Para hacer una muralla, la educación social

El reto de integrar a las personas inmigrantes

Juan Carlos Herrero

Juan Carlos Herrero

Del cabo de Creus al de Gata en Almería, de Finisterre a Fuenterrabía, puntos cardinales en la distribución de la inmigración irregular, en torno a las cincuenta mil personas en el año 2023, sin entrar a evaluar las penosas vías de entrada, sin contar a quienes arrebató el mar.

Podemos posicionarnos en postulados ideológicos de turno, pero el hecho es que España asume un cambio climático y a la vez demográfico sin precedentes, incluyendo la exigencia por las comunidades, llamadas históricas, en gestionar la inmigración por su cuenta y riesgo. Esa es otra derivada.

España se debe preparar para ir diseñando unos Estados Unidos Españoles. EE UU EE suena gracioso, pero evoca "La muralla" de Jorge Guillén: ¡Tun, tun! ¿Quién es?

Será todo lo recalcitrante que busquemos gestionar la inmigración por unos y otros, pero no hay vuelta atrás, hay una encomienda para la educación social a poner en práctica por las comunidades autónomas, que no tiene parangón en nuestra historia.

No vale andar a tientas redistribuyendo a personas la mayoría muy jóvenes, en función de, a saber que causas políticas gubernamentales, sin un programa intercomunitario preestablecido y consensuado, subrogado por las partes, subsidiario, solidario con garantías de información.

La cuestión prioritaria es la educación social, no la policial ya desbordada, asignando al Ministerio del Interior el Atlas Farnesio, llamándose andana el resto de estamentos e instituciones.

Mientras, somos incapaces de gestionar una cuestión humanitaria, no todo en un Estado es miscible pasando desapercibida una población que irá creciendo exponencialmente.

¿Alguien cuestiona la Operación Paso del Estrecho de 2023 con 2,7 millones de personas que regresan a su lugar de origen de donde les acogieron?

No es de recibo que la inmigración se eche al top manta y cuerda para huir al primer –¡agua!– con los productos que exponen para subsistir. Es otra derivada más.

Silentes, los educadores sociales hacen su trabajo, en centros de acogida, en pisos de acogida, en sus organizaciones tutelando que esos "árboles" crezcan rectos. Ahí es donde está la verdadera inversión para cerrar y abrir la muralla, poniendo todas las manos, las blancas y las negras.

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