Alfredo González suma, resta y sigue

El cantautor de Turón presenta trabajo, se despide de Oviedo y anuncia, sin concretar, un nuevo proyecto musical

Alfredo González al teclado, acompañado de Juan Ponte a la guitarra, en el concierto de La Salvaje.

Alfredo González al teclado, acompañado de Juan Ponte a la guitarra, en el concierto de La Salvaje. / D. O.

David Orihuela

David Orihuela

No estuvo Nacho Vegas para cantar ese himno que es "Si te pregunten por mí". Tampoco apareció Ismael Serrano para acompañar la belleza de "Corredera". Y menos aún Quique González. Pero, ni falta que hacían. Alfredo González volvía a casa para decir hasta luego, para mudar de piel y se bastó por sí mismo. El cantautor de Turón siempre dice que La Salvaje, la sala donde el viernes por la noche ofreció el que para muchos es tal vez el mejor concierto de su ya larga carrera, es casa, pero esa noche fue mucho más, fue hogar, fue calor, dolor, llanto y risa. Y nervios, muchos nervios. "Sois muchos", decía minutos antes de salir al escenario. "No tantos como te mereces", le respondía en la intimidad del camerino, ante una copa de vino, Ivo Pérez, líder de "Muñeco Vudú", banda de la que Alfredo es teclista.

La demanda de entradas hizo que un pequeño concierto en la parte de arriba del local, en El Refugio, tuviese que trasladarse a la parte de abajo para así poder ampliar un aforo que no se llenó por poco. Más de un centenar de personas acompañaron a Alfredo González en la mudanza. Era una despedida, aunque Alfredo no dejará la música. "Canto porque no sé respirar", coreó el público en "Borbotones", y así es. Dejará de ser González para ser más Alfredo o para ser lo que él quiera. Un concierto especial en el que no hubo artificios. Un tipo de camisa blanca, americana negra y su eterno teclado rojo.

Hubo repaso a toda una carrera, a seis discos y dos EP. Hubo regreso al pasado para mirar al futuro con "La insistencia", que da título a uno de sus dos últimas publicaciones. Alfredo González no es de los de rendirse. Contó sus inicios, "cuando tenía 18 años quería escribir como el otro A. G., Ángel González" y poco a poco ha ido logrando acercarse a esa poesía social del ovetense. Como muestra, el A. G. que estaba en el escenario, el de Turón, volvió a homenajear al poeta con esa maravilla musicada que es "Voz que soledad sonando". Que una joya lírica como ese engarce perfectamente en el repertorio de un artista dice mucho de la calidad del resto de las composiciones.

También hubo tiempo para el asturiano, esa llingua que Alfredo González defiende desde las entrañas con canciones bellas y directas. El público pidió a gritos la oficialidad convencido de que es una lengua más que adecuada para la música.

Y sí, no estuvieron Nacho Vegas, ni Ismael Serrano, ni siquiera Quique González, pero además de sentirse arropado por el público, el músico quiso sentirlo también encima de las tablas. Allí apareció Juan Ponte, guitarrista y concejal de Cultura del Ayuntamiento de Mieres, pero por encima de todo, vecino de Turón. Ponte fue presentado como "un alumno de guitarra de la Escuela municipal de Música de Mieres". Otro tipo sin artificios. Salió con guitarra acústica, sin enchufes, sin que nadie le echase un cable. Se sentó en un cómodo sillón y cantó eso de que "de Turón no salen vivos los traidores a la plebe".

En realidad todos salieron un poco más vivos del concierto, una inmolación pública de Alfredo González. Veremos qué resurge de esas cenizas.

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