Opinión

Corrupción de alto voltaje

Aprender la lección de casos como éste e impulsar un rearme moral

Todo el mundo puede compartir que la corrupción en sus diferentes grados constituye un verdadero cáncer para la democracia, pero cuando se produce en el entorno del partido mayoritario del gobierno el impacto social es mucho más grave, pues la cercanía del poder incide mucho más en la pérdida de la calidad del sistema político.

La aparición del caso de Koldo García ha revelado un déficit de controles y de criterios objetivos de gestión, que sorprende y desazona a la ciudadanía. El PSOE ha querido reaccionar con virulencia y con aparente firmeza al menos, para superar el trauma inevitable. Pero ha encontrado en José Luis Ábalos una contestación bastante inaudita para el tipo de praxis investigada.

La renuncia al acta de diputado que la Ejecutiva del partido le reclamó, no supone situarle en la culpabilidad penal en absoluto. Pero sí en una responsabilidad política in vigilando ineludible según los acontecimientos hasta ahora conocidos. Más aún, tampoco implica una expulsión definitiva de la actividad política, si luego se demostrara su inocencia penal. Recordemos el caso de Borrell, quien después de dimitir por un affaire tributario de dos colaboradores, ahora ha llegado a las más altas responsabilidades en España y en Europa.

Mientras tanto, los populares centran sus tiros en Pedro Sánchez, siguiendo una inercia temeraria e ineficaz para sus objetivos de acoso y derribo del Presidente, aprovechando todo lo que se mueve para conseguir un desgaste bastante improbable, sin quitar ninguna quiebra, que un caso de corrupción tan sangrante pueda producir en cualquier lógica política.

Ciertamente éste no es el único caso de beneficios ilegítimos aprovechando el efecto de la Pandemia, pero la constatación del abuso en otras latitudes nunca debe ser motivo de justificación de los propios flancos débiles del ejecutivo. Por ello, nada justifica la cerrazón de Ábalos, pues la responsabilidad política forma parte del escenario de corrupción por encima de que a nivel personal no hubiera nada condenable en su conducta. Ahora muchos se preguntan no sin razón, por qué Sánchez lo cesó en julio de 2021 aparentemente sin causa política alguna, caída que se unió a su destitución como secretario de organización del PSOE. Entonces la conclusión más lógica de la resistencia de Ábalos sería el hecho de "tirar de la manta", si bien él mismo señala que no hay "manta" alguna. Su obcecación le deja en claro fuera de juego para seguir la partida con la dignidad mínima de saber asumir su responsabilidad básica.

En todo caso, resulta necesario para propios y extraños aprender la lección de casos como éste e impulsar un rearme moral y un ejercicio de transparencia contundente, que limpie los procedimientos y garantice a la ciudadanía una gestión saludable de lo público, sin lo cual nuestra democracia estaría instalada en un déficit muy considerable, con repercusiones de todo orden en la convivencia social.

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