Museo de los Premios

La producción cultural como alternativa al espacio para la Fundación Princesa en la fábrica de armas

Pablo Luis Álvarez

Pablo Luis Álvarez

Estos últimos días, nos ha sorprendido España con un pragmatismo político al que nos habíamos desacostumbrado –sería de necios pensar que esta aparente oleada de Realpolitik en los ayuntamientos y comunidades de nuestro país está libre de ideología, pero los escenarios que está generando, como un Collboni elegido por el PP en Barcelona, son desde luego de interés por inauditas–. También es una sorpresa que en la capital de nuestra región se haya llegado a un consenso sobre una cuestión de política cultural. Quizás no tenga nada que ver lo uno con lo otro, pero esta casualidad no me pasa inadvertida y la tomo, polémicamente, como punto de partida.

Es lo que se anuncia como sueño personal de Alfredo Canteli lo que ha recibido la aprobación de todas las fuerzas políticas con representación en el pleno: promover el acondicionamiento y apertura de un museo de los Premios Princesa de Asturias en la Fábrica de Armas de La Vega. Incluso el portavoz de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, ha reconocido el valor de esta propuesta, añadiendo que podría ser más adecuado que se tratase de un centro con una actividad parecida al de la Fundación Nobel (Nobelstiftelsen) donde la presencia continuada de simposios, encuentros y otras actividades afines –lo que en el mundo del arte llamaríamos eventos "discursivos"– fuesen el plato fuerte. Es a este debate, que es saludable y que inevitablemente va a distorsionar la visión del regidor, al que quiero contribuir.

Debo reconocer que la idea de un "museo" de los premios, tal y como se plantea (que de momento es de forma bastante somera, adornada ya con la retórica grandilocuente de quien piensa que los espacios de la cultura son lugares mágicos) me genera cierta perplejidad. Si es un museo, se entiende que guarda una colección de objetos, de los que se muestran unos y otros no, estos últimos a la espera de que la rueda de la fortuna crítica les sonría y los saque a relucir a ojos del visitante. ¿Qué se mostraría en este caso? ¿Qué objetos albergaría este museo? Me pregunto si serían los trofeos, si es que serían documentos fotográficos que narren expositivamente la historia de la Fundación, si acaso serían las transcripciones de los discursos de los premiados o si habría una constelación de fetiches y otros objetos totémicos ordenados en vitrinas: la máquina de escribir de Arthur Miller o las probetas de Luc Montagnier. En resumen, todo lo que se me viene a la cabeza me tiene más de relicario que de espacio museístico –sí creo sin embargo que podría constituir un archivo formidable que fuese parte del proyecto–.

Las prácticas artísticas y curatoriales de los últimos veinte años han prestado especial atención a los procesos por los que el conocimiento (del arte y de otras cosas) se redistribuye y genera arraigo. De la conferencia magistral (y puntual), se ha ido caminando hacia formatos que duren más en el tiempo (por eso les decimos "duracionales"), que tengan un retorno al lugar en que suceden y también a sus ciudadanos (proyectos "situados") y que permitan la circulación de saberes prácticos (de ahí la preferencia por el grupo de lectura, el seminario y el taller). El resultado ha sido un cambio de paradigma desde la contemplación del arte hacia, digámoslo así de forma sencilla, hacer cosas con el arte (contemplar, en cualquier caso, es también algo que se hace). Si los Premios Princesa de Asturias son un galardón al trabajo, ¿no tendría más sentido que su sede y espacio cultural sean un centro para la producción en vez de dedicarse a la exposición? ¿Puede ser esta la oportunidad que nuestra región necesita para dotarse de un centro donde la investigación integrada en arte, ciencia y tecnología (STEAM) sea su objetivo, un espacio que pueda además nutrirse de la excepcional sabiduría de los galardonados? Es un sueño probablemente algo distinto al de Canteli: un lugar para la experimentación de vanguardia.

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