Manuel Bobes, de la Catedral y La Cadellada, a la Malatería

La necesidad de proteger el legado de un destacado arquitecto local

Ignacio del Páramo

Ignacio del Páramo

Cualquiera que conozca un poco de la arquitectura carbayona del siglo pasado sabrá que Manuel Bobes Díaz es uno de los insignes, y que aparezca su nombre ligado a 16 edificios catalogados en la ciudad es prueba de ello.

Nacido en 1879 y graduado en 1908 por la Escuela de Arquitectura de Madrid, destacó en apenas un par de años tras su titulación en intervenciones de rehabilitación de célebres inmuebles. Gracias a él conservamos el Banco Asturiano, o los edificios en esquina entre la calle del Fontán y Arco de los Zapatos y el que hace esquina con la calle Rosal. Su intervención más famosa es la de los ventanales del lado del Evangelio en la Catedral y ya en su etapa final le tocó actuar y restaurar edificios de otros arquitectos destacados como Miguel de la Guardia o Galán Carvajal.

De sus obras propias la más conocida es el desaparecido Hospital de La Cadellada, del cual solo se salvaron las fachadas de un pabellón y la Iglesia. De su ingenio son otros tantos edificios protegidos como Fruela 18, Fray Ceferino 13 o el que hace esquina entre Paraíso y El Postigo. Se le atribuyen también los edificios de Milicias Nacionales 3 y 5, así como el que hace esquina con Palacio Valdés y, fuera del concejo, la Capilla de Santa Bárbara de Asipo y otro en la calle La Fruta en Avilés. Por lo tanto, que la Malatería, no esté protegida, edificio que por sus propios méritos ya lo merecería, es claramente una anomalía, extrañamente compartida con otros edificios imprescindibles de Oviedo, que en notables ocasiones suele coincidir que son también de titularidad pública, valga de ejemplo el conjunto de la Fábrica de La Vega.

El 14 de marzo 1927, como arquitecto provincial, termina la "Casa de la Caridad de San Lázaro", que sustituiría al edificio de la Malatería, del cual heredaría su nombre popular. En 1929 se termina la obra, de estilo regionalista montañés, con sus grandes aleros, pórticos de entrada y escudo heráldico. En este caso, con la Cruz de la Victoria orientada para dejar claro a los peregrinos del Camino del Salvador, que discurre junto al edificio, de su entrada a la urbe capitalina. Del proyecto de Bobes no pudo sobrevivir la capilla que se preservaba en el proyecto original, dado que el arquitecto municipal, al otorgar la licencia, también aprovechó para dejar reflejada en la misma la orden de su derribo. La justificación del Ayuntamiento era la necesidad de facilitar a los asilados los "deberes de religiosidad", dado que al quedar la iglesia exenta debían atravesar el patio delantero "sin protección ninguna contra los agentes atmosféricos que por su edad rigurosamente la necesitarán". Los once metros a la intemperie, distancia exacta que aparece en los planos de Bobes, que separaban el pórtico de la capilla del soportal de entrada del nuevo edificio fueron los que sirvieron de excusa para derribar nada menos que un edificio románico, demostrando la recurrente falta de sensibilidad que persiste hoy al pretender destruir la Malatería, pues al igual que el Carbayón era un emblema de identidad para la ciudad, la Malatería lo es para el barrio de San Lázaro / San Llázaro.

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