Opinión | L’aprecederu

El caso del queso y el queso del referéndum

Somos cada vez más como una de esas manzanas que, supérstites avanzados los meses, van quedando progresivamente más enjutas. Solo un dato: la producción de Cabrales cae un 18%, pero, sobre todo, lo que cae son las personas que se dedican a ello: "La gente joven se va a las ciudades; este trabajo es muy sacrificado, muy esclavo", dice la presidenta del Consejo Regulador.

Hace décadas que del queso de Cabrales han desaparecido aquellos infectos huéspedes que Clarín creía consustanciales al producto, los gusanos. Pero han aparecido otros gusanos, los contemporáneos: el escaso atractivo que muchas profesiones tienen para las nuevas generaciones. Y, especialmente, el que tiene el campo, a lo que ayudan las continuas normas persecutorias de todo tipo que contra la actividad agraria y ganadera levantan los gobiernos europeo, español y asturiano.

Y eso son los dos principales problemas a que se enfrentan campo y villas: uno, de mentalidades, que se fundamenta en el atractivo de lo urbano y la ausencia de él de los sitios pequeños; el otro, la falta de trabajo, lo escasamente apetecible de los que existen, las continuas cargas e impedimentos de las administraciones.

Por ello, toda esa pretensión de legislar sobre el despoblamiento no es más que palabrería. Desde hace tiempo, la política está centrada en tópicos sobre cuestiones sobre las que no tenemos más intervención posible que la de no ponerlo peor; o sobre aquellas, como las del AVE, que ya están en marcha y que no requieren más que tiempo, pero no palabrería.

Por cierto, ¿habrá referéndum de independencia en Cataluña, ese queso de tres leches: Junts, PSOE y ERC? Seguramente, sí. ¿Por qué? Porque tanto Sánchez como el resto de su Gobierno han corrido a negarlo como locos. Y es que por experiencia, con estos viene a pasar aquello que decía Campoamor: "Saben bien los amantes instruidos / que quieren decir sí tres nos seguidos".

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