Piragüismo grupista en el exilio de Trasona: "En ir y volver perdemos mucho tiempo y los días en invierno van a ser más cortos"

Los jóvenes deportistas urgen soluciones al cierre del anillo navegable ante la llegada del invierno y la vuelta a clase

"En Naval Gijón no se cumplen los requisitos de seguridad mínimos para la práctica con niños", advierten los monitores

Carla Martínez

La joven Elsa Moreda quiere labrarse un futuro deportivo en el mundo del piragüismo, pero las circunstancias le son adversas desde que, junto al resto de compañeros de la sección del Grupo Covadonga, se ven abocados al exilio de Trasona (Corvera) tras el cierre de las compuertas del anillo navegable hace ya casi cuatro años, primero, y desde que se puso en marcha el proyecto de renaturalización del Piles, que mantendrá esta práctica deportiva alejada del río al menos hasta 2025. "Algunos días, si estoy de exámenes, tengo que faltar a entrenar, porque entre ir y volver se pierde mucho", reconoce esta piragüista gijonesa después de una sesión de entrenamiento en el embalse. Como ella, son muchos los incipientes deportistas que han visto complicado su futuro. Esperan por una solución, pero los mayores ya advierten que otros espacios como Naval Gijón (una de las opciones que, como desveló LA NUEVA ESPAÑA, maneja el gobierno local como alternativa al anillo) "no cumplen los requisitos de seguridad mínimos para la práctica con niños".

A medio plazo, los grupistas tienen asumido su futuro para practicar piragüismo. "Está previsto que la obra de renaturalización se finalice en 2025, pero aun así en el Piles no vamos a poder palear porque nos quitan la presa y nos vuelan la compuerta", reflexiona Almudena Ávila Cantora, monitora de la sección de Piragüismo del Grupo Covadonga. Entiende que cuando concluyan las labores "se debería de poner un sistema, y siempre y cuando, el Ayuntamiento lo permita y no se pierda financiación europea". Pero hasta entonces tienen que esperar.

Las opciones alternativas, como, Trasona, donde han pasado el verano, tienen el problema que, a pesar de brindarles un mayor espacio, son conscientes de que el invierno se les hará duro y largo. "El principal problema es compaginarlo con los estudios. Además, las instalaciones están preparadas para albergar a equis personas, pero si llega un autobús con más de treinta niños, que se tienen que duchar, etc., pues es difícil. En verano lo podemos hacer, pero en invierno es imposible y el pantano no está iluminado como para poder traerlos por la noche. Al final para venir a entrenar una hora, perdemos cuatro", argumenta Celia Remis, otra de las monitoras. Esa tesis la secunda la joven piragüista Carmen Díaz Martínez: "el viaje hasta aquí es largo, aunque como venimos con amigos se hace un poco más corto, pero no es lo mismo que estar al lado de casa, aquí se pierde mucho tiempo".

Ese trasiego de un sitio a otro ha provocado la reducción del número de inscritos en la sección. "Cuando empezamos con este problema estábamos en apogeo, algo que es muy difícil en deportes minoritarios como el piragüismo. Teníamos una ola creciente de 139 licencias y ahora mismo nos cuesta llegar a las 100", desvela Ávila Cantora, que se pregunta por qué no pueden buscar soluciones que permitan el uso compartido de espacios naturales y la práctica del deporte. "Tenemos muchos ejemplos en Europa de ríos canalizados y que se están utilizando para la práctica deportiva. ¿Por qué eso no es viable en Gijón?", interpela la monitora grupista.

Más cerca de su anillo navegable de siempre tienen los terrenos de Naval Gijón, que se plantean como alternativa al anillo. "Puede ser viable, pero no para la iniciación. No cumplen los requisitos de seguridad mínimos para la práctica con niños, ya que tienen entre seis y ocho años, son muy pequeños", advierte Almudena Ávila. La clave está en garantizar el bienestar de los pupilos. "Esa seguridad la teníamos en el anillo. Había una senda paralela al río donde el monitor podía seguir el entrenamiento en bicicleta, lo que le permitía estar encima y controlando en todo momento a los deportistas. Todo eso no es viable en mar abierto, por mucho que se construya algo que proteja de las olas. La marea influye, las olas suben y bajan, no se cumplen los requisitos", explican los grupistas.

Todos ellos echan de menos el Piles, aunque no por eso las condiciones en el anillo eran siempre las más óptimas. "Hay una gran diferencia de entrenar en Trasona, a entrenar en el Piles. Allí está muy sucio. De hecho, cuando crecen las algas no se puede casi palear". Una explicación más detallada sobre este tema la ofrece el monitor Borja Prieto. "Es totalmente imposible palear normal en el Piles, porque cada cinco paladas estás tocando el suelo. Esos sedimentos que se están dejando en el río con el tema de la renaturalización nos está comiendo terreno. Ha creado unas isletas que, si antes nosotros montábamos desde el club, ahora tenemos que bajar 400 metros más".

No niegan, por tanto, que sea necesaria la renaturalización del río Piles. "Los primeros que hablamos de este término fuimos nosotros que estamos asesorados por Paco Pellicer, partícipe de la renaturalización del Ebro y su paso por Zaragoza. Pero desde luego el problema del Piles no es el anillo, sino la contaminación. Supuestamente dentro de esta renaturalización iba a haber un saneamiento del río, pero no, y ese es el gran problema", defiende Ávila Cantora.

Ahora, con el final del verano y con los días haciéndose más cortos urgen una solución que resulte beneficiosa para los pequeños piragüistas que serán los deportistas de élite del mañana. "El hecho de que una instalación deportiva en la que se ha invertido tanto dinero no se mantenga en una ciudad como Gijón, que fue ciudad europea del deporte en 2016, es cuanto menos triste", lamentan los grupistas, que esperan que se encuentre un equilibrio entre la conservación ambiental y la práctica deportiva, permitiendo que el piragüismo siga siendo una parte integral de la identidad de Gijón. Pase lo que pase, ellos lo tienen claro: "el que hace piragüismo, es piragüista toda la vida".

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