Opinión | Dando la lata

Veinte euros

Un dinero perdido en una petición por una supuesta urgencia

El tipo me abordó justo cuando entraba en mi portal y, con la respiración agitada y los ojos enrojecidos, me pidió 20 euros. Una urgencia, unos medicamentos para la mujer y no sé qué más. El asunto desprendía cierto tufo a camelo, pero era una cara conocida, alguien que vive cerca, con el que no me trato pero al que veo habitualmente. Pues ahí fueron los 20 euros, que según entregué di por perdidos, albergando la esperanza de que supusieran un cierto alivio a una persona en apuros. Tomó el billete y salió despavorido, no precisamente en dirección a la farmacia. Y así quedó la cosa.

Bueno, pues poco después vi que se aproximaba por mi acera. Por supuesto que yo no iba a hacer el menor comentario sobre el asunto. Hola y adiós. Pero el individuo, al verme venir, frenó en seco, movió las piernas como Chiquito de La Calzada cuando decía lo de "no puedo, no puedo", y cambió repentinamente de acera para intentar ocultarse tras un furgón. Pero es que, aún peor, como Mieres es pequeño y, además, basta que quieras evitar a alguien para que te lo encuentres en cada esquina, en mis idas y venidas he podido comprobar que este pobre infeliz, para no coincidir –conmigo y supongo que con algún afectado más–, ha modificado sus rutas habituales, por lo que para ir del punto a al b se obliga a dar unos rodeos tremendos. Y como no se lo puedo expresar en persona, porque sale corriendo, aprovecharé este foro, a ver si hay suerte:

Vamos a ver, criatura, que no pasa nada. Vive tranquilo –al menos en lo que a mí concierne– porque ese dinero salió de mi bolsillo para no volver, y si sirvió para algo, mejor. Pero deja de huir estúpidamente porque acaba siendo más molesto el ridículo que estás haciendo que el sentimiento de engaño.

Ya está, olvidemos el tema, borremos de la memoria la escena de los 20 euros, como si jamás hubiera existido. Así de fácil.