Breve pero intenso paso por Ponferrada

El ilustrado amanece en la localidad leonesa, va a misa en San Agustín y reanuda su camino tras visitar el castillo, el ayuntamiento y el puente

Pablo Vázquez Otero

Pablo Vázquez Otero

Jovellanos pernoctaba en Ponferrada la noche del sábado 16 de junio de 1792, en casa de la familia Blanco, hoy recinto hotelero en la capital del Bierzo, pero la parada fue muy testimonial en esta ocasión ya que el viaje proseguía con premura y nos dice esto en su diario: "Domingo, 17.-Buena cama y buen sueño; madrugada a las cuatro y media; desayuno con los de Blanco; misa en San Agustín, donde nada notable. Las Casas de Ayuntamiento, aunque de ornato y proporciones mezquinas, son de buena idea y de sillería. Don Antonio Blanco tiene dos casas edificadas por él en la plaza: la suya, bien adornada y abastecida. Salida por el puente que da nombre al pueblo; pasa allí el Sil por una estrecha y honda garganta entre peñas. Parroquia de San Pedro; hay otra de San Andrés. Malísimo y molesto callejón de guijarros para bajar a la vega; vista de la villa, murada, con su castillo bastante fuerte. Bellas y fértiles huertas, y en ellas gran cantidad de almendros, que es la cosecha más preciosa del término. Vega en que el camino que corre por la derecha del Sil se va alejando de él. Vuelve a aparecer la vía militar, y algunos trozos de ella bien conservados".

A pesar de la breve parada y de un buen madrugón aún nos indica algún aspecto interesante de la bella ciudad de Ponferrada. Los Blanco ya comenté en el anterior capítulo que eran una de los más importantes linajes de la ciudad sin duda, y Antonio Blanco a quien Jovellanos menciona era regidor perpetuo de la población y fue Caballero de la Orden de Carlos III.

Pero es muy interesante aquí citar que Jovellanos nos dice que oyó misa en San Agustín y luego menciona el ayuntamiento como si todo estuviera junto en la misma plaza, y en realidad así era en aquel momento. Cuando hoy se visita Ponferrada y llegas a la plaza del ayuntamiento es difícil imaginar allí en medio una iglesia pero así fue, la plaza tal cual la vemos hoy está bien transformada. Vamos a hacer un pequeño viaje en el tiempo y observar como era la distribución de aquel espacio físico. En la década de 1530 los agustinos compraron unos terrenos en el llamado "Campo de las Eras" y fundan el convento de Nuestra Señora de Gracia. Previamente esta congregación había tenido otra ubicación en la ermita de Nuestra Señora de Pomboeza, que estaba a la entrada del puente romano sobre el río Boeza, en el término de Campo y pegado a otra ermita, la de San Blas. El edificio primigenio del convento cuando se traslada al centro de la actual Ponferrada iba en paralelo a la plaza, como un pabellón largo, llegaba incluso hasta la actual calle Jardines. La construcción constaba de claustro e iglesia, y las obras para su finalización se prolongaron más de un siglo. Para colocar sobre el plano actual de Ponferrada el convento decir que se alzaba sobre lo que hoy es el instituto Gil y Carrasco, en la misma plaza consistorial. De hecho el ayuntamiento que también cita don Gaspar, no comenzó a construirse hasta 1692, así que durante dos siglos convento, iglesia y ayuntamiento convivieron. Esto se finiquitó en 1875, años después de la muy citada desamortización de Mendizábal, que acabó con el derribo total del conjunto monástico, iglesia incluida. Aunque hubo algún otro intento de demolición se aprobó el derribo en 1873 con la idea de regularizar la plaza del Ayuntamiento. Como anécdota decir que a pesar de la indignación del obispo de Astorga que llegó a prometer no visitar más en su vida la villa de Ponferrada si se tiraba la iglesia hoy solo queda el recuerdo en los libros.

Por cierto, decir que la iglesia del convento, donde aquella mañana fue a misa nuestro ilustre viajero, era más bien pequeña, aunque lo mejor es leer la descripción que el historiador Vicente Fernández da en su libro "Ponferrada Artística y Monumental" donde dice lo siguiente: "Su planta era rectangular y de una sola nave. El ábside, de cinco lados, se cubre con una bóveda de terceletes y cuatro estribos oblicuos al exterior. La sacristía se encontraba adosada a la capilla mayor, por el lado de la epístola. A los pies de la iglesia estaba el coro y sobre la pared del mediodía se levantaba la portada principal y una espadaña triangular, con dos cuerpos de campanas".

El retablo de la iglesia

Y otra curiosidad para terminar con este emplazamiento es que el retablo que presidió la iglesia de san Agustín y que Jovellanos vio aquella mañana se conservó hasta la actualidad por azares de la historia en otro lugar ya citado aquí el capítulo anterior, la iglesia parroquial del pueblo de Almázcara. Un párroco de esta población a escasos kilómetros de Ponferrada se hizo cargo de él cuando lo topó en unos almacenes medio abandonado. Hoy luce en esta sencilla iglesia parroquial donde las imágenes de la vida de San Agustín son protagonistas, sobre todo la mítica leyenda del niño que con la concha pretendía vaciar el mar para llenar un agujero en la arena de una playa, y San Agustín que lo ve le advierte de la imposibilidad de tal cosa, mientras el niño le contesta con rotundidad que es igualmente imposible explicar el misterio de la Trinidad. El caso es que esa plaza de Ponferrada tan importante en la distribución de la ciudad hoy está muy modificada y Jovellanos así nos lo cuenta.

Dice Jovellanos que sale de la ciudad por el puente que da nombre a la población y ve las murallas y el castillo, y claro está que es necesario una mención de estos aspectos que aquí nos cita porque son hitos clave de la capital berciana.

Empezamos por el puente que como dijimos en el capítulo anterior mando hacer el obispo Osmundo hacia 1086 y que fue llamado también puente de la Puebla, muy cerca de otro lugar mencionado en ese fragmento por nuestro viajero, la iglesia de San Pedro, originaría del siglo XII. El mítico puente tuvo, hasta el siglo XVIII cuando fue necesario intervenir ante su estado casi ruinoso, un único arco de 16 metros de luz y cinco metros de ancho. Un puente que debía contar con unas cadenas de hierro para el pago del pontazgo, más o menos un peaje usando terminología actual, lo que le daría ese nombre de "Ponsferrata" que como bien dice Jovellanos dio nombre a la ciudad. Aún hoy pasando ese puente vemos esa misma imagen que don Gaspar vio del castillo porque de las murallas poco queda por desgracia, hoy se conserva algún vestigio de lo que fue una de sus puertas, la del Reloj o la Villa, de hecho llegó a tener cinco más, la del Comendador, la de las Nieves, la de Boeza y la del Paraisín. Allá por el siglo XII se construyó esta muralla como elemento defensivo para proteger los principales arrabales de la villa en torno a la iglesia de Santa María, la principal, y dejando fuera a los de San Pedro y San Andrés tal cual menciona Jovino al salir de la población.

Un gran recinto poligonal

Y dejo para el final el edificio icónico de la ciudad que es su castillo. En 1178 Fernando II de León permitió a la Orden del Temple establecerse en Ponferrada. Fueron estos míticos caballeros quienes amplían la pequeña fortaleza preexistente. Hasta el reinado de Fernando IV Ponferrada está bajo el control de la Orden y es cuando se produjo el juicio que terminaría con su disolución. En 1440, Ponferrada estará en manos de Pedro Álvarez Osorio, el primer conde de Lemos. A él se le deben las mas trascendentales obras para ver el castillo como hoy lo vemos. En los siglos XVII y XVIII y nombrado por los Reyes, hay un corregidor al mando y a mediados del XIX entra en decadencia hasta su recuperación actual.

Es un gran recinto poligonal, con más de 8.000 metros cuadrados, con un sistema defensivo espectacular, formado por barbacanas y torres que lo convierten en uno de esos castillos imprescindibles que se conservan en España.

Lo que acontece tras salir de Ponferrada lo vemos ya en el próximo capítulo.

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