Murakami, un "Princesa" de las Letras que tiende puentes entre Japón y Occidente

El jurado destaca la "narrativa ambiciosa e innovadora" del autor sobre "la soledad, la incertidumbre existencial y la deshumanización"

Murakami, un "Princesa" de las Letras que vende camisetas, hace un programa de radio en casa y es una esponja cultural

Europa Press

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tanto fue el candidato Haruki Murakami a la fuente de los premios "Princesa de Asturias de las Letras" que, al final, lo ganó. Su nombre, presente varias veces en las quinielas –aunque no tanto como para los Nobel– se impuso ayer y marcó una novedosa página de literatura oriental. Murakami, el escritor japonés más popular y, al mismo tiempo, el menos japonés de todos, es un atleta de las palabras que vende millones de libros, tiene legiones de seguidores –y también detractores, muchos en su país de origen– y que se considera una persona normal al que, sobre todo, le gusta contar historias. Y correr.

El jurado destacó "la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo: la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo, pero también el cuidado del cuerpo o la propia reflexión sobre el quehacer creativo. Su voz, expresada en diferentes géneros, ha llegado a generaciones muy distintas". Murakami, que ha confirmado su presencia en Oviedo, es para el jurado un "gran corredor de fondo de la literatura contemporánea".

Traducido a más de 40 idiomas, nació en Kioto el 12 de enero de 1949 y se crió en ciudades como Ashiya y Kobe. Dato importante: sus padres eran profesores de literatura. Estudió arte dramático en la universidad Waseda, donde se enamoró de Yoko Takahashi, con la que se casó en 1971. Su partitura literaria tiene no pocas notas pop mostrando un Japón moderno alejado de convencionalismos y corsés. Sus admiradores saben que sus novelas están impregnadas de música, pasión que le llevó en su día a regentar un club de jazz, el Peter Cat, hasta 1981.

Como regalo por su 16 cumpleaños, sus padres le regalaron una entrada para un concierto de Art Blakeley y The Jazz Messengers. Flechazo inmediato. Usa el teclado del ordenador como si fuera un piano e improvisa. Tiene más de diez mil vinilos y le gusta tanto "Radiohead" como una sinfonía. De su melomanía deja constancia el libro "Música, sólo música". Vende camisetas y hace un programa de radio en casa. Influido por autores occidentales como Kerouac, Vonnegut, Dostoievski, Dickens, Capote, Orwell, Kafka o Vargas Llosa, y fan de series como "Twin Peaks" (David Lynch, ¿almas gemelas?), la esponja cultural y urbanita que es Murakami, un idealista sin tapujos, hace del intimismo y la mirada surrealista una vía para hacer creíble lo que parece inverosímil, con mucho humor y sin esquivar los conflictos sociales. Le gusta introducir elementos fantásticos con mundos paralelos, objetos y animales animados.

Proteger los valores humanos es clave de muchos de sus misterios. Y sus personajes se mueven atrapados por la soledad y deseando amar, cautivos de un mundo muy personal donde lo real coquetea con lo onírico y los sueños seducen a la realidad. Muchos seres inadaptados que no logran encajar en una sociedad tan formal y hermética como la japonesa, donde las individualidades chirrían y ofenden.

Con su primera novela, "Escucha la canción del viento", ganó el "Gunzou Literature Prize" para escritores noveles. Fue el origen de la "Trilogía de la rata", a la que se sumaron "Pinball 1973) y "La caza del carnero salvaje", premio "Noma" para nuevos escritores. Es también autor de (respiren hondo) "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, "Baila, baila, baila", "Al sur de la frontera, al oeste del sol", "El elefante desaparece", "Después del terremoto", "Sauce ciego, mujer dormida", "Hombres sin mujeres", "Primera persona del singular", "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo", "Sputnik, mi amor", "Kafka en la orilla", "After Dark"...

No se vayan aún, que hay más: "1Q84", "Los años de peregrinación del chico sin color", "La muerte del comendador" o "La ciudad y sus muros inciertos". Su gran espaldarazo mundial llegó en 1987 con "Noruwei no mori", título de inspiración "beatle" publicado en España (2005) como "Tokio Blues". En 1991 se fue a Estados Unidos para dar clases en las universidades de Princeton y Taft. Tras el terremoto de Kobe (1995) y el ataque terrorista con gas sarín en el metro de Tokio volvió a su país. Habló con las víctimas y los miembros de la secta religiosa Aum Shinriky, autora del atentado. Y escribió sobre las dos tragedias.

Traductor de gigantes de la literatura norteamericana como Raymond Carver, Francis Scott Fitzgerald, Truman Capote o J. D. Salinger, Murakami atesora premios internacionales. Audaz combinación de autor de éxito comercial con reconocimiento de la crítica, el felino Murakami (los gatos se pasean por sus páginas con frecuencia) y corredor de maratones, contó que el 1 de abril de 1978 a la una y media de la tarde tomó la decisión de ser escritor cuando veía un partido de béisbol en Tokio, cerveza en mano y con un calor infernal. Dave Hilton hizo una atrapada perfecta y ¡clic!, el joven Haruki se dio cuenta de que debía escribir una novela. Que sería "Escucha la canción del viento".

"De qué hablo cuando hablo de escribir" da muchas pistas sobre el oficio de quien escribe todos los días desde las cuatro de la madrugada el mismo número de páginas. Y en "De qué hablo cuando hablo de correr" explica su pasión por ese deporte que practica seis veces al día, 60 kilómetros a la semana. ¿Por qué? Considera que la fuerza física es tan importante como la sensibilidad artística. Además, piensa que escribiendo y corriendo se disfruta más del camino que de la meta final. Suele escuchar al grupo "Lovin’ Spoonful" y luego se toma una cervecita bien fría. ¡Salud, Murakami!

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