Modificar la realidad

La verdad y el mundo real

Pere Casan Clarà

Pere Casan Clarà

La realidad debería dimitir. Tomo estas palabras, pronunciadas por Juan José Millás, en la tertulia de una mañana de domingo con el periodista Javier del Pino, en el programa "A vivir que son dos días" de la cadena SER, como punto de partida de esta reflexión. En ausencia de esta posibilidad, la pregunta que surge de inmediato es, ¿cómo podemos modificarla? Se entiende que para hacerla mejor, más agradable, o por lo menos, para soportarla con ánimo sereno. La realidad es como una enfermedad incurable, según palabras de la escritora turca Ece Temelkuran, en su libro "Juntos" (Anagrama, Barcelona, 2022), que también podemos definir como aquello que existe de manera verdadera y efectiva en el mundo real. Pero, ¿cuál es el mundo real? Lógicamente, aquel en el que todos vivimos, donde las cosas existen y podemos apreciarlas con los sentidos. En una forma más amplia, también incluye todo lo que pertenece al pasado, aunque no sea observable o comprensible. En la actualidad, este término se mezcla con lo denominado "no presencial" y con lo "virtual", que tiene una existencia aparente o potencial. El mundo real no es una suma de fenómenos sencillos, sino un agregado organizado de interrelaciones complejas, que resultan de difícil abordaje para su comprensión. La realidad debería resultar cierta, concreta, efectiva y siempre positiva. No obstante, se convierte en incierta, muchas veces falsa, variable y en ocasiones tenazmente negativa. No es pues extraño que para algunos resulte evidente el pedir su dimisión.

El estudio de la realidad pertenece al campo de la Ontología, una rama de la Filosofía que se ancla en la tradición griega, pero que tiene su traducción en autores modernos, que se dedican a analizar los principales problemas de la humanidad actual. Las cosas reales son el resultado de un equilibrio de fuerzas. Unas tiran en una dirección, que podríamos denominar positiva y las otras se oponen y frenan el avance y el progreso. Se trata pues de un equilibrio inestable. Todo puede resumirse en esta suma de vectores, en la que ambas fuerzas entran en contacto. Esto es así desde lo más antiguo: El yin y el yang, el ángel y el demonio, arriba y abajo, blanco y negro, frío y calor, izquierda y derecha o los polos positivo y negativo. Dos fuerzas que se enfrentan y una sola resultante. Es muy importante recordar que el vector final es fruto de esta oposición de fuerzas, para no dejar nunca de pulsar en la dirección adecuada. Nadie sabe lo que pasaría si uno de los dos elementos dejara de funcionar. O mejor dicho, sí lo sabemos, predominaría lógicamente la fuerza contraria. Esta reflexión me parece adecuada ante la situación actual, cualquiera que sea el lugar donde quiera aplicarse, la política, la economía, la familia o la sociedad. Lo que apreciamos es el resultado de las dos fuerzas que funcionan en sentido opuesto.

Puede aplicarse este principio ante las grandes catástrofes actuales de la humanidad, como nos recuerda el conocido sociólogo y economista estadounidense Jeremy Rifkin, en su libro "La era de la resiliencia" (Paidós, Barcelona, 2022), o el joven filósofo japonés Kohei Saito "El capital en la era del Antropoceno" (Sinequanon, Barcelona, 2022). Nunca desdeñemos nuestra capacidad colectiva de alcanzar ciertos objetivos. Al fin y al cabo, nosotros somos la diana del consumo y los ejecutores de todas las acciones, por muy pesimistas que resulten las ideas del filósofo marxista nipón.

Asistimos con frecuencia a lo que se denomina "corrección política", que no es más que utilizar los silencios de una manera permanente. Los silencios son terapéuticos en muchas ocasiones y deberían emplearse con prudencia, pero las opiniones razonadas y correctas necesitarían circular con prioridad. La sinceridad es la falta de fingimiento en las cosas que se dicen o en lo que se hace. La sinceridad tiene mucha fuerza y, si actúa en el sentido adecuado, puede resolver enormes dificultades. La famosa historia contada por Hans Christina Andersen (1805-1875), titulada "El nuevo traje del emperador" o "El rey desnudo", cobra cada día mayor presencia en nuestra sociedad y deberíamos tenerla presente cuando nos preguntan la opinión sobre un hecho concreto. Es de sabios recordar que no tiene por qué ser verdad todo lo que el mundo dice y que es mejor decir siempre lo que pensamos.

La verdad y el mundo real, en forma de embarazo, se dieron la mano en la denominada Visitación de María a su prima Isabel. "Magnificat anima mea dominum" (Lucas, 1:46-55), musicada por Juan Sebastián Bach (1685-1750), en una composición extraordinaria, estrenada en Leipzig el día de Navidad del año 1723. La cantata para coro, cinco voces y orquesta (BWV 243a) fue primero compuesta en Si bemol mayor y así se interpretó inicialmente, para ser trasladada a Re mayor (BWV 243) por el mismo Bach, para añadir unas voces de trompetas. Esta es la forma actual como se presenta y de la que existen numerosas versiones. Pueden elegir una interpretación clásica, pero les recomiendo la de la Netherlands Bach Society, dirigida por Jos Van Veldhoven. El embarazo de María no era virtual y Jesús fue una auténtica y maravillosa realidad.

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