Cimadevilla conmemora los 50 años del "Retablo del mar": "Esta es nuestra vida"

Los vecinos y visitantes a la Casa Natal Jovellanos ensalzan la obra de Miranda recordando a sus familiares representados en ella: "Es una absoluta maravilla"

Sergio García

"Esto es Cimadevilla, esta es nuestra vida". Son palabras de Violeta Gómez, vecina del barrio alto. En el Museo Casa Natal de Jovellanos se encuentra una de las reliquias más veneradas por los gijoneses. Es el "Retablo del mar", obra del escultor Sebastián Miranda inspirada en los playos. La pieza llegó a la ciudad el día 16 de enero de 1973. Cincuenta años más tarde, los vecinos rememoran una recreación "preciosa", como reivindica Gómez. Para Violeta Gómez, el retablo posee una significación especial. El motivo no es otro que su abuela, María "la Monroya", representada por Miranda con sumo detalle. Era pescadora. "La reconozco bien, tiene la misma cara de mi madre", cuenta Gómez, que refleja el "orgullo" por contemplar a su familiar en una pieza tan icónica del imaginario gijonés.

La madera policromada de la escultura da vida a los 156 personajes populares simbolizados por el autor ovetense, que deseaba transmitir el día a día en la Rula de Gijón, en el muelle. Gómez apenas visita el imponente retablo, de 2,20 metros de alto; 5,10 metros de ancho y 0,40 metros de profundidad. Sin embargo, cuando lo hace, los recuerdos se abren camino. "Es una absoluta maravilla", proclama Gonzalo Rimada, de 78 años, un "playu de nacimiento". "Vivo en La Calzada, pero mi barrio es este", sentencia Charo García en referencia a Cimadevilla, del que destaca la "unión" de todos. Pilar Cuesta no sabe, a ciencia cierta, si algunas de sus familiares están presentes en la pieza. "Si las veo, a lo mejor las conozco", bromea esta vecina del barrio alto "de toda la vida". Su madre trabajaba en la Rula y su abuelo era patrón de pesca, por lo que el retablo guarda una conexión muy fuerte con ella.

La obra atrae cada día de muchos visitantes. No solo a vecinos de la zona. "Representa bien la idiosincrasia", subraya, por su parte, Juan Perotti, de Langreo, que ensalza la calidad del "paisaje y el paisanaje" que integran la obra, de la que pondera su valor por encarnar "la vida en el mar, que era la esencia de la ciudad". Perotti, incapaz de detenerse en la sala con el objetivo de contemplar cada matiz del retablo, incide en que "Cimadevilla es el corazón de Gijón". A su lado, Olga Vera, absorta, mira por enésima vez la escultura. "Es una pasada, una gran manera de representar la vida en el barrio", confiesa.

En familia acudió ayer Jorge Alonso, con el objetivo de que los más pequeños conozcan el pasado gijonés. Su hijo, Leo, y su sobrino, Solomon Costa, revolotean, inquietos, por la sala. Jorge ejerce de "guía" particular. "Es una obra que realmente explica cómo era Gijón antes", comenta Alonso, que, pese a que acostumbra a viajar por el mundo, "está muy ligado" a Asturias. "El retablo del mar" le ha cautivado. "Es una exposición fantástica, única", remarca. Asimismo, elogia la "ambición" del autor para mostrar la cotidianidad de la época, con los vecinos de la zona como grandes protagonistas. "Es una obra que requiere calma para disfrutarla", sostiene Alonso, que insiste en la relevancia de ser conscientes del pasado. "Hoy en día, la sociedad va tan rápido...", asevera. Para su hijo, Leo, la experiencia ha merecido la pena. "Es muy guay, se ve tan antiguo...", apunta. Apenas alberga dudas sobre los elementos que más han captado su atención. "Los pescados", menciona, sin titubeos.

Rodrigo Seoane y Dori Ojeda llegan desde Avilés. Su primer encuentro con el "Retablo" no ha podido ser más satisfactorio. "Impresiona, en madera resaltan más las figuras", dice Seoane, que se esmera por apreciar cada detalle. Ojeda coincide. "Es alucinante a simple vista", afirma sobre una obra que retrotrae a sus visitantes al Gijón de medio siglo atrás, al Gijón más "playu".

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