Tapia de Casariego

En el año 1930 nació en Tapia Ramón Fernández Cadenas, el benjamín de los Súcaros y popularmente conocido como «Moncho del Súcaro». Su familia no exige presentación en la villa tapiega y sus alrededores, especialmente por la versatilidad de oficios a los que se dedicaron tanto él como sus hermanos. Hijos de relojero, los Súcaros siempre se caracterizaron por su gran astucia y picardía, de la que hicieron gala como fotógrafos, relojeros, fontaneros y en todos cuantos trabajos desempeñaron.

Moncho fue el último de una numerosísima familia de dieciséis hermanos en la que se veían obligados a hacer hasta tres turnos para dormir. «Vivíamos casi en una chabola y tenemos pasado mucha hambre», comenta.

El benjamín de la casa fue a la escuela muy poco tiempo, aunque el suficiente para aprender a leer. Su asignatura pendiente es la escritura, aunque su astucia le permitió esquivar cualquier situación en la que esto resultara un problema. Consiguió sacar el carné de conducir y ser oficial de primera en Astilleros Gondán. «No había por qué decir a nadie que no sabías escribir», bromea.

En su casa había un taller de fontanería y relojería que regentó su padre, donde Moncho se formó en multitud de facetas. «En el taller había que arreglar de todo, desde potas a relojes». Moncho se convirtió en un soldador de primera y aún hoy presume de su habilidad: «Somos pocos los que sabemos soldar como es debido». Hasta en el servicio militar, que prestó en Tetuán, se aprovecharon de su buen hacer como «manitas».

Aprendió a nadar en el río Anguileiro y sólo cuando sintió confianza se adentró en las aguas del Cantábrico, en las que luego pasaría largas horas pescando. Moncho fue uno de los primeros buzos de Tapia y no sólo eso, sino que se fabricó su propio traje con una rueda de neumático. «Me hice mi propio fusil, copiando uno que había visto». Lo construyó en la década de los cincuenta y aún hoy funciona y se conserva en perfecto estado.

Andando en la pesca submarina se llevó algún que otro susto en los ribeiros del concejo. «Un día el mar me encerró en una cueva y no había manera de salir, así que se me ocurrió irme al fondo y salir agarrado a las piedras. Lo pasé mal», comenta.

Otra de sus facetas es la de músico. Junto a parte de su familia fundó la orquesta «El Maravallo», en la que se integró como solista. «De aquella estaba prohibido tocar, y más en Carnaval, que era cuando queríamos estrenarnos, pero como éramos Súcaros nadie nos decía nada», relata entre risas.

Sus ojos chispean y hasta se emociona cuando recuerda sus viajes con la orquesta. Recorrieron buena parte de las fiestas de la zona y hasta viajaron a Santander con su música. «Allí me compré la escafandra para poder hacer pesca submarina», apunta.

Hubo una temporada en la que Moncho se dedicó casi en exclusiva a la pesca. «Traía para comer en casa y para vender, pero a la semana podía pescar entre cien y ciento veinte kilos». Dice que solía salir de casa por la mañana temprano y volvía al mediodía. «Un día casi me ahogo porque empecé a cargar el gancho de pescado y, cuando me di cuenta, llevaba veinte kilos. Tuvo que ayudarme a salir del agua un sobrino».

Tras su época en la mar, a Moncho lo llamaron para trabajar en los astilleros Gondán, de Figueras, donde se jubiló. «Me cogieron porque sabía cortar hierro con el soplete y me contrataron como fontanero», comenta.

Pero las anécdotas de Moncho no se acaban nunca. Otra de ellas puede empezar a contarse por el salón de casa, donde expone con orgullo una maqueta del barco «Valkenburg». A la maqueta no le falta detalle y Moncho cuenta que le llevó un año construirla. El caso es que el «Valkenburg» fue un barco que encalló en la ensenada de Porcía en 1919. A Moncho lo llamaron para desguazarlo, primero en el tapiego muelle del Rocín y después en el puerto de Gijón. Tantas horas pasó a bordo de la embarcación que grabó en su memoria cada uno de sus detalles.

La enésima sorpresa que esconde la vida de este Súcaro es su faceta como boxeador amateur. «Me monté un pequeño gimnasio en un galpón que teníamos cerca del taller, con unas anillas y un saco. Allí pasé horas entrenando y después hacíamos combates en cualquier lado». A la pregunta de quiénes fueron sus contrincantes, Moncho responde: «Boxeaba con todos aquellos que presumían y creían que me iban a ganar».

Personal

Ramón Fernández Cadenas, Moncho, nació en 1930 en una familia de dieciséis hermanos. El benjamín de la casa cuenta los difíciles tiempos de hambre y penurias que le tocaron vivir en su infancia. Moncho se casó con María Fidalgo, con la que vivió durante cuarenta años.

Profesional

Se formó en el taller de su padre y aprendió muchas profesiones como la de soldador, mecánico y fontanero. Acabó su carrera profesional en Astilleros Gondán, pero antes tuvo tiempo para convertirse uno de los primeros buzos de Tapia.