Transformar la grasa blanca (la más común en adultos) en parda (la que tienen los bebés) ayudaría a prevenir el cáncer de próstata, revela un estudio asturiano

La generación de tejido "bueno" se lograría, según los investigadores de la Universidad de Oviedo, con la exposición al frío, el ejercicio físico y la ingesta de alimentos, como los ricos en omega 3 y la capsaicina del pimiento picante

Por la izquierda, los investigadores Alejandro Álvarez Artime, Rosa M. Sainz, David Hevia, Pedro González, Belén García Soler, Rafael Cernuda, Juan C. Mayo y Sheila Fernández Vega.

Por la izquierda, los investigadores Alejandro Álvarez Artime, Rosa M. Sainz, David Hevia, Pedro González, Belén García Soler, Rafael Cernuda, Juan C. Mayo y Sheila Fernández Vega. / UNIOVI

Mónica G. Salas

Mónica G. Salas

La transformación de grasa corporal blanca (la más común en adultos) en parda (la que tienen los bebés) puede ayudar a prevenir el cáncer de próstata. Así lo demuestran investigadores del Instituto Universitario de Oncología del Principado de Asturias (IUOPA), que concluyen que los andrógenos (las hormonas masculinas que provocan el crecimiento de este cáncer) cumplen un papel clave en el control del contenido del tejido adiposo que rodea al tumor. La generación de grasa parda se conseguiría con el ejercicio físico y la ingesta de ciertos alimentos, como la capsaicina de los pimientos picantes, el resveratrol (está presente en cacahuetes, moras, arándanos, uvas...) o los ácidos grasos omega 3, pero sobre todo con la exposición al frío. Esto último, por ejemplo, «se ha probado en pacientes de diabetes, exponiéndolos durante diez días a temperaturas de 14-16 grados durante unas horas», aclara Rosa María Sainz, directora del IUOPA. 

Es la primera vez, según los científicos de la Universidad de Oviedo, que se estudia «con claridad» el papel que juega la grasa parda en el cáncer. Y los resultados son prometedores. «Nuestros datos demuestran que mientras la grasa blanca, propia de la obesidad, contribuye al crecimiento y la progresión tumoral, la presencia de grasa parda en el entorno del tumor previene su crecimiento», subraya Alejandro Álvarez Artime, primer firmante del artículo, publicado en la revista «Cell Communication and Signaling», de máximo impacto en su área de conocimiento. Los investigadores llegaron a esta conclusión tras realizar estudios con ratones. «Encontramos que, en estos animales, el contenido en grasa blanca y parda estaba alterado por la ausencia de andrógenos, describiendo por primera vez la aparición de tejido adiposo pardo próximo a la próstata tras la eliminación de testosterona circulante», comenta Álvarez Artime. 

Rosa María Sainz explica qué es, en realidad, una grasa parda. «Es una forma de grasa que genera calor y que desaparece con la edad, quedando reducida a pequeños nichos tisulares en las proximidades de riñones, timo o en la base del cuello. Es un tipo de grasa frecuente en el panículo adiposo de bebés (vienen a ser los «rollitos» de la piel) y tiene por objeto mantener su temperatura corporal», detalla.

La única forma de favorecer su generación y desplazar a la grasa mala, la blanda, sería, como ya se comentó, con frío. «El ejercicio físico también tiene una cierta capacidad de producir señales nerviosas o químicas que imcrementan la grasa parda. Y en el caso de los alimentos, la capsaicina de los pimientos picantes, el resveratrol o los ácidos omega 3 se han propuesto como moléculas que favorecen su aparición. Aunque los mecanismos de estos últimos no se conocen completamente», remata. 

Suscríbete para seguir leyendo