Opinión
El Papa y el apaciguamiento
Bergoglio y la invasión rusa de Ucrania
No parece haber nadie con mejor título para el buenismo que el Papa. Su altísimo magisterio predispone a quien le escucha a pensar que sus manifestaciones, además de meditadas y sustentadas en la mejor información, van encaminadas al logro del mayor bien, la paz, para la mayor cantidad de gentes; el orbe entero si por el fuese.
No obstante lo anterior, a mí, en ocasiones, me hace pensar que sus asesores vaticanos no son tan excelentes como cabría pensar de una institución con tanta experiencia a sus espaldas, y hoy, traídas en volandas por la prensa, ha vuelto a dejarme ojiplático, por utilizar un adjetivo moderado por aquello de que las palabras impresas quedan para siempre, si bien lo que me viene sean unas cuantas expresiones mucho más gruesas.
Vamos a ver, señor Bergoglio, vale que lo de la paz siempre queda bien, y, sobre todo, no compromete; pero en esta ocasión se ha pasado usted un montón de pueblos. ¿No ha oído usted hablar de la política del apaciguamiento? Aquella actitud de los políticos europeos de entreguerras que llevó a que Adolf Hitler se envalentonase y después viniese lo que vino. Hable usted con los polacos, los del Papa Wojtyla, que se están empeñando para un par de generaciones a base de comprar armamento, ¿Cree Su Santidad que lo hacen por deporte o porque no se fían de Putin? Y del resto de Europa, habría que añadir.
El imperialismo ruso, del que Putin es cabeza pero que alcanza a la mayoría de esa nación, incluyendo el hoy santificado Navalny, tiene actualmente a Ucrania como lo que fueron los Sudetes en su momento, aunque en estos tiempos la mayoría del personal piense que eso es un grupo de gente que se la suda todo, y ni los que turistean en la región de Bohemia lo tenga claro. Ucrania es sólo el comienzo, como ayer lo fueron los Sudetes.
Los ucranianos no están siendo derrotados, pese a la lacerante falta de municiones que están sufriendo en esta fase de la guerra, tanto es así que el presidente Zelenski va aprobar el regreso a casa de aquellos que se encontraban en el servicio militar en el momento de la invasión, y ello será a costa de la rebaja de la edad mínima para los nuevos conscriptos de 27 a 25 años, porque Ucrania, señor Bergoglio, piensa en el futuro de la nación y no quiere ni puede laminar a una entera generación.
Es Europa, pese a los indudables progresos que se han hecho, la que se arriesga a ser derrotada si Ucrania se aviene, como Su Santidad propone, a negociar. Será sólo el principio. Será un falso apaciguamiento.
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