Sin miedo

Del entusiasmo a la insensatez en la protección ante infecciones como la gripe, el resfriado o el covid

Ricardo V. Montoto

Ricardo V. Montoto

Pero claro, nos confiamos, bajamos la guardia y ya estamos rodeados de virus por todas partes. Y es que lo volvemos a ver en las calles, en los bares, en los espacios cerrados: apelotonamientos, poca protección, toses y estornudos a discreción.

Miren que lo teníamos fácil para aprender, que del drama padecido deberíamos haber entendido algo, pero da la impresión de que no van por ahí los tiros, y que si antes éramos bastante tontos, ahora lo somos más.

Señora, si advierte usted los primeros síntomas catarrales o amanece extraña, con algo de fiebre, procure quedarse en casa. Pero si no le es posible, póngase una mascarilla en vez de recorrer el supermercado a escape libre. Por si acaso, que seguramente no será nada serio, pero para qué andar por ahí extendiéndolo.

Y usted, paisano, no sé cómo lo vamos a hacer para que comprenda de una puñetera vez que la gripe, el covid y hasta los resfriados hay que pasarlos en casa, a ser posible, metidito en la cama, y no en el bar. Y si no resiste un breve confinamiento –porque ya saben que hay mucha gente que lleva a rajatabla eso de que "en ningún lugar como fuera de casa"–, al menos póngase la mascarilla y evite los lugares públicos cerrados durante unos pocos días, que tampoco es tanto pedir, me parece.

Al igual que ponemos como ejemplo de excelencia el sistema educativo finlandés, pero después seguimos el rumbo opuesto, nos fijamos en los japoneses, que a la menor sospecha de estar enfermos se cubren nariz y boca. Pero no imitamos su conducta. E indefectiblemente, llegados los primeros fríos enfermamos en masa, porque los infectados se encargan de esparcir sus virus por doquier en vez de adoptar las medidas de precaución. Pues no hay manera de corregirnos. Se nos pasó el miedo al coronavirus y tras la histeria inicial –recuerden lo que pasó con el papel higiénico, la lejía, los guantes y el gel hidroalcohólico– volvimos con entusiasmo a la insensatez y la conducta desaprensiva.

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