Sol y sombra

Los tanques de Gila

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

El asunto de los tanques Leopard con destino a Ucrania, que Alemania ha gestionado a su antojo para dejar bien claro de quién depende la iniciativa estratégica europea, se está convirtiendo gracias a nuestro Gobierno en algo que mueve a risa, cuando no a compasión. Tras unas cuantas largas cambiadas, España parece ser enviará unos carros almacenados en una nave y en desuso desde 2012, en vez del armamento moderno de que dispone. La ministra de Defensa ha dicho que los tanques en hibernación estarán listos para la primavera. Primero hay que comprobar si realmente andan y, si es así, en que se parecen a un acorazado en condiciones de ser útil en una guerra como la del Este. Algunos se consideran inservibles y hay casos en que carecen de torreta. La industria militar se prepara para la misión imposible de poder repararlos y que cumplan su función.

Este hecho, propio de "la guerra de Gila" que nosotros mismo hemos recreado, no proviene únicamente de la cicatería en un conflicto bélico que no solo afecta a Ucrania, el país invadido por los rusos, sino a la seguridad de Europa en su conjunto. Proviene también de la inseguridad con que se manejan los socialistas respecto a sus socios de Gobierno, decididos a que la UE se mantenga vegetariana ante un enemigo carnívoro como es Rusia, con el que además han dado suficientes muestras de simpatizar. El suyo es un pacifismo impostado, canalla, de pacotilla, que además resulta peligroso en manos de quienes lo reivindican.

Para no perder el humor frente una situación tan seria, recuerdo de aquellos monólogos de Miguel Gila, soldado de verdad por la paz, uno en el que le ponen una bomba debajo del brazo, llega hasta donde se encuentra el enemigo y este le interpela: “¿Otra vez, Mari Pili? ¿Y ahora qué quieres?" Y dice: "Vengo a tirar la bomba". Y el comandante enemigo, responde: "A ver si le vas a dar a alguien, ten cuidao"