El libro hecho en Asturias se abre al mundo

Los editores asturianos, presentes por primera vez en la Feria de Fráncfort, viven un momento dulce, solo enturbiado por el alza de los precios del papel, después de un 2021 con unas ventas de récord

El libro hecho en Asturias se abre al mundo

El libro hecho en Asturias se abre al mundo

El sector editorial asturiano ha desembarcado por primera vez en la Feria de Fráncfort, que junto a la de Guadalajara (México) es la gran referencia mundial del mercado del libro. España es el país invitado de esta edición y el Principado ha puesto a disposición de los editores un stand en el que están representadas las producciones de una decena de sellos de la región y además del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo. La Consejería de Cultura ha respaldado la presencia en la feria de dos escritores asturianos: Paco Álvarez y Xuan Bello. Daniel Álvarez Prendes y Laura Sandoval, de la editorial Hoja de Lata, son los únicos editores que han acudido en persona a Fráncfort a tener contactos, rastrear posibles libros publicados en el extranjero que traducir al español o a promocionar su catálogo en castellano. Ya tienen "buenas sensaciones" sobre la posibilidad de que se traduzca al francés y al inglés la novela "Lluvia de agosto", del escritor gijonés Francisco Álvarez, sobre la muerte del anarquista Buenaventura Durruti, un volumen que ya ha sido traducido al alemán, al italiano que próximamente se publicará en griego.

"Nosotros ya vinimos una vez antes de la pandemia. Esta es una manera de darte a conocer, de entablar relaciones con agentes, con editoriales. Por ejemplo, hoy (por el viernes) un editor francés se interesó por nosotros al darse cuenta de que fuimos los editores de ‘Tea Rooms’, de Luisa Carnés, que se publicó en Francia en 2022 y que para él era una referencia. Le dijimos: mira, éste ya no te lo podemos vender, pero te vamos a vender otro que es muy bueno”, cuenta Daniel Álvarez en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA desde el stand de la Feria de Fráncfort. "El sector editorial en Asturias vive un momento muy dulce, muy interesante. Hay tres editoriales de tamaño mediano que son muy clásicas y están muy establecidas. Luego hay por ahí ese minifundismo de editoriales de una o dos personas, como puede ser Hoja de Lata, que tenemos muy clara nuestra identidad asturiana pero también vocación de abrirnos al exterior porque estamos convencidísimos de la calidad de nuestro catálogo y nos gusta defenderlo de delante de todo el mundo", explica Álvarez Prendes, que también es secretario del Gremio de Editores de Asturias. Y añade: "Quizá esa sea la novedad del sector editorial asturiano, el haber roto las ataduras, quitarnos la vergüenza y salir afuera a defender nuestros títulos, plenamente convencidos de que lo que publicamos es universal y puede tener un interés universal. Por eso agradecemos mucho iniciativas como la del Principado de poner los medios para que podamos estar aquí con un stand".

Ana Roza, presidenta del Gremio de Editores y propietaria del sello Delallama, subraya la importancia de esta presencia en la feria alemana. "Estar en Fráncfort, con el apoyo de la Consejería de Cultura, es un gran paso para el Gremio. Es la feria profesional del libro por excelencia, muy importante para venta de derechos y traducciones. Para nosotros es el colofón a un año en el que hemos mostrado lo que se hace en Asturias en San Jordi, en la Feria de León, en la Feria de Madrid, en Liber y ahora en Fráncfort. Un esfuerzo grande para las 26 editoriales asociadas, pero que compensa porque creo que cada vez tenemos más visibilidad. Intentaremos estar también en Guadalajara, en México, una feria muy interesante para el mercado americano".

"En Asturias se está haciendo una estupenda labor por parte de las editoriales independientes, por los escritores y escritoras, tanto en castellano como en asturiano, y por las librerías, que se esfuerzan en mostrar lo que aquí se produce"

Su análisis del potencial del sector en Asturias es muy positivo, aunque con nubarrones en el horizonte: "El sector editorial lleva años en una crisis constante, pero ahí sigue. En Asturias se está haciendo una estupenda labor por parte de las editoriales independientes, por los escritores y escritoras, tanto en castellano como en asturiano, y por las librerías, que se esfuerzan en mostrar lo que aquí se produce. Solo en el gremio somos 26 editoriales que abarcan todo tipo de géneros y materias, muchas con proyección nacional y otras muy interesantes por sus contenidos. Pero el precio disparado del papel, y el acopio de éste por los grandes grupos editoriales está haciendo que la impresión haya subido más de un 25 por ciento, y eso es inasumible para una editorial pequeña con tiradas cortas. Porque, además, no se puede repercutir toda esa subida en el precio del libro, ya que restaría compradores en un momento de bajo consumo. Así que estamos en un momento muy difícil. Si los precios no se moderan, el año que viene lo pasaremos mal y tendremos que dejar de editar proyectos interesantes".

El 2022 de la carestía llega después de un año memorable, el 2021. "Efectivamente, fue muy bueno, quizá por la salida de la pandemia y porque todos nos dimos cuenta de la importancia de un buen libro. El consumo iba bien y en las librerías se veía movimiento. Pero con 2022 vino la subida de materiales y el miedo al consumo. Nos preocupa sobre todo el final de año, estos dos meses antes de Navidad, fundamentales para las ventas del sector", explica Ana Roza.

En un sentido similar se explica Daniel Álvarez, de Hoja de Lata: "El año 2021 fue histórico. El subidón de 2021 parece que tiene relación con la pandemia. Quizá en 2020 revalorizamos el hecho de la lectura por tener que estar encerrados en casa. Después de hartarte de ver series de Netflix muchos se pusieron a leer. Hubo un momento clarísimo en el que la gente ya había leído el fondo de armario de la biblioteca que tenía en casa, y después se lanzó a comprar libros. Parece que en 2021, pese a que ya estaban abiertas las terrazas y a que había la posibilidad de volver a socializar, la gente leyó muchísimo. En este 2022, en cambio, fue casi mecánico: llegó el 15 de enero, después de Reyes, y fue como si nos hubiera hecho clac: mucha gente dejó de comprar libros, con cifras preocupantes de disminución de ventas".

Lo que sí tienen muy claro es que el libro en papel, si analizamos las previsiones de hechas hace una o dos décadas atrás, ante el advenimiento de la era digital, está demostrando ser un producto insumergible. Daniel Álvarez: "El libro en papel sobrevive una vez más al desahucio que le hacían frente a lo digital y demás. Resiste mucho mejor que la música o que el cine en dvd. Hubo dos grandes oleadas, digamos. Una a mediados de los años noventa y otra a finales de la primera década de este siglo donde trataron de colarnos sí o sí el libro digital. Avanzó un poquitín, pero parece que ya tocó techo y el libro en papel se mantiene. El porqué no lo sé. Será que a quienes somos lectores nos sigue gustando más leer en el papel, por el tacto, incluso por que retenemos mejor lo que estamos poseyendo. El soporte digital parece que se usa más para lo efímero, para leer un artículo o algo más largo, pero no para leer una novela. Lo cierto es que es una tendencia en todo el mundo. No hay ningún país que se haya decantado por lo digital y donde el papel se haya acabado. No sé cuáles son las razones. Quizá a la gente le apetezca tener una biblioteca en casa con todas las lecturas que lleva hechas. Es impepinable que el libro en papel se impone sobre el libro digital. Fue sorprendente, por ejemplo, que la música se desmaterializó sin más y que la gente pasó de tener su discoteca de vinilos y a tenerlo todo en Spotify sin una lágrima derramada. En el libro no está pasando eso. A pesar de que las casas son más pequeñas, de que tenemos menos espacio para tener libros y de que los sueldos no dan para más, la gente se sigue gastando el dinero en libros".

Ana Roza apuntala esta reflexión: "Yo creo que hay varios motivos por los que el libro se resiste a la digitalización. Primero, porque todavía hay unas cuantas generaciones que preferimos leer en papel. Creo que es más fácil concentrarse, más sencillo volver atrás si quieres, es menos frío. A mí me gusta el libro como objeto, tocarlo, ver cómo es el papel, colocarlo en la librería de casa, tenerlo físicamente. Además, creo que el libro digital es sobre todo para leer ficción o manuales de estudio. Pero hay muchas otras publicaciones que necesitan el papel: catálogos de arte, libros fotográficos, turísticos, gastronómicos, infantiles, no sé, incluso poesía. Además, no necesitan enchufe. Y, por último, se compran en esos lugares mágicos que se llaman librerías, donde puedes ojear, mirar, leer…"

«Asturien», una visión en alemán

Francisco Álvarez (Gijón, 1970) es uno de los dos escritores asturianos, junto con Xuan Bello, presentes en Fráncfort. Tres si contamos a la poeta y narradora mierense Laura Marcos, que es la coordinadora del stand de Asturias como empleada de la Dirección General de Política Llingüística. Álvarez, varias veces premiado por su obra en asturiano, acaba de publicar en Hoja de Lata una colección de cuentos en castellano que lleva por título «Cabeza alta (relatos de lucha y dignidad)», con ilustraciones del ovetense Iván Cuervo. La feria le ha servido para constatar la «mala salud de hierro» que tiene el mercado del libro. «Llevo más de quince años escuchando que el libro en papel ya no tiene sentido y yo no lo veo así», afirma. «La liturgia de leer en papel sigue teniendo poder de atracción». La feria le está brindando la oportunidad de mantener numerosos encuentros con escritores, editores o agentes. También ha podido conocer en persona a Manfred Gmeiner, que tradujo al alemán su novela «Lluvia de agosto» sobre Durruti. El encuentro vino con regalo incluido. Gmeiner ha editado dentro de la colección «Europa Erlesen” del sello Wieser un libro titulado «Asturien», donde recopila párrafos de conocidos escritores, incluido Francisco Álvarez, sobre Asturias. Además de él aparecen textos de Clarín, Palacio Valdés, Xuan Bello, Chaves Nogales, Julio Llamazares, Fermín Canella o Unamuno, entre muchos otros.

Asistentes a la feria del libro de Fráncfort

Asistentes a la feria del libro de Fráncfort / Borja Sanchez-Trillo

La lista de Fráncfort

FRAN CRUZ

Fernando Aramburu hizo de «Patria», su novela más famosa, en la que interpreta el drama vasco desde la ficción, su camino de entrada a Alemania, años después de vivir aquí y también de publicar sus libros en la lengua con la que convive. Pero, decía el jueves a la hora del desayuno en el hotel donde está la mayoría de los españoles que acuden a este festival cuyo invitado especial es España, aquel libro que, como casi todos los suyos, publicó la editorial Tusquets, fue el camino de su consolidación, igual que otros han llegado a las estanterías extranjeras gracias al impulso de lo que pasa en Fráncfort.

El propio Aramburu estuvo en la presentación, hace meses, de la iniciativa española de convertir este acontecimiento en el lanzamiento de una idea que las administraciones españolas, al contrario que otras europeas, como Inglaterra, Francia o la propia Alemania, no han tomado en cuenta como Dios, al menos el Dios del negocio editorial, manda. Vender en Fráncfort requiere potencia, y para alcanzar esa potencia son imprescindibles las intervenciones de los estados, que tienen que sacar pecho de su acción exterior cuando ésta está hecha, sobre todo, por la empresa editorial privada.

Las cosas cambian, y en este Fráncfort se ve. En 1991, la primera vez que España fue país invitado, hubo doscientas traducciones acordadas del español al alemán. El vuelco ha sido memorable: ahora 450 libros de autores españoles serán traducidos a la lengua alemana, que también comprende Austria. Tres millones de euros de ayudas públicas regados para hacer más universales los libros o autores de las lenguas que se hablan en España han hecho fortuna en el sector editorial alemán para que sean volcados al idoma de Goethe. La lista es muy larga. Nos la pasó Andrea Marco, alma de esta presencia española en Fráncfort. Son muchas páginas de nombres propios que, tomados al azar, tienen estos nombres y títulos, nada más abrir el Excel en el que constan: Andrea Abreu («Panza de burro»), María Hesse («El placer»), Javier Cercas («Independencia»), Milena Busquets («Gema»), Carla Montero («El jardín de las mujeres Verelli»), Santiago Lorenzo («Los asquerosos»), Joan Maragall (Poesía completa), María de Zayas («Desengaños amorosos»)… No es interminable la lista, tiene cerca de medio centenar de nombres propios, con sus títulos, sus editoriales de origen, con los traductores que han tenido o tendrán esos libros a su cargo, y constituyen en sí mismo una aportación excepcional a la historia de estos acontecimientos, en los que hasta ahora han sido sobre todo las editoriales o los agentes los que han fiado a sus relaciones y a sus presupuestos el riesgo de buscar traducciones para sus autores.

Tres décadas después.

Desde 1991, la Feria de Fráncfort no había conocido una visita tan fructífera de este país. Ese es un clima que tiene que ver con el propio stand, de colores mucho más estimulantes que aquella plaza de toros oscura que entonces fue símbolo de una participación de la que salieron nombres que luego han sido señeros en la historia de estos años, hasta ahora mismo. Quienes hablan de los sonidos de entonces recuerdan, sobre todo, a los que vinieron, organizados por la mano maestra de Jaime Salinas, entonces director general del Libro en la época de Javier Solana. Fueron los tiempos en que España exportaba los nombres de Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Arturo Pérez-Reverte, Carlos Ruiz Zafón, Almudena Grandes, Julio Llamazares, Adelaida García Morales, Jorge Semprún o Eduardo Mendoza. Pero ahora, si la lista de Fráncfort se hiciera con todos aquellos que te encuentras por los pasillos del Hotel Meliá, donde se aloja todo el mundo, no habría sitio ni en el Excel de los que han sido traducidos o van a traducirse en este periodo de la actuación de la selección española de la literatura, que ha venido a encontrarse en las librerías que venden libros que antes fueron en nuestro idioma. La curiosidad de los nombres propios y de sus títulos, en nuestro país tan propenso a las listas, tiene mucho campo por señalar. En esta otra página del Excel del ministerio de Cultura encuentro, entre otros, a Cristina Morales («Lectura fácil»), Elvira Sastre («Días sin ti»), Sabas Martín («Un rumor de siglos»), Kiko Amat («Antes del huracán»), Rocío Bonilla («Oh, oh, la pilota»), Najat El Hachmi («El lunes nos querrán»). La combinación de nombres y de generaciones es tan amplia y diversa que parece incontestable desde cualquier ángulo, pues en otra página se pueden subrayar estos nombres propios sucesivos (con sus títulos): Marta Orriols, Jesús Carrasco, Antonio Muñoz Molina, María Barbal, Miqui Otero, Sara Mesa, Elena Medel, Enrique Vila-Matas, Isaac Rosa, Berna González Harbour, Miguel de Unamuno (sí, el autor de «Niebla»), Mercedes Núñez Targa, Ray Loriga, Manuel Chaves Nogales (en este caso, del gran periodista de la guerra se publicará en alemán «Bajo el signo de la esvástica»), Manuel Vilas, María Barbal, Bernardo Atxaga, Anna Balbona, Lola Pereira Valera, Andrés Barba, Mónica Gutiérrez, Ander Izaguirre, Quim Monzó, Sergio del Molino… No es interminable, pero es imposible concentrar la lista en una crónica, aunque la enumeración da idea de que en este caso no tendrán mucha fortuna los que suelen expurgar nombres propios para hallar el diablo de la discriminación o la arbitrariedad. Para que los lectores (también los que cultivan el morbo) entiendan la variedad de esta propuesta de poner en alemán la cultura literaria española, nos permitimos avanzar también estos nombres propios que seguramente suenan como si fueran actuales: Víctor Catalá, Antonio Machado, Emilia Pardo Bazán, Ramón del Valle Inclán, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Carmen Laforet, Juan Benet, María Zambrano… En la página siguiente del voluminoso dossier de nombres propios encontré a Javier Marías o a don Luis de Góngora, lo que le da a lo que se puede llamar «la lista de Fráncfort» el aire de una biblioteca española en una ciudad mediana de un país que en 1991 trajo a la misma feria menos de la mitad de autores que iban a ser traducidos y, frente a las luminosas salas de 2022, trajo aquí, como nos dijo un testigo de entonces, Antonio Muñoz Molina, una plaza de toros con albero de La Maestranza de Sevilla. Ahora cerca de medio millar de nombres españoles se aprestan al asalto, pacífico, de las estanterías que leen en alemán.

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