Lo que se escucha en las comisiones de investigación es de vergüenza ajena. Nadie sabe nada. Millones de euros corrían bajo sus pies sin destino conocido y no se enteraron. Y si lo hicieron, no les preocupó, no preguntaron, no investigaron, no comprobaron que el dinero llegara donde estaba previsto oficialmente. Ocupaban un puesto, calentaban un sillón, cobraban religiosamente y se mantenían en la luna de Valencia, al margen de eso tan mundano que es el dinero público. Ellos estaban a otras cosas, en las alturas. En consecuencia, ¿por qué dimitir? ¿por qué asumir responsabilidades? ¿por qué abandonar la política?

En Andalucía, se estima que el fraude de los ERE supera los mil millones de euros. Y nadie se pone colorado ni tiene la menor intención de mostrar cierto pesar, y menos aún de pedir perdón. La cúpula política sólo es culpable de no saber nada de nada. Durante todo el tiempo que llevó el macrolatrocinio continuado, los presidentes, consejeros, directores generales no advirtieron movimientos extraños ni sospecharon de la súbita salud económica de unos -siempre los mismos- en detrimento de todos los demás.

Lo manifestado por los consejeros de Bankia también es para nota. Yo iba a media mañana, la secretaria conectaba el ordenador y hasta la hora del aperitivo mataba el aburrimiento jugando al solitario. De vez en cuando asistía a una junta, donde no hacía ninguna pregunta -salvo el origen de los canapés- y votaba lo que me habían ordenado. Y cada mesecito llegaba la paga hasta juntar un par de millones de euros anuales por tocarme el prepucio. No hay dinero más justamente ganado. Y ni sé ni me importa cómo se invirtió, qué prestamos se concedieron, qué riesgos asumía la entidad. Lo mío era cobrar. En consecuencia, no soy responsable de nada y ahora me voy a tomar un tentempié en el Ritz antes de que me baje la glucemia. Muy buenos días.

Ahora se explica uno cómo despareció tal inmensidad de dinero. Por el principio de irresponsabilidad que rige este país, todos los que tenían algún cargo de relevancia estaban en babia. Eso sí, cobrando un pastón y abiertos a obsequios y tratamientos exclusivos. Y les parecía normal. Total, qué mal podían estar haciendo si ellos no sabían nada.