Asturianas con ciencia

Un trabajo muy alejado de la rutina y el aburrimiento

Una carrera profesional dedicada a investigar los antibióticos y a evitar la resistencia a sus efectos

Un trabajo muy alejado de la rutina y el aburrimiento

Un trabajo muy alejado de la rutina y el aburrimiento

M. Rosario Rodicio

M. Rosario Rodicio

M. Rosario Rodicio, catedrática de Microbiología recientemente jubilada y ahora profesora emérita honorífica, trabajó principalmente en la Universidad de Oviedo. Su investigación entre 1976 y 2001 se centró en Streptomyces, bacteria de gran interés por su capacidad de producir antibióticos. A partir de 2002 su trabajo derivó hacia bacterias patógenas de interés clínico y agroalimentario. En 2019 recibió el premio a la mejor publicación sobre la resistencia a los antibióticos del Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos.

De origen gallego, mi relación con Asturias se inició hace más de cinco décadas, cuando, en 1970, llegué a Oviedo para cursar la licenciatura en Biología, que por entonces comenzaba su andadura. Una vez obtenido el título de licenciada, teniendo clara la intención de dedicarme a la investigación, comencé mi andadura científica en el Departamento de Microbiología de la Universidad de Oviedo, donde realicé la tesis doctoral. A continuación, siguiendo el recorrido clásico de la carrera investigadora, llevé a cabo una estancia postdoctoral de cuatro años en el Instituto John Innes de Norwich (Inglaterra) y otra de seis meses en la Facultad de Biología y Química de la Universidad de Osnabrück (Alemania), esta segunda ya después de mi reincorporación al mismo Departamento de la Universidad de Oviedo donde realizara la tesis. En 1984 conseguí, por concurso oposición a nivel nacional, una plaza de profesora titular de Universidad y en 2012 obtuve la Cátedra de Microbiología.

Mi tesis doctoral, estancias postdoctorales, tanto en Inglaterra como en Alemania, así como mi etapa inicial como profesora titular se centró en el estudio de bacterias del género Streptomyces, que destacan por su capacidad de producir un gran número de antibióticos con actividad antibacteriana, así como otros muchos compuestos de gran interés en medicina humana, incluyendo antifúngicos, antitumorales e inmunomoduladores. Streptomyces ocupa un lugar clave en la historia de los antibióticos. Junto con la penicilina, la estreptomicina, cuyo nombre deriva de la bacteria productora, fue uno de los primeros antibióticos introducidos en la práctica clínica y el primero utilizado para el tratamiento eficaz de la tuberculosis. Esta enfermedad, causada por el bacilo de Koch (Mycobacterium tuberculosis), originó una altísima mortalidad en el pasado y, a pesar de los esfuerzos llevados a cabo para controlarla, aún es hoy en día una de las principales causas de muerte por infección. Esto se debe al aumento de casos (a partir de 1990) asociado a la aparición del sida (síndrome de la inmunodeficiencia adquirida que debilita el sistema inmune) y al desarrollo (a partir de 2006) de variantes resistentes a todos o prácticamente todos los fármacos disponibles.

La realización de mi tesis doctoral y mi estancia posdoctoral en el Instituto John Innes coincidió con el desarrollo de las técnicas de Ingeniería Genética, que dieron lugar a una revolución sin precedentes en el campo de la Biología Molecular. Dichas técnicas permiten la manipulación genética de las bacterias. En el caso de Streptomyces facilitaron enormemente el estudio de las rutas metabólicas que conducen a la síntesis de antibióticos y otros compuestos útiles para nosotros, la superproducción de dichos compuestos con fines industriales, así como la obtención de nuevos compuestos de interés. Pude participar en el desarrollo de esas técnicas y ser testigo de sus numerosas aplicaciones.

Con motivo del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, animo muy especialmente a las jóvenes a dedicarse a la investigación. En el inicio de mi carrera, fui testigo de casos graves de discriminación hacia la mujer, aunque afortunadamente yo no los sufrí

A partir de 2002, abandono Streptomyces, para dedicarme al estudio de bacterias patógenas de interés clínico y agroalimentario. En esta nueva línea de investigación trabajo en estrecha colaboración con el Laboratorio de Salud Pública (LSP; dependiente de la Agencia de Seguridad Alimentaria, Sanidad Ambiental y Consumo del Principado de Asturias) y con distintos hospitales dentro y fuera de nuestra región, muy especialmente con el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

En colaboración con el LSP nos centramos en Salmonella enterica, una de las principales bacterias patógenas transmitidas por alimentos, con gran impacto en salud pública. En colaboración con el HUCA y otros hospitales abordamos el estudio de bacterias que causan infecciones intrahospitalarias, en concreto Escherichia coli, Enterobacter spp, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, Enterococcus faecium y Staphylococcus aureus. En general, llevamos a cabo el seguimiento epidemiológico de estas bacterias e investigamos sus mecanismos de virulencia y resistencia a los antibióticos, profundizando en la caracterización de los elementos genéticos móviles implicados en la dispersión de la resistencia. Estos estudios tienen un gran interés, teniendo en cuenta que la resistencia a los antibióticos es uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la medicina actual. Ya mencioné el obstáculo que la resistencia plantea en la lucha contra la tuberculosis. De igual modo afecta a bacterias causantes de infecciones en hospitales, limitando las opciones de tratamiento de pacientes vulnerables, y también, aunque en menor medida, a bacterias que actúan mayoritariamente a nivel de comunidad, como S. enterica. Nuestra aportación científica se enmarca claramente dentro de uno de los objetivos estratégicos del "Plan de acción mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos", puesto en marcha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2015: "Reforzar los conocimientos de la resistencia a antimicrobianos y la base científica a través de la vigilancia y la investigación". Utilizamos para ello una gran variedad de técnicas experimentales, tanto convencionales como moleculares, junto con la secuenciación y análisis genómico.

Conseguir dedicarte profesionalmente a la investigación, desarrollando con autonomía tus propios proyectos e ideas, no es tarea fácil, pero la recompensa es enorme. El camino para llegar es largo y se encuentra cargado de obstáculos. En la actualidad exige la obtención del grado en cualquier disciplina que abra las puertas a la investigación, como es el caso de la Biología, seguido de la realización de un máster y de la tesis doctoral. Todo ello supone un mínimo de ocho años de estudios superiores, que pueden aumentar dependiendo de la duración del máster y de la tesis doctoral, teniendo en cuenta que esta última no suele completarse en menos de cuatro años. A esto habría que sumar la realización de al menos una estancia postdoctoral, factor muchas veces decisivo a la hora de competir favorablemente por una plaza de investigador. Así, si uno decide dedicarse a la carrera científica, deberá aceptar que pasaran muchos años antes de conseguir la ansiada estabilización. A pesar de estos inconvenientes, mi opinión es que si alguien se siente atraído por la investigación no debe renunciar a ella. Pocas cosas hay más gratificantes que dedicar tu vida laboral a lo que realmente te gusta, desempeñando en investigación un trabajo creativo muy alejado de la rutina y el aburrimiento. A todo ello se une la recompensa asociada a la obtención de resultados que puedan contribuir al avance de la ciencia y del conocimiento, y el prestigio que ello conlleva. Como valor añadido, hoy en día la investigación se lleva a cabo en equipo, en colaboración con científicos del mismo y de otros centros. Esto permite el establecimiento de relaciones humanas enriquecedoras, tanto a nivel profesional como personal.

Por todo ello, y con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, animo muy especialmente a las jóvenes a dedicarse a la investigación. En los inicios de mi trayectoria, fui testigo de casos graves de discriminación hacia la mujer, aunque afortunadamente yo no los sufrí. Sin embargo, también fui testigo de cómo la brecha de género ha ido disminuyendo a lo largo del tiempo, de modo que, al menos en mi entorno, ya es prácticamente inexistente. De las 21 tesis doctorales que tuve la suerte de dirigir, 15 fueron realizadas por mujeres, todas en igualdad de condiciones que los hombres. Aunque aún queda trabajo por hacer, sobre todo en determinadas disciplinas, quiero creer que se encuentra cerca el día en que las personas sean valoradas en base a sus propios méritos, con independencia del género y de cualquier otro factor de discriminación.

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