Porrón entrega los guantes: "Tener a 25 personas a tu cargo y jugar es agotador"

El meta del Lealtad se retira para centrarse en gestionar las pastelerías de su familia

Javi Porrón, en una de las confeterías de su familia. |

Javi Porrón, en una de las confeterías de su familia. | / David Cabo

Antonio Lorca

Antonio Lorca

Javi Porrón terminó de convencerse de que había llegado el momento de dejar el fútbol el pasado Domingo de Ramos, cuando el Lealtad jugaba en Llanes y él, reconocido portero ovetense, llegó poco más de media hora antes del comienzo del partido. La carga de trabajo de su negocio, un obrador de pasteles, con tres tiendas en Oviedo y servicio de catering, unido a los entrenamientos y partidos le estaban empezando a pasar factura: "Se han dado unas circunstancias familiares y personales que hacen que la exigencia en el trabajo, sobre todo en algunas épocas del año, sea muy alta".

Sentado en una cafetería próxima a uno de sus locales en Oviedo, las populares confiterías Ovetus, Porrón contesta preguntas al mismo tiempo que responde al móvil. Tras explicar a alguien que dan la opción de "elegir entre bizcocho y mousse", rememora la despedida que le brindaron el domingo en Les Caleyes tras su último partido como futbolista, ante el Condal, del que jugó sólo los diez primeros minutos debido a una lesión: "Fue muy emotivo, estuvo en el campo gente que jugó conmigo, recibí muchos mensajes, todos muy cariñosos, es gratificante y bonito. Me dieron una camiseta, me hicieron un vídeo… El Lealtad es mi casa y le deseo lo mejor para el futuro".

Nacido el 13 de junio de 1987, el ovetense pasó por las canteras del Astur y el Oviedo, en una época complicada del conjunto azul, ingresando luego en los juveniles del Avilés, equipo con el que llegó a jugar en Tercera. A partir de ahí llegaron Pumarín, Colloto, Universidad y un par de experiencias fuera de Asturias, en el Rayo Majadahonda, en Madrid, y en el Pinatar, en Murcia. Volvió a Asturias para jugar en el Cudillero y luego llegaron ocho grandes años en el Lealtad. Él fue el protagonista, en 2014, del ascenso a Segunda B, siendo decisivo en la tanda de penaltis ante el Puertollano. Tras cuatro años seguidos en Segunda B, interrumpió su etapa en Villaviciosa para jugar un año en el Marino, también en Segunda B, y después, de vuelta a Tercera, en el Caudal, su último equipo antes de regresar a casa, al Lealtad, donde ha puesto punto y final a una carrera con tres premios al portero menos goleado, una Copa Federación y un ascenso a Segunda B.

"Los partidos me obligan a levantarme a las 5 de la mañana para llegar a jugar, luego, después tengo que volver hasta al menos las 10.30 de la noche, y el lunes, vuelta a empezar. Es un negocio del que hay que estar pendiente, tengo a 25 personas a mi cargo, mi padre se jubiló y no es compatible todo. Para mí no cabe la posibilidad de dejar de ir a entrenar y ya estaba empezando a fallar, estaba empezando a notarme muy cansado, agotado", explica el jugador sobre las razones que le han llevado a tomar una decisión que le hubiera gustado posponer: "Me dolió mucho tomar esta decisión, podría haber alargado mi trayectoria un par de años más, pero no sirvo para estar a medias".

Porrón ha sido un portero muy cotizado en el fútbol asturiano, de los que podía elegir equipo en Tercera y al que querían los que subían a Segunda B (ahora Segunda RFEF), un meta seguro, con muchos reflejos y al que quizás solo le han faltado unos centímetros de estatura y mucho tiempo libre para haber dado el salto total al profesionalismo. "Como portero me considero un currante, no soy alto, pero sí rápido y ágil, me gusta el trabajo del día a día, cuidar el estado físico e ir mejorando con el trabajo", explica sobre sus virtudes.

Cuando era un niño y empezaba a querer ser portero se fijaba en Cañizares y Oliver Khan, "por lo que transmitían, por su carácter, su personalidad, todo lo que englobaban". Más tarde, pudo enfrentarse a Esteban, otro de sus ídolos: "En El Requexón iba siempre a ver a Esteban y luego lo conocí, nos enfrentamos y fuimos compañeros de profesión, aunque él fue un profesional y lo mío fuera casi un hobby".

En su memoria, quizá el momento más recordado de su trayectoria futbolística sea "el ascenso del Lealtad", aunque están también "las permanencias" y, sobre todo, la sensación de estar siendo "semiprofesional". "El hecho de encontrarme bien, de saber que estoy a buen nivel, es algo con lo que también me quedo", añade. Tuvo opciones para salir de Asturias, pero la tierra y el negocio familiar "pesaron más". Ahora, ya sin el fútbol, podrá permitirse levantarse a las 6.30, ir a su tienda de la plaza San Miguel y descansar un poco por la tarde. Y, cuando recupere fuerzas, echará de menos la soledad del portero.

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