El casco de Luismi lanza al Oviedo hacia tierra firme: victoria decisiva en Butarque (0-1)

Un cabezazo del andaluz le da a los de Cervera, sólidos atrás, tres puntos básicos por la salvación

Nacho Azparren

Nacho Azparren

Sumido en una crisis profunda, Cervera mandó a su equipo, castigado, a repetir cien veces en la pizarra el mismo concepto. Un Bart Simpson vestido de azul escribió en el encerado: Defender, defender, defender… Optó el técnico por refrendar las -escasa en ese momento- virtudes en lugar de buscar las -numerosas- vías de mejora. En Leganés funcionó. En parte porque el equipo fue lo más coherente posible con la idea de su técnico; en parte porque el Lega deambula por el campeonato con un andar más pesado que el de los azules. Sea como fuere, el Oviedo conquistó Butarque tirando de defensa, orden y efectividad. El 0-1, no pregunten el cómo, dispara las opciones hacia la salvación.

0
Leganés
1
Real Oviedo
0-1, min. 76: Luismi
Leganés
Riesgo (1);
Nyom (1), Sáenz (1). Sergio (1), Franquesa (1);
Miramón (2), Undabarrena (0), Gaku (0), Arnáiz (1);
Cissé (1), Juan Muñoz (1).
Cambios

Vico (1) por Franquesa, min. 44.
Neyou (1) por Gaku, Narváez (1) por Cisse min. 72
Karrikaburu (1) por Nyom y Raba (1) por Undabarrena, min. 84.

Real Oviedo
Braat (1);
Lucas (2), Costas (1), Calvo (2), Bretones (1);
Viti (1), Luismi (2), Montoro (1), Borja Sánchez (2);
Rama (2), Bastón (1).
Cambios

Enrich (1) por Bastón y Camarasa (1) por Rama, min. 87.
Moro (s.c) por Borja Sánchez, min. 96.

Árbitro: Quintero González (comité andaluz). Amonestó a los locales Cisse, Sáenz y a los visitantes Borja Sánchez y Bretones.
Butarque: ante unos 7.003 espectadores, con unos 500 oviedistas en la grada.

A Cervera no se le podrá echar en cara que no sea honesto. Explicó en la previa que el éxito de las campañas venideras residiría en la defensa. Cuando todos esperan una mejora del aparato defensivo, el entrenador sorprende desviando el foco a la zaga. Lo justifica, en eso tiene razón, en que el equipo solo suma si logra ampliar sus recursos defensivos. Da por perdido el ataque, en pocas palabras. Y en Leganés se vio esa versión que reclamaba el técnico. El Oviedo fue indigesto. Tanto para el rival como para su propio juego.

La cosa es que este sistema funcionó en las primeras semanas del técnico. Cuando el equipo ganaba por inercia. Cuando servía hasta un medio a cero. Pero las dinámicas no son eternas. Son una ciencia indescifrable en el fútbol. Un ente mágico por el que imploran los entrenadores. Y cuando se agota, todo cuesta más.

La cosa es que el equipo salió bien plantado. Con el 4-4-2 de siempre, pero con matices. Porque esta vez optó Cervera por situar a Rama de compañero de Bastón. Y aunque la pizarra le colocara arriba, su esencia le tiraba al medio. Montoro entró en el medio en busca de esa chispa en la construcción y la otra novedad fue especialmente celebrada por los amantes del buen fútbol: Borja Sánchez, por fin, fue titular con Cervera.

Era una buena declaración de intenciones que, sin embargo, nunca se tradujo en un fútbol demasiado vistoso. Lo que pasa es que no parecía que fuera la intención azul. Es como si los de Cervera se conformaran con que pasaran pocas cosas.

El Lega tampoco tenía muchas prisas, pero empezó a sumar llegadas de cierto nivel. Miramón probó de volea, pero Calvo se puso delante a los 12 minutos. Braat detuvo el siguiente intento del interior pepinero. Entre los bostezos, surgió un ¡oh! de admiración. Borja Sánchez partió de la izquierda, condujo con potencia y filtró al espacio, a la carrera de Bastón, que definió, como en sus mejores momentos, a la red. El banderín del asistente chafó la escena: había fuera de juego.

De Borja Sánchez nació la otra opción de la primera parte. Tiró con poco ángulo y la zaga local despejó en la zona más peligrosa. La más clara del primer acto llegó cuando el Oviedo parecía mejor. O menos agobiado, al menos. Atacó el Lega desde el córner. Muñoz peinó a la corta y el balón, teledirigido, se fue contra el poste. Miramón, el más insistente, probó otra vez, pero volvió a encontrarse con Braat.

Poco más hasta el descanso. La sensación es que el 0-0 seguía al dedillo los planes de Cervera. Y, lo que era más sorprendente, no parecía alejarse del partido que Idiákez había diseñado. Partido de mínimos. Un duelo en busca de una migaja que hiciera alterar una tarde condenada al cero a cero.

La vuelta de los vestuarios sirvió para darle continuidad al guion del primer acto. Más contención que riesgos. Más estrategia que fútbol. Todo estaba expuesto a un detalle. A un ataque de inspiración en medio de un choque gris. El ritmo monótono, solo aderezado por las acciones a balón parado, se detuvo por completo a los 13 minutos del segundo acto, cuando una indisposición en la grada hizo necesaria la asistencia de los servicios médicos y paró el encuentro.

Al recuperar el hilo, una clara para los azules. Desde la esquina, por supuesto. Hacía tiempo que no se esperaba nada en una jugada elaborada. Centró Montoro, esta vez con fuerza suficiente para alcanzar el área, prolongó Calvo y Borja controló y definió de zurda. La pelota se fue arriba cuando parecía más sencillo encontrar la meta.

Pasó entonces el partido a una fase alternativas en la posesión que en ningún caso encontraba continuidad en las áreas. Daba la sensación de que el choque podía estar en los banquillos. En los segundos espadas. Pero ni Idiákez ni Cervera querían precipitarse en la toma de decisiones, conscientes quizás del poder que tenían entre las manos.

Viti tuvo en su bota el golpe letal, pero su definición, tras cabalgada de Viti, se fue cerca del poste, tras desviar un zaguero pepinero.

No es que el choque hubiera cambiado drásticamente, pero sí se intuía que el paso de los minutos iba acomodando al Oviedo. Contribuyó Butarque, especialmente quejumbroso con lso suyos. Se entiende por la pobre aportación de los suyos. Fue en el 75 cuando llegó el golpe al mentón que mandó al Lega a la lona. Centró Lucas, tras una larga posesión azul. Remató Luismi, de preciso cabezazo a la red.

Era el gesto que todo esperaban. El “gol partita” que definen en Italia. Una jugada certera en medio de la imprecisión hecha arte. El Oviedo fue el tuerto en el país de los ciegos. De ahí al final, control absoluto de la situación por los de Cervera, crecidos con la renta adquirida. Tan cómodo estaba el equipo, que el cántabro no movió el banquillo hasta el 87. El triunfo es básico para las aspiraciones azules hacia la tranquilidad. 

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