Agente, medio y huésped

Los tres frentes para luchar contra las infecciones

Martín Caicoya

Martín Caicoya

Cuando estudiaba el bachillerato se decía que la oración estaba formada por sujeto, verbo y predicado. Ahora se limita a sujeto y predicado. Cuando empecé a interesarme por la epidemiología, se hablaba de la trilogía agente, medio, huésped para explicar la ocurrencia de enfermedades. Ahora, de agente y medio pues el huésped al fin y al cabo es el medio donde florece el agente. Pero lo mismo que me sigue gustando más, o entiendo mejor, sujeto-verbo-predicado prefiero interpretar la ocurrencia y distribución de enfermedades, especialmente las infecciosas, mediante la acción del agente en un huésped susceptible que puede favorecer o no el medio. Es cierto que a veces es difícil de separar huésped y medio.

En el siglo XIX se produjo una explosión de enfermedades infecciosas. La tuberculosis, que acompaña al ser humano desde que existe, se convirtió en una plaga. La razón más importante: el hacinamiento consecuencia de la industrialización. Es una enfermedad que se trasmite principalmente por aire. Las familias emigraron del campo en busca de una vida mejor, se amontonaron en chabolas donde cada habitante respiraba varias veces el aire que había pasado por los pulmones de los otros. Si alguno de ellos albergaba el bacilo de la tuberculosis, o cualquier otro, las posibilidades de contagiarse eran grandes. No todos enfermaban, como ha ocurrido con el Covid. Muchos se sorprendían porque a pesar de convivir íntima y largamente con un caso no se infectaban. Vale la pena recordar la parábola del sembrador, aquella en la que el grano florecía o no dependiendo del suelo y otras circunstancias. Una, que vinieran los pájaros a comerla. Eso serían las defensas primarias inespecíficas que expulsan o anulan ese material extraño. Pero puede ocurrir que tengan defensas específicas, inmunología adquirida por haber tenido un contacto anterior que lograron vencer. Ahí vuelve a influir el medio.

Esos trabajadores que cambiaban salud por salario estaban desnutridos y exhaustos y en su desesperación llenaban las tabernas. El cuerpo maltratado no podía resistir la agresión de la bacteria. Peor aún la familia, a la que no le llegaba apenas nada de la paga. Quizá por eso, y porque no pocas veces parte del salario de los trabajadores era comida, las mujeres sufrían más tuberculosis. El medio y la constitución: vencido el bacilo las defensas inespecíficas, comienza su propósito de crecer y multiplicarse. Ellas viven de la destrucción de su medio, como todos hacemos, y ese medio es el cuerpo que lo alberga. La capacidad de restituirse, de rehacerse, del organismo, tan influido por el estado previo de salud como se dijo, está también condicionado por factores que no conocemos del todo, lo que hace que uno sea fuerte.

Volvamos al medio, a las condiciones de vida: alimentación, vivienda, educación, saneamiento base, trabajo... A medida que mejoraron descendió la tuberculosis. Los defensores de la medicina social, los que dicen que hay que ir a las causas de las causas, lo ponen como ejemplo. Por ejemplo, cómo evitar la mortalidad infantil por diarreas y neumonías, las dos primeras causas de muerte en países pobres. En nuestro medio es difícil, o casi imposible, que un bebé muera por una diarrea. Está fuerte, bien alimentado, la resiste sin problema. Por tanto, además de clorar el agua, hay que evitar la desnutrición, las condiciones del huésped influido por el medio por la falta de alimentosos. Probablemente haya hecho, y esté haciendo, más por reducir la mortalidad infantil la buena marcha de las mejoras en las condiciones de vida en lugares como África, que la extensión de la asistencia sanitaria. Eso no quiere decir que ésta no sea importante.

Lo demostraré con un ejemplo. En la primera mitad del siglo XX la mortalidad por tuberculosis descendía a la misma velocidad en blancos y negros en Estados Unidos. Sin embargo, las condiciones de vida de los negros eran muchos peores y mejoraban menos que las de los blancos. Creo que lo que estaba ocurriendo era una mutación del bacilo que lo hacía menos virulento. Entonces se diseñó el primer antibiótico efectivo contra la tuberculosis: la estreptomicina. La curva de descenso de la mortalidad en blancos se aceleró, no así en negros: porque ellos no tenían acceso, tanto económico como cultural.

La pandemia nos ha recordado todas estas particularidades de la dinámica de las enfermedades infecciosas. No todos los expuestos se infectan, no todos los infectados enferman y el agente muta en su contagiosidad y virulencia, más cuanto más se reproduce.

Agente, medio y huésped. Se puede actuar sobre cualquiera de ellos o en todos a la vez. Se acabó con el agente, el virus de la viruela, cuando con la vacunación universal se quedó sin tierra fértil. A principios del siglo XX se empezó a clorar el agua y las enfermedades que trasmitía se redujeron espectacularmente: se le hurtó el medio. Las vacunas son el mejor ejemplo de fortalecer el huésped, pero no menos importante, la calidad de vida: buena alimentación, vivienda digna y aire limpio, trabajo seguro, educación, ejercicio, abstención tabaco, moderación en el alcohol…un organismo dispuesto a la lucha y a vencer.

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