Opinión | Clave de sol

Antiguos riesgos y nuevas amenazas

Afganistán es un aviso serio

Los últimos acontecimientos en el mundo parecen hacer verdad el viejo dicho de que la historia se repite. Décadas atrás, del agitado siglo veinte, hubo escenas ni más ni menos espeluznantes que otras posibles o parecidas de ahora mismo y las que se sospecha que se pueden producir.

Cuando esto se escribe, impresionan las imágenes de televisión reveladoras de las ansias de subir a toda costa a los grandes aviones militares enviados por el ejército para escapar de Kabul tras la inesperada y como repentina decisión del presidente norteamericano Biden de abandonar de pronto el territorio. Y la consiguiente presencia brutal de los talibanes.

Lo que recuerda otras huídas atropelladas como la de Saigón en la guerra de Vietnam hace ya varias décadas. Escenas calcadas del asalto a un helicóptero americano en lo alto de una escalera sobre un tejado como ahora mismo. Y la muerte en directo de gente que intentaba escapar.

Vienen también sin querer a la memoria las imágenes del llamado Desastre de Annual en libros y revistas de época y también como terrible testimonio de la mayor masacre conocida de vidas españolas, no menos de diez mil, torturas incluidas. Todo un infierno de sangre y de crueldad.

Vietnam, Corea, Oriente Medio, el asesinato de Kennedy en el 63, el abatimiento de las Torres Gemelas en Nueva York, las crisis de Cuba, las bombas atómicas caídas en la costa de Palomares, la llamada Guerra Fría…

En fin, la crisis permanente de Israel con el mundo árabe, la crueldad terrorista en España con un millar de asesinatos y más de la mitad sin aclarar. Y ahora el imprevisto terror de Afganistán. Parece que no hay apaciguamiento posible, sino al contrario. Este mundo de hoy, que se nos muestra mucho más cercano, ha entrado en ebullición.

Cuando nosotros, los del mundo occidental y presuntamente cultivado, creíamos tener al alcance de las manos el desarrollo perfecto de la civilización, tras haber superado todos los escollos y licenciadas las cautelas de largos años en un mundo ya supuestamente civilizado, descubrimos no sin alarma que no es que todo lo hostil volviera a serlo, sino que a la vez no sólo vuelve donde solía, sino que lo hace de un modo talibán, más directo, amenazador y primitivo.

Lo de Afganistán es un aviso serio. La repentina retirada norteamericana patentiza que el peligro aún existe y el Occidente civilizado no puede bajar la guardia.

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