Reanimar la plazuela

Contaba hace días el historiador Héctor Blanco en estas páginas que la plazuela San Miguel se está muriendo por el abandono que sufre su arbolado, a pesar de ser uno de los pocos espacios verdes del Centro (en el caso de que a un enclave tan pequeño y sin zonas de ocio propiamente dichas se le pueda dar esa consideración). A esta triste realidad se suma el cierre hace meses de la terraza que animaba las jornadas en torno al pequeño puesto que antaño fue un kiosco, debido al elevado canon del Ayuntamiento. La consecuencia de todo ello es que el popular óvalo que lleva el nombre del senador vitalicio nacido en Gijón se está convirtiendo en un mero lugar de paso en vez de ser un acogedor punto de encuentro y distensión. Las soluciones no parecen ni muy complejas ni muy caras.

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