La columna del lector

Al finado párroco de Santo Domingo

Marino Díaz

Cuando alguien fallece repentinamente, en plena actividad sin padecer ninguna dolencia, se suele decir que murió con las botas puestas, y esta expresión se puede aplicar en tu caso, José Antonio.

Te marchaste en silencio, sin despedida, aunque tus últimas palabras, "vayamos en paz", al final de la misa vespertina del día dos del actual, las recuerdo ahora como si hubiera sido el adiós que nos dabas pocas horas antes del fatal desenlace., que produjo triste sorpresa y profundo sentimiento de pena en todo el vecindario.

En tu funeral se dio a conocer la diversidad de etapas que cubriste a lo largo de tu vida, apareciendo como un incansable luchador, y hemos de resaltar la inmensa labor desarrollada en nuestra parroquia de Santo Domingo, que dejas huérfana y que sufrirá, sin duda, un enorme vacío.

Por ahí arriba encontrarás muchos hermanos dominicos de los que pasaron por esta comunidad, entre los que está fray Jaime, portero de vuestro colegio durante largo tiempo, quien, como buen conocedor del oficio, supongo que tendrá importante cargo en la portería del cielo.

Búscale y entre ambos vais solucionando todos los trámites para facilitarnos la entrada a los feligreses de Santo Domingo, cuando nos llamen a pasar lista.

Recibe un cordial saludo, José Antonio.

Suscríbete para seguir leyendo