El regreso de la sífilis

Los antibióticos no interesan a la industria farmacéutica

Martín Caicoya

Martín Caicoya

"Me siento el más infeliz y miserable de las criaturas. Imagínate un hombre cuya salud nunca volverá a ser normal, cuyas más brillantes esperanzas no se han cumplido. Mi paz ha desaparecido, mi corazón está dolido; me acuesto esperando nunca despertar y cada mañana me recuerda las penas de ayer". Escribía Franz Schubert en marzo 1824. Tenía 27 años y hacía un año que había contraído la sífilis. Las primeras manifestaciones fueron una erupción en todo el cuerpo, probablemente la roséola sifilítica, y malestar general. Regresó a casa de sus padres. Entonces no se sabía que la producía una bacteria que tiene forma de berbiquí. No había dudas sobre su forma principal de contagio: el contacto sexual. Schubert era exuberante en ese aspecto. Una inclinación que, en aquella época, cuando la bacteria circulaba abundantemente, lo llevó a la muerte. En 1905 se observó por primera vez la bacteria, sus descubridores Schaudinn y Hoffman la bautizaron como spirochaeta pallida. En el nombre está su descripción. Más tarde se denominó treponema pallidum.

En el siglo XIX apenas había medicinas. Se las arreglaban, más mal que bien, con sangrías, purgaciones, plantas medicinales y productos minerales. La plata se empleaba tradicionalmente como antiséptico y el oro fue uno el recurso más importante para tratar las enfermedades reumáticas autoinmunes antes de que se diseñaran los fármacos biológicos que tanto bien han proporcionado a los enfermos que las padecen. Schubert recibió sales de mercurio, ocultas en té para evitar que el tratamiento denunciara la enfermedad vergonzosa. No creo que tuvieran ningún efecto positivo, sí muchos negativos. La exposición crónica afecta principalmente al sistema nervioso central. Quizá Schubert sufriera también un trastorno bipolar a juzgar por los síntomas. La depresión que lo encerraba en casa alternaba con periodos de creatividad desbordante, locuacidad incontrolada y gran actividad sexual. Su deterioro físico y mental avanzó rápido. Era frecuente que se instalara en un rincón del café, iracundo, lanzando violentos exabruptos, haciendo muecas y empleando un lenguaje soez. Un cerebro afectado por la sífilis terciaria, el alcoholismo, la intoxicación por mercurio y la psicosis maniaco-depresiva. Tenía solo 31 años cuando falleció. A pesar de sus enfermedades nos dejó una obra maravillosa, escucharlo nos reconcilia con la humanidad.

En 1928 Alexander Fleming descubrió, de forma casual, que el hongo que infectó unas placas en las que cultivaba streptococo aureus impedían que esta bacteria creciera. Es la penicilina. La necesidad de tratar las heridas de guerra en la Segunda Guerra Mundial aguzó el ingenio de los químicos y farmacólogos para diseñar el medicamento que tantas vidas salvó. No la de Schubert ni la de Mozart, víctima del streptococo que afectó a sus riñones. Son dos enfermedades para las que la penicilina es muy eficaz ¿Hubiera florecido el genio de estos dos grandes músicos de haber nacido en la sociedad de la segunda mitad del XX? Si la tierra donde se siembra la mies es tan importante para el desarrollo de la semilla, cuánto más lo será el medio donde se cría para el ser humano.

Me decía el profesor Benito, de anatomía, (después fue catedrático de psiquiatría), que los seres humanos nacíamos de forma prematura, mangelwelsen decía por su formación alemanas. Un cerebro apenas esbozado, siguiendo sus palabras, que se moldeaba, troquelaba, en el medio. Esa ventaja tiene si la suerte le hace nacer en un ambiente fertilizante; esa desventaja, si cae en uno que obstaculiza el desarrollo de sus potencias. Schubert y Mozart tuvieron padres músicos y empeñados en su formación.

La fiebre reumática apenas existe hoy, tanto por el tratamiento adecuado de las amigdalitis como porque creo que se modificó la capacidad de streptococo pyogenes de producir la enfermedad cardiaca y renal. Sin embargo, la sífilis está volviendo con fuerza en algunos países desarrollados. España no se escapa. Se recogieron cerca de 7.000 casos en 2021 frente a 700 en 2001.

Los antibióticos interesan poco a la farmaindustria. Hace años que no se diseña un antibiótico con nueva forma de actuar. Hay otros grupos de fármacos donde la investigación y comercialización es más rentable. El caso de la penicilina benzatina es una muestra de cómo el mercado libre produce daños a los ciudadanos. En países como EEUU, donde la sífilis se ha convertido en un verdadero problema, apenas se fabrica porque su margen comercial es escaso. Es así a pesar de que su preció se incrementó en casi en el 300% en los últimos 10 años. Esto ha arrojado a la ruina a las clínicas que tratan la sífilis gratuitamente. Las personas más vulnerables económicamente son las que con más frecuencia la contraen.

Las enfermedades infecciosas fueron la principal causa de muerte hace 100 años. Parecían vencidas. No lo están. Hay resistencias, nuevos microbios. Muchos bien conocidos siguen produciendo enfermedad y muerte. Los estados han invertido grandes cantidades en cáncer y enfermedades circulatorias, también en vacunas. Necesitamos más talento y dinero en desarrollo de tratamientos antiinfecciosos.

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