Un señor de los pies a la cabeza

Hay muchas formas de estar en la vida, pero la que más respeto es la que puede definirse con brevedad y aun con una única palabra: señorío.

Señorío es dignidad, dominio, mesura, libertad… Y todas estas cualidades podían encontrarse en Enrique Valdés Joglar, decano honorífico del Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo, después de haberlo sido de manera efectiva durante ocho fructíferos años.

Fue Enrique un abogado estudioso, accesible para sus clientes y sus compañeros, educado en las formas y profundo en el fondo. Firmemente comprometido con una profesión a la que sirvió formando parte de varias juntas de gobierno del Colegio de Abogados de Oviedo hasta que llegó a ser elegido y reelegido Decano.

De sus mandatos destaca, principalmente, su apuesta por la formación continua de los abogados, consciente Enrique de que el primer mandamiento del doctor Couture es el que recuerda al abogado la necesidad de estudiar de continuo, porque el Derecho se transforma constantemente y quien no se actualiza es cada día un poco menos abogado.

Y los reconocimientos, claro está. Enrique era académico de Número de la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia y estaba en posesión de la Gran Cruz al Mérito en el Servicio a la Abogacía y de la Cruz Distinguida de Primera Categoría de la Orden de San Raimundo de Peñafort.

Sin embargo, ni los cargos, ni las condecoraciones privaron a Enrique de uno de los datos que definen a los auténticos caballeros: la sencillez, que le hacía cercano a todos y que le convertía en poseedor de esa cualidad difícil que consiste en no precisar rebajarse jamás por ser capaz de elevar a los demás a la altura de uno mismo.

Así era Enrique. Así le recuerdo. Siempre abogado. Decano para siempre. Se ha ido con la misma discreción con que quiso y supo vivir. Quienes seguimos caminando tenemos en él una referencia fundamental. La vida consiste en hacer el bien. En ser un señor. De los pies a la cabeza.

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