Los fieles a las terrazas hosteleras de Oviedo lamentan el fin de su ampliación: “Se hace más hueco para el botellón”

“Si puedo elegir, prefiero tomarme el café fuera”, admiten clientes de bares y restaurantes todavía reacios a volver a consumir en las barras

Liliana Fernández, en el centro, sirve unos cafés a Helena Suárez y Sandra Muñiz en una terraza de la plaza del Sol. | L. B.

Liliana Fernández, en el centro, sirve unos cafés a Helena Suárez y Sandra Muñiz en una terraza de la plaza del Sol. | L. B. / Lucas BLANCO

La desaparición de cientos, sino miles de sillas y mesas de las vías públicas de Oviedo desde el próximo martes, cuando finaliza la ampliación extraordinaria de las terrazas hosteleras con motivo de la pandemia, podría dar paso a un aumento del botellón y una caída del consumo en los negocios de la ciudad. Esa es la advertencia que lanzan varios de los incondicionales de las instalaciones exteriores de los negocios consultados ayer por LA NUEVA ESPAÑA. Muchos de los clientes de bares y restaurantes admiten ser reacios todavía a consumir en barra, lo que va en la línea de lo expresado por los hosteleros el día anterior en este diario, cuando advertían de una posible “merma en el empleo” en el momento en que las terrazas vuelvan a ocupar el mismo espacio que antes de la pandemia.

Elena Villanueva y Federico Solís suelen aprovechar sus paseos por el Antiguo con su pequeña nieta Blanca para hacer un alto en el camino y tomar café. A pesar del fin de las restricciones, estos abuelos lo tienen claro. “Cuando vamos con la niña si puedo elegir, prefiero tomarme el café fuera. No las tengo todas conmigo”, indica Villanueva, partidaria de que la ampliación de las terrazas continuase al menos unos meses.

El matrimonio, que ayer hizo parada en la plaza de Riego, considera que durante el más de año y medio de vigencia de la ampliación ha habido incluso más civismo que antes. “Me consta que la gente es escrupulosa e incluso recogen más pronto que antes del virus”, sostiene Solís, quien, no obstante, respeta las quejas planteadas por algunos vecinos. “Entiendo que si vives aquí encima puede molestarte, pero no creo que haya más ruido ahora que antes”, explica, convencido de que “tenían que dejar las terrazas como están”.

En la plaza de Sol, la joven mierense Sandra Muñiz ve incluso contraproducente para los residentes del Antiguo la reducción de muchas terrazas tras el puente festivo de Todos los Santos. “Si quitan las sillas y las mesas se dejará más hueco para los botellones”, sostiene, a la vez que reconoce un mayor hábito de consumir en terraza desde el covid, incluso durante las jornadas frías, algo que era impensable hasta hace un par de años.

Ayuda a la hostelería

Helena Suárez, amiga de Muñiz, vería también justo mantener la medida extraordinaria que permitió duplicar la superficie de las terrazas para compensar las restricciones en interiores. “Creo que no perjudica a la ciudadanía en general y es bueno para la hostelería, que lo pasaron mal durante muchos meses”, explica, dando por hecho que la reducción de las terrazas no supondrá “ni mucho menos” el fin del barullo en las zonas hosteleras, sino que fomentará los consumos descontrolados en la vía pública.

También hay quien se solidariza con las quejas vecinales, a pesar de definirse como usuario “empedernidos de terraza”. Es el caso de Felipe Barrio. Café en mano, echa un vistazo a LA NUEVA ESPAÑA y muestra su acuerdo con el posible impacto negativo del fin de la ampliación para la economía local. Al mismo tiempo, entiende las molestias generadas por el aumento de gente “en muchos casos bebida” en medio de la calle. “Lo mejor es lo que proponen con la nueva ordenanza, una norma equilibrada que favorezca mayores terrazas donde se pueda”, argumenta este vecino de Pumarín, igualmente favorable a la intención municipal de dar un giro al Antiguo con una homogeneización de las terrazas. “Tenemos que ponerlo guapo para el turista”, sentencia.

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