El lobo no es cuento y hace llorar a Sara: la historia de la parraguesa que teme no poder seguir con la ganadería familiar

"A mí y a mi hermano esto nos gusta, pero es que las cosas están muy mal. Nuestros padres no quieren que nos dediquemos a esto".

Los hermanos Fernando y Sara Bárcena, de Montealea (Parres). | Irma Collín

Los hermanos Fernando y Sara Bárcena, de Montealea (Parres). | Irma Collín / Mariola Riera

Mariola Riera

Mariola Riera

Sara y Fernando Bárcena Coro tienen 16 y 13 años, respectivamente. Son hermanos, residentes en Montealea (Parres), donde se han criado entre vacas en la ganadería familiar que dirigen sus padres, Rocío y Félix. Ambos son jóvenes aún, pero ya piensan en qué van a ser de mayores, y en su ánimo está recoger el testigo de sus padres.

Sin embargo, Sara no lo ve muy claro. No porque no le guste, sino porque es consciente de que la situación no pinta bien.

Ella y su hermano oyen a sus padres hablar en casa de cómo están las cosas y... Sara se echa a llorar sin apenas poder explicar a LA NUEVA ESPAÑA por qué decidió plantarse este lunes en Oviedo en la gran manifestación del medio rural, en compañía de Fernando y de su madre. "A mí y a mi hermano esto nos gusta, pero es que las cosas están muy mal. Nuestros padres no quieren que nos dediquemos a esto. Nos animan a otra cosa porque esto va a desaparecer, pero yo no quiero, quiero seguir y no sé si podré", relata emocionada la parraguesa.

El lobo no es cuento y hace llorar a Sara

Paloma Camino, de Nava, con los restos de una oveja xalda que le mató el lobo en noviembre. / Mariola Riera

El lobo es la bestia negra de la familia Bárcena Coro, que crían en Montealea 170 vacas de carne y de leche. "Mis padres llevan toda la vida trabajando, han logrado salir adelante y cuando piensan que tienen algo llega esto del lobo...", explica Sara con los ojos llenos de lágrimas.

"Esto" del lobo a lo que se refiere la joven es la protección de la especie decretada por el Ministerio de Transición Ecológica con el fin de que no se puedan abatir ejemplares como reclaman los ganaderos asturianos, quienes advierten de que hay sobrepoblación y que los ataques a sus reses van en aumento, algo insostenible para un sector que suma muchos meses con los costes de producción disparados. Perder animales por ataques es una gran pérdida económica y en muchos ocasiones, denuncian, sin contraprestación por parte de la administración pública.

Lo sabe bien la ganadera naveta Paloma Camino, quien acudió a Oviedo con la prueba del delito: los restos de una oveja xalda que el lobo le mató en noviembre, y que dejó colgados de la valla que hay delante del edificio de la Presidencia del Gobierno entre las muchas pancartas que portaron los manifestantes. Allí quedó la piel de la oveja hacia la una de la tarde. Tres horas después fue retirada, junto con las citadas pancartas. No quedó ni una.

"Es evidente por qué estar aquí en la protesta. Necesitamos que nos apoyen y que nos ayuden", explicó Camino, quien a día de hoy no ha cobrado nada por los animales que ha perdido a cuenta de los ataques. "Hay que luchar por esto, pero seguir adelante se hace difícil".

El lobo no es cuento y hace llorar a Sara

Ángel Manuel Gutiérrez, de Llanes, con su pancarta dirigida al Presidente. / Mariola Riera

Lo mismo opina Ángel Manuel Gutiérrez, ganadero de Llanes. "La costa está muy mala", resume este profesional de 37 años y con dos hijos que, "si quieren, se dedicarán a esto, aunque no sé muy bien si podrán". Gutiérrez perdió de una tanda 13 cabras el pasado invierno por un ataque. Todavía no cobró indemnización alguna.

"Hay bastantes lobos, pero con uno que haya ya supone una amenaza para nuestras cabañas", lamenta el ganadero llanisco, quien también pone la vista en el estado de los montes. "No se limpian, por eso hay incendios fuertes, porque todo arde más fácilmente. Son necesarias quemas controladas y más habituales".

Suscríbete para seguir leyendo