Gallegos y asturianos, más que hermanos

Ante la celebración del Día de Galicia en Asturias el próximo 17 de septiembre

Ramiro Fernández

Ramiro Fernández

El río Eo o la ría de Ribadeo es la frontera natural que separa Asturias de Galicia, entrelazadas por los ingenieros civiles desde 1987 con el Puente de Todos los Santos. Antes no existía esa unión artificial entre la Mariña Oriental y la orilla donde emergen los astilleros Gondán, polo económico e industrial de la zona más occidental de la costa asturiana, un ejemplo para todos. Allí el mar causa estragos y belleza, además de playas y acantilados, las casonas de indianos, elegantes y distinguidas, son visibles para alegría de los ojos desde el pico Mondigo o desde el Mirador Santa Cruz, señal de majestuosidad y señorío. Un gozo para el alma de sendas regiones, de los mismos vecinos.

No hay infraestructura ni corriente de agua, ni desembocadura, ni montañas ni valles que unan o dividan una unión milenaria entre asturianos y gallegos que el mismísimo Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina, defendió con sus investigaciones sobre el sistema nervioso para aplacar tesis sobre el separatismo catalán y vasco. Tampoco hace falta remontarse a tiempos pasados para conocer el popular dicho que convierte a asturianos y gallegos (permítanme un respetuoso masculino inclusivo) en primos hermanos.

La lengua, la gastronomía, los instrumentos musicales, la arquitectura… todo se entremezcla entre dos regiones con toponimia diferente pero con lazos familiares, de amistad y hermanamiento que trascienden cualquier separación.

Ese vínculo, alianza, concordia, unidad, amistad, camaradería y cohesión se ha forjado, año a año, gracias a las personas. Tanto asturianos como gallegos hemos sabido entender que la vida es más que una escisión física, es más que una autonomía diferente, es más que una frontera política. Que el mar es uno, el río común y el apego y la fraternidad no entiende de límites. Si alguien encarna como nadie esa cultura y pensamiento es mi amigo Manuel Fernández Quevedo, presidente de la Asociación Día de Galicia en Asturias, que este año conmemora su XXVIII aniversario.

Hace unos días me sorprendió al comunicarme que querían entregarme la insignia de honor de la entidad. A mis más de 80 años me ruborizan este tipo de distinciones que me ponen a la par de Luis Fernández Vega, Jacobo Cosmen, José Luis Martínez Almeida, Irene Villa, Ana Pastor o Alfredo Canteli, por citar algunos. Todo un honor.

Manuel Fernández Quevedo, "Manolo" para mí, lleva años dedicando buena parte de su vida a divulgar la cultura y las tradiciones gallegas a las generaciones de gallegos que residen en Asturias a través de múltiples actividades culturales, empresariales y gastronómicas. Su buen hacer, esfuerzo y dedicación le ha llevado a ser nombrado recientemente Hijo Adoptivo de Oviedo tras más de cuatro décadas residiendo en la capital.

Nacido en Loureiro, es la bandera gallega en Oviedo y la asturiana en Ourense y en Galicia, un relaciones públicas único, un trabajador infatigable pese a llevar años jubilado, y una persona que sin haber diseñado puentes ha sabido unir pensamientos, corazones y voluntades.

El próximo domingo 17 de septiembre recibiré de su mano en el Hotel de la Reconquista un reconocimiento que refuerza aún más mis lazos, mi unión y colaboración con mis múltiples amigos al otro lado de la orilla del Eo.

Mientras la vida me lo permita, aquí estaré para trabajar juntos de cara a un futuro mejor y para aportar mi pequeño granito de arena para tratar de solucionar los problemas que afecten a ambas autonomías. Es cuestión de más que hermanos, de amistad, fraternidad, simpatía y lealtad.

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