Billete de vuelta

Políticos que oyen pero no escuchan

Francisco García

Francisco García

En el cara a cara electoral que enfrentó a Sánchez y Feijóo, y ante las frecuentes interrupciones del uno al otro y del otro al uno, la moderadora Ana Pastor advirtió a ambos, que no atendían a las órdenes del debate, antes de una pausa publicitaria: "No sé si no nos oyen bien o si no nos escuchan". La periodista dio en el clavo: la principal carencia de la clase política de este país es que, aun teniendo oídos, prefieren hacerse los sordos. El diálogo se antoja imposible cuando no existe voluntad de entendimiento. Y para entenderse hace falta escuchar. Una facultad que, si se practica, permite obtener interesantes réditos.

Trasladen la ausencia de atención al Parlamento y comprenderán que si diputados y senadores no se entienden en castellano, difícilmente harán el esfuerzo de escuchar argumentos ajenos en catalán, euskera o gallego. O en aranés, en asturiano o en silbo gomero. Si querían transmitir al país su enorme incapacidad para la escucha, lo han conseguido de pleno convirtiendo el hemiciclo en una torre de Babel. Mejor metáfora de la incomunicación no existe.

Mal asunto que los líderes políticos no se escuchen unos a otros. Pero aún peor que hagan oídos sordos a la llamada de la ciudadanía, a la que en todo caso conceden el asomo de una falsa condescendencia, salvo a la hora de depositar el voto en las urnas. Piensen cuánto de personalidad narcisista hay en esa actitud prepotente y obtendrán el retrato robot de más de uno de los que nos gobiernan.

Andan enfrascados los partidos políticos de cada bando en su verdad única, sin reconocer que la suya puede no ser la única verdad. Y en esa marea de fango permanece encallado el barco de este país a la deriva, donde todos los remeros llevan tapones de cera en los oídos al modo de los marineros de Ulises, aunque no lleguen con las olas cantos de sirena.

Suscríbete para seguir leyendo