Fútbol es fútbol

Julio Verne, Sócrates y el tocino

Antonio Rico

Antonio Rico

1. Julio Verne en las escuelas. Gündogan ha pasado de ser el capitán del Manchester City campeón de Europa a ser un futbolista más del Barça que aspira a no volver a hacer el ridículo en Europa, y lo ha hecho sin mucho ruido y ningún aspaviento. El futbolista alemán asegura sentirse cómodo en lo invisible porque, a diferencia de Ronaldo, Neymar e incluso Mbappé, no necesita llamar la atención para llamar la atención. El gran Julio Verne decía que si se quiere instruir hay que hacerlo sin que se note, y si se quiere jugar como centrocampista en el City o en el Barça hay que mover la pelota y el equipo sin que se note. Como Busquets. Si la instrucción no se desliza en la acción, decía también Verne, se falla en el objetivo. Así que se trata de jugar al fútbol sin que se note, pero notándose. Muy difícil. Eso lo hacía Zidane cuando era un futbolista y lo hace como entrenador. Gündogan podría ser un gran entrenador, pero ahora lo que se lleva es la "intensidad", los gestos y las coreografías en el escenario del área técnica de un Simeone o un Klopp. En los cursos de entrenadores (y en las escuelas) debería ser obligatorio leer a Julio Verne.

2. Sócrates y el rugby. En una vitrina del Museo Arqueológico de Estambul hay un cartel que dice que en Anatolia Occidental hubo un renacimiento filosófico que protagonizaron Sócrates, Platón y Aristóteles. Mmmmmmmmm… ¿Anatolia Occidental? ¿Se puede decir que Grecia es Anatolia Occidental? Se puede, pero es raro. Sócrates no fue exactamente un pensador anatolio, sino más bien griego. El Paris Saint-Germain no es un equipo del Golfo Pérsico occidental, y Gandhi no era un político y activista de la Gran Bretaña oriental. Y del mismo modo que Sócrates no es un filósofo anatolio y Gandhi no es un pacifista británico, el rugby no es el fútbol jugado con un balón picudo que se puede tocar con la mano. Lo escuché en un bar de Gijón, y nadie contradijo al autor de la sentencia: "El rugby es un fútbol rarísimo". Ya. Y Sócrates es un anatolio rarísimo, y el PSG es un arábigo rarísimo, y Gandhi es un británico rarísimo. Como decían Faemino y Cansado, a mala hostia todo vuela. Si nos ponemos, el rugby es un pariente pobre (ejem) del fútbol al que dejamos entrar en casa (en el televisor del salón o del bar) cuando hay una Copa del Mundo. Pero creo que es mejor dejar a Sócrates donde mejor se encontraba, en el ágora de Atenas, charlando de filosofía con quisiera someterse a examen a sí mismo.

3. Tocinofilia futbolera. Como dice el hispanista estadounidense William P. Childers, la práctica en el siglo XVI de ostentar el jamón y el tocino en las casas para alardear de la fe en Jesucristo (no comer tocino era la principal herejía de las minorías judeoconversa y morisca) persiste en la cultura gastronómica ibérica hasta hoy, y es el origen de la exagerada tocinofilia española presente en tantos bares y mercados. Los historiadores del fútbol tendrán que rastrear el origen de la toquefilia de los futboleros españoles, que incluye el odio al patadón y el gesto de fastidio ante un delantero como Luuk de Jong que marca goles pero no maneja la pelota como un experto cortador se enfrenta al corte y tratamiento de un jamón. Los judeoconversos y moriscos que vienen del viejo fútbol tienen que hacer ostentación de su fe en el toque gritando "¡ohhhhhhhh!" en el triple caño de Balde, Cancelo y Yamal en el partido Barça-Betis y, así, los bares y mercados están llenos de jamones de caños y tocinos de toques "exquisitos". El jamón está muy rico, pero no siempre mete goles y no es el único manjar que llena el estómago de puntos. Nunca hay que confundir la velocidad con el tocino.

Suscríbete para seguir leyendo