De arañas y moscas

Consumidores indefensos

Manuel Herrero Montoto

Manuel Herrero Montoto

La araña se enorgullecía de haber atrapado en su tela de seda un millón de moscas. Ni un orificio de su tela libre de presa. Las moscas que sobrevivían pataleaban mientras agonizaban. Un espectáculo horrendo la masacre en aquella trampa mortal que la araña había tejido con sus hábiles tejemanejes. He de decir que otros artrópodos se sumaron a la complicidad de las artimañas de la araña, caso del scorpio minister y la scolopendra commissio, también se sumó al banquete la velutina mafiossis. Las arañas y sus compinches engordan a costa de las moscas. Nos sacan la sangre, la engullen y nuestros restos los secan al sol. La Naturaleza no fue honrada con las moscas, por mucho que medite Marco Aurelio y diga que es justa con todas las especies animales, qué va. La Naturaleza benefició a los arácnidos dotándoles de unas glandulitas que segregan una seda más resistente que el acero, encima invisible, y las moscas, en vez de acudir a un panal de rica miel, sin radar para detectar sus redes de seda caemos en ellas como ídem. Indefensas y sin capacidad para rebelarnos. Nadie nos defiende. Cacarean las arañas y sus cómplices por aquí y por allá, hay que cambiar esto o lo otro, hay que regular, hay que controlar, luego brindan con champán y se descojonan a quelícero batiente. De sobra saben que son las dueñas del cotarro y que la energía de su seda domina el mundo.

Yo caí en la tela de los demonios. Un infierno sin fuego plagado de lamentos. Hablábamos todas sin saber de qué hablábamos. Como papagayos repetíamos lo que los scorpio minister nos vendían. Una mosca junto a mí lloraba sin consuelo y se la oía entre sollozos que a ella la arruinó el pase misí, pase misá, y chillaba ya agónica: "¡Me cago en el mercado libre y en la tarifa regulada!". Fueron sus últimas palabras. Otra, dos agujeros más allá de mi atrapamiento, pobrecilla, que no llegaba al salario mínimo profesional, con dos churumbeles y otro en camino que no verá la luz porque es muy cara y se irá ella antes, intentaba convencer a las vecinas que lo suyo fue por mor del peaje de acceso 2.OTD, y se lamentaba de haber tirado de largo, no sabía por dónde carajo tirar. Quejas para todos los gustos. Un moscardón de alas rebeldes, para mí el más sincero, decía que se sintió atrapado en la tela de arañas desde aquel vergonzoso día que un par de presidentes, Felipín y José Marí, dos arañas pistonudas y diestras en el manejo de las puertas giratorias, vendieron a la mafia de los cuartos la propiedad de las fuentes de energía, en una palabra, lo público pasó a lo privado. Ambas arañas eran polos de distinto signo, cuando se trata de pasta gansa se atraen hasta fundirse. Las moscas estamos cada vez más frías, atrapadas y desconsoladas. ¡A reclamar, amigas!, chillé yo, en balde. Me respondieron que sí, que al maestro armero.

Prometo no volver a cenar callos picantes. Advertido estaba: "Más mató la cena, que sanó Avicena". Ni puto caso. Desperté del terrible sueño a medianoche bañado en sudor y taquicárdico. No quedó otra: loracepan sublingual.

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