ver esta misma realidad desde los ojos de uno de sus protagonistas más destacados, polémicos y legendarios.

–Le ha llevado un tiempín, ¿no?

–Puesto ya en la inercia de estar imbuido del espíritu del viejo Sur y de estar rodeado de estos libros que me ayudaron a escribir "Confederación", realmente fue proseguir un poco la carrera iniciada con mi primer libro de tal manera que "General Lee" es un libro que me llevó escribir aproxidamente año y medio.

–¿Qué ha pasado para que haya cambiado la visión enseñoreada del general Lee?

–Ha cambiado todo. Los tiempos han cambiado las modas, los modales. Lee era una persona que destacaba entre sus coetáneos por su impecable apariencia física. Era admirado tanto por hombres como por mujeres por su inmaculada presencia y era un auténtico caballero del viejo Sur. Se llegó a considerar que encarnaba la elegancia sureña y en aquel momento así lo era.

–El héroe que rindió el Sur había sido un héroe y ahora retiran sus estatuas.

–La historia, a través del mito de la causa perdida, fue escrita, esta vez, por los que perdieron, por los sureños. Y mitificaron la figura del general Lee de tal manera que la inmensa mayoría de la sociedad estadounidense ha recibido una imagen borrosa y legendaria de Lee, pero positiva. Desgraciadamente, esta "imagen borrosa, pero positiva" está siendo sustituida por otra imagen borrosa, pero negativa por la cual se pretende pasar al general Lee por un furibundo racista y se le juzga, exclusivamente, desde la óptica del racismo sin ningún tipo de matización de tal manera que hoy en día la figura del general Lee sigue oculta. Lo que pretendo con mi libro es desentrañar quién era realmente esta figura fascinante.

–¿Y era un racista?

–Según los parámetros culturales del momento no destacaría por ser especialmente racista. Según los parámetros culturales actuales, sería un racista furibundo; según estos mismos parámetros, también lo sería Abraham Lincoln.

–¿Ah, sí?

–En los discursos de Abraham Lincoln de 1858 manifestaba que estaba dispuesto a tolerar la esclavitud allí donde esta existiera, negaba la posibilidad de una convivencia armónica entre la raza blanca y la negra y abogaba por que los esclavos liberados fueran enviados a África. Y también estaba dispuesto a consentir que se persiguiera esclavos fugados en territorios del Norte. Lincoln con lo que no transigía era con la expansión de la esclavitud. Con estos argumentos Lincoln hoy en día tendría que ser considerado un racista fanático, sin embargo, a nadie nos cabe duda de que fue una de las personas que a lo largo de la historia más ha hecho por las personas de raza negra.

–Es lo que llama usted "la peculiar institución del Sur".

–Efectivamente, una práctica que estaba a punto de extinguirse a finales del siglo XVIII, pero que gracias al invento de la desmotadora de algodón adquirió unas dimensiones colosales en cincuenta años. Se pasó de solamente 237.000 esclavos a cerca de cuatro millones.

–¿La revisión de las acciones del general Lee en Estados Unidos corre pareja con la ley de Memoria democrática española?

–La retirada de las estatuas ecuestres de Lee forman parte de un debate que supera a los Estados Unidos y llega hasta nosotros. Lo que tenemos que valorar es si estos monumentos confederados en lugares públicos tienen un significado ideológico o, simplemente, un significado histórico. Soy un firme partidario de preservar aquellos elementos que tengan simplemente un carácter histórico, pero garantizando la neutralidad de los espacios públicos y, por lo tanto, retirar aquellos elementos partidistas o ideológicos. Esto que digo lo podemos comparar con las estatuas a monarcas absolutistas que tenemos aquí en Madrid. Hablo de las de Felipe III, Felipe IV y Carlos III. Incluso tenemos un monumento en la calle de Toledo a Fernando VII. ¿Podemos decir que estos monumentos tienen un carácter ideológico? ¿Podemos decir que los madrileños se reconocen como partidarios del absolutismo? Yo creo que, evidentemente, no.

–O sea, necesitamos tiempo.

–Se necesita tiempo. Creo que hay que ver si cada monumento tiene un significado ideológico o histórico. Creo que cada población tiene que valorarse de una manera racional y sosegada por sus habitantes si esto es así.

–Se me ocurren dos ejemplos: la estatua de Franco de Nuevos Ministerios y la del marqués de Comillas de Barcelona.

–Tenemos que ser conscientes de si esta furia iconoclasta de la historia es o no racional porque si aplicamos estos mismos criterios morales a todo nuestro pasado deberíamos a empezar a destruir monumentos romanos y acabamos haciendo los mismo que hicieron los talibán con los budas de Bamiyán. Tengamos presente que en la época en que se desmontó el supremacismo blanco en Estados Unidos, en los sesenta, ni siquiera se retiraron estas estatuas. En muchas ocasiones esta retirada no obedece a un debate sosegado y al ejercicio de la razón, si no, simplemente, a la pasión y, muchas veces, al fanatismo y la ignorancia. Con esto no quiero decir que en ningún caso debas preservarse las estatuas.

–¿Estuvo entonces bien retirada la de Franco en Nuevos Ministerios?

–Habría que valorarlo. Hemos de tener en cuenta que es un monumento que tiene un carácter político reciente y es una figura muy controvertida, pero, bueno, me llama la atención la cantidad de estatuas que en Moscú se dedican a Lenin o a Stalin. No podemos decir que ninguno de los dos fueran defensores de los derechos humanos, pero no se les cuestiona. Sin embargo, muchas de las personas que se rasgan las vestiduras por los monumentos a una persona que buscó la reconciliación como el general Lee no tienen problema de Lenin y Stalin continúen en la vía pública.

–Los sureños viven del mito de la causa perdida; los catalanes celebran cada 11 de septiembre la pérdida de una guerra. ¿Cómo analiza este tipo de victimización histórica desde su punto de vista?

–Son modos peligrosos de entender el pasado. Recordemos que esta misma victimización la tienen los serbios con la batalla del Campo de los Mirlos. Festejar derrotas, en el Sur o en Cataluña, sólo conduce a la frustración y a un auténtico malestar psíquico desde una perspectiva individual y hay cosas muy peligrosas desde una perspectiva colectiva. El irredentismo catalán, fundado en la falsedad y la manipulación de la historia, es peligrosísimo porque es un instrumento formidable para que se produzcan relaciones de dominación y de opresión a los discrepantes como así está ocurriendo en Cataluña, donde hay una minoría dirigente que ostenta el poder político y la hegemonía social y económica que está imponiendo su voluntad con esta manipulación de la historia.

–El Gobierno de Sánchez, ¿ha rebajado la tensión con los independentistas con la rebaja de la sedición o la ha subido con la derecha?

–Lo que ha hecho es abrir la puerta para que vuelvan a intentar otro golpe de Estado que, además, ellos mismos están diciendo que lo van a volver a hacer. Me parece de una irresponsabilidad dramática. Ha dejado desguarnecido a un Estado que tiene que defenderse de aquella minoría que quiere imponer a la mayoría su voluntad. No podemos permitir que transgrediendo la ley se vulneren los derechos de todos los españoles.

–El mayor de los sediciosos fue el general Lee, ¿no?

–La situación era distinta por una razón: primero habría que analizar si era constitucional o no la secesión del Sur porque esto no estaba tan claro en aquellos momentos. La Constitución de 1787, la estadounidense no lo dejaba, ni mucho menos claro. Los sureños pensaban que tenían derecho a la separación.

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