Opinión | Clave de sol
Mirando atrás con algo de nostalgia y hacia adelante con preocupación
En nuestras ya lejanas niñez y adolescencia, los hoy mayores podríamos haber pensado que, andando el tiempo, la difícil realidad de la posguerra española nos depositaría algún día en un mundo, si no próspero, al menos a salvo de guerras y conflictos. Aspiraciones no bien cumplidas como se sabe.
Eran como primeros tiempos aurorales, cuando nuestro mundo vital era mucho más cercano y familiar, aunque suficiente para las necesariamente cortas aspiraciones propias del tiempo. Los niños de la posguerra, sin embargo, fuimos por necesidad alegres y vitales, creativos y dinámicos.
No conocíamos otra cosa que un ámbito lleno de carencias. Pero sin duda con grandes posibilidades de iniciativa. Todo estaba por hacer. Lo que, lejos de constituir inconveniente, era más bien un poderoso estímulo para la joven imaginación.
Los juegos en la calle, las subidas al monte, los baños en los ríos, las excursiones escolares. Todo solía tener un valor incitante, incluidos los juegos callejeros, el equipo de fútbol local, las excursiones, el coleccionismo. Así, el disfrute de los viajes familiares a la playa en trenes dominicales abarrotados hasta con gente de pie y ventanillas medio inútiles que dejaban pasar el humo y el vapor de las locomotoras en los túneles…
El resto del mundo solía estar en los libros de texto, en los relatos ajenos, las películas de cine, los relatos familiares de otro tiempo o de la emigración. Por el verano, excursión del catecismo a la playa y en tren. A veces, visita a la familia de la aldea… Jornadas si se quiere sobrias pero también memorables. Todo estaba por descubrir.
La emigración a la América hispana fue al parecer una constante en las primeras décadas del siglo veinte. Quien esto escribe es precisamente hijo de emigrantes al otro lado del mar. Toda una épica fue vivida en aquellos viajes transoceánicos de la primera mitad del siglo veinte, incluidos los espeluznantes naufragios. España fue tierra de emigraciones a América con mucha anterioridad a la deriva de las posguerras del siglo veinte hacia una Europa entonces más prometedora.
El oficio periodístico nos llevaría andando el tiempo a recorrer los territorios clave de las emigraciones españolas en Europa y América. Una experiencia vital digna de recordar sobre una épica poderosa y acaso no suficientemente historiada para la posteridad.
Hoy estamos claramente en una época revisionista de la gesta hispana en el llamado Nuevo Mundo, movimiento muy crítico y propio del revisionista tiempo que nos toca vivir. Brotado en el Méjico oficial, con el demoledor aliento presidencial, se ha extendido, con destrucción incluida de estatuas y monumentos, a la fundamental gesta española con el descubrimiento de Colón.
Llama la atención ese forzado brote revisionista del pasado con ribetes incluso destructivos y violentos. Alteraciones tan propias de la agitada época que nos toca vivir, ¡tantos soldados muertos incluidos! Imperdonable en tiempo y en lugar
Mas no perdamos nunca la esperanza.
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