La ciudad deportiva, el camino, los errores y el destino: las claves sobre el gran proyecto de Pachuca

La opción de La Manjoya irrumpe con fuerza en un proceso lleno de vaivenes y errores, pero que mantiene una idea fija: construir una nueva ciudad deportiva para el Oviedo

Carlos Muñoz cava en los terrenos de Latores llamados a albergar la ciudad deportiva hace ahora once meses. | Luisma Murias

Carlos Muñoz cava en los terrenos de Latores llamados a albergar la ciudad deportiva hace ahora once meses. | Luisma Murias / Nacho Azparren

Nacho Azparren

Nacho Azparren

No hay nada que le guste lucir más a Jesús Martínez, dueño de Pachuca, que su Universidad del Fútbol, un recinto gigantesco a las afueras de la capital del estado de Hidalgo que concentra campos de entrenamiento, aulas, salas de congresos… No hay visitante, incluso los emisarios del Real Madrid, que se resista al intenso tour que ofrece el mexicano a sus huéspedes. Los que le conocen aseguran que le produce más orgullo esas instalaciones que cualquier título deportivo logrado por los Tuzos o León. De ahí, que a su llegada a Oviedo empezara a cacarear eso de que "hay que replicar el modelo". Y ese modelo pasa por una nueva ciudad deportiva que Martínez considera clave para el futuro de la entidad. Teniendo las cosas tan claras desde el principio, llama la atención que sea precisamente la futura ciudad deportiva el asunto que más quebraderos de cabeza está dando a Pachuca desde su llegada al Oviedo. El destino está claro, hay que partir de cero, pero el camino hacia él está lleno de baches, aderezado ese viaje con algunos errores de bulto que ahora los propietarios mexicanos prometen no repetir.

Fue un error el simbólico acto en Latores hace once meses, ayer lo deslizó Agustín Lleida, encargado de dar la cara. Fue una actuación de nobles intenciones, pero sin documentos firmados. Un peligro en un mundo tan tambaleante como el fútbol. Parece que un exceso de ansia por anunciar el Oviedo futuro llevó a dar por hecho que los tiempos se acortarían mágicamente. Pero ahí apareció la burocracia para dar el golpe de realidad.

Pachuca ordena ahora un cambio de rumbo, un volantazo en pleno trayecto, pero se mantiene el destino: unas instalaciones modernas que ayuden a pulir las futuras perlas. No es el espejo la Universidad del Fútbol, sino más bien La Esmeralda, el hogar del club León, un recinto más pequeño (80.000 metros cuadrados) pero equipado a la última.

Con Latores en un segundo plano, tras once meses de parálisis, gana enteros la opción de La Manjoya, que quizás no tiene las dimensiones de otras posibles ubicaciones pero que podría concentrar, según los estudios del club, el proyecto que Pachuca tiene entre manos. Y que, sobre todo, permitiría construir instalaciones deportivas sin grandes cambios urbanísticos. Eso, acortar los tiempos, es lo que más valora ahora el club.

La Manjoya parece liderar ahora una carrera que en los últimos años ha contado con numerosos candidatos al triunfo. Algunos se desfondaron pronto, en la etapa de Carso se habló del Asturcón y de El Cristo. Otros se dieron contra un muro, como ampliar El Requexón. Otros planearon como opción, pero siempre en una posición secundaria, San Claudio o los ofrecimientos sierenses. La Manjoya podría ser la opción definitiva. O no, porque en esta búsqueda nada es descartable. Pero bien hará Pachuca si ha aprendido de la experiencia. Primero, firmar; luego, descorchar.

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