Homenaje póstumo a José Antonio Mosquera Pestaña, un gran maestro de la neumología, fundador del Instituto de Silicosis

El doctor Pere Casan recuerda a "un pionero que supo pasar de la tuberculosis a la neumología moderna y que dejó una señal inequívoca en sus alumnos"

José Antonio Mosquera

José Antonio Mosquera / LNE

Pere Casan Clarà

Pere Casan Clarà

Muere José Antonio Mosquera Pestaña, uno de los cuatro fundadores del Instituto Nacional de Silicosis. El antiguo jefe de Neumología falleció en Oviedo. Nacido en Camponaraya (El Bierzo, León), tenía 81 años. Pere Casan, su sucesor, glosa la figura de quien define como «maestro que dejó huella en varias generaciones de neumólogos».

Escribo estas palabras desde el más profundo respeto. La religión nos habla de la inmortalidad del alma, aunque yo siempre entendí la inmortalidad como el recuerdo que de los muertos tienen los vivos. Es evidente que existen diferentes grados de inmortalidad. En un extremo la de los personajes célebres, que han dejado una amplísima señal en este mundo: Sócrates, Julio César, Napoleón o Marie Curie. Buenos o malos recuerdos, pero en cualquier caso un elevado nivel de inmortalidad. En el otro extremo, la de aquellas personas con una vida escasa o ligera, que solo pueden ser recordados por los que estuvieron muy cerca. Hablaríamos de un grado muy bajo de inmortalidad. En medio de los dos extremos, cabemos todos nosotros. Vidas más o menos intensas, con huellas más o menos profundas, pero vidas al fin y al cabo, con amor, trabajo, dedicación, con éxitos y fracasos, con un rastro familiar en forma de hijos y nietos que nos sobreviven. Mi recuerdo se dirige a contribuir a que José Antonio Mosquera sea un poco más inmortal. Que su imagen alcance más allá de sus contemporáneos, que sus valores sean conocidos y que su labor sea recordada.

Mi relación con el Dr. Mosquera se remonta al periodo previo a mi llegada a Asturias. Desde mi posición como director de la revista Archivos de Bronconeumología, el órgano de expresión científica de nuestra especialidad, le pedí que describiera sus hallazgos sobre el origen infeccioso del asma, una de sus líneas de investigación más originales. Coincidí con él en diversos foros y siempre mantuvimos una relación cordialísima y de afecto mutuo. En el año 2009 vine a Oviedo para hacerme cargo de la dirección del Instituto Nacional de Silicosis y de la neumología ovetense. Coincidió con su jubilación a los pocos meses y solo puedo decir que fue un periodo de gran respeto por ambas partes. No coincidí pues con él ni como alumno, ni profesionalmente, pero si puedo y quiero hablar de algo que el Dr. Mosquera tenía en abundancia y regalaba con orgullo: Su excelente labor pedagógica, de la que pudieron disfrutar un numeroso grupo de neumólogos que crecieron a su vera.

Por razón de la edad, mi trayectoria profesional ha transcurrido muy cercana a la mayoría de los neumólogos formados en Oviedo, bajo la dirección de José Antonio Mosquera. Todos ellos coinciden en una idea, que repiten con gran convicción y afecto: Fue un gran maestro. De aquellos que te ayudan a crecer pero sin anularte, que están cerca y lejos al mismo tiempo, que se preocupan de que no estés solo pero al mismo tiempo procuran que tomes tus decisiones. Con gran capacidad para que aprendieran todos los aspectos clínicos, de trato con el paciente, de búsqueda de su diagnóstico y del tratamiento más adecuado. Atento a las últimas novedades que llegaban del mundo anglosajón, en un tiempo donde el paso por la biblioteca era obligatorio. Con una visión moderna de la especialidad, pero al mismo tiempo con una mirada panorámica a toda la Medicina Interna. Con unos valores aprendidos en el Hospital General de Asturias, a partir de la visión de Carles Soler Durall, a quien yo también tuve la gran fortuna de conocer en Barcelona.

Todas las referencias indican que Mosquera fue un gran médico, que supo pasar de la tuberculosis a la neumología moderna. Pero en lo que considero que radica su mayor parte de inmortalidad es en la señal inequívoca que dejó en sus alumnos. Varias generaciones de especialistas, algunos ya jubilados, se formaron siguiendo sus enseñanzas. Siempre exigente, autoritario en lo conveniente, suave en los momentos delicados, y sumamente afectuoso. Todos los periodos de transición resultan difíciles de evaluar y el suyo en el Instituto Nacional de Silicosis lo fue. La historia valorará todos los hechos de esta época complicada, pero el factor humano de un gran maestro de la neumología sobresaldrá por encima de todo.

Dr. Mosquera: Queda entre nosotros tu porción de inmortalidad. Como quedan ahora las nota del Réquiem en re menor K-626 de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Suena el "Lacrimosa" mientras termino este texto y, como hago siempre que escucho este fragmento del Réquiem, inclino mi cabeza ante la música. Hoy lo hago con tu recuerdo.

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