Segunda División | Los equipos asturianos

Ramírez afila el discurso para reivindicar su Sporting

La encendida defensa de sus planteamientos refleja la tensión ante los que pueden ser sus últimos partidos al frente del equipo rojiblanco

Ramírez, ante el  Espanyol |  | ÁREA 11

Ramírez, ante el Espanyol | | ÁREA 11 / Á. Cabranes

Á. Cabranes

No ha sido Miguel Ángel Ramírez un entrenador de entrar en polémicas, de intercambiar dardos o convertir las ruedas de prensa en un pulso. No lo fue, al menos en el Sporting, hasta estas últimas semanas. Tras el empate ante el Espanyol volvió a afilar el discurso en lo que puede llegar a entenderse como una forma de proteger su idea, de poner en valor el trabajo del equipo que ha llevado a estar a dos puntos del play-off a falta de cuatro jornadas. En definitiva, el haber conquistado, como ha recalcado en varias ocasiones, algo en lo que "nadie creía". La encendida defensa de sus planteamientos refleja ahora la tensión ante los que pueden ser los últimos partidos al frente del equipo, los mismos en los que está en juego el cielo de Primera u otro año en el infierno.

Vaya por delante que Miguel Ángel Ramírez tiene el derecho de sentirse injustamente tratado. O al menos, injustamente valorado. En muchas cosas, seguramente, tiene razón. La principal, la de que nadie creía a principio de la temporada que el Sporting estaría peleando a estas alturas por el ascenso. Es una verdad como un templo. Más allá de eso, lo cierto es que su figura, año y medio después de su llegada al club rojiblanco, ha generado un recurrente debate entre el aficionado. En la actualidad atraviesa uno de los picos más intensos. Eso, en un equipo que está peleando por dar el salto a Primera tras dos temporadas coqueteando con el descenso, no deja de ser, al menos, llamativo.

Un ejemplo: al canario todavía le persigue aquella frase de "los organismos vivos" que pronunció en su presentación para explicar que los sistemas tácticos en el fútbol han dejado de ser un número de teléfono para modularse en las diferentes situaciones del juego. Ahí pasó a ser catalogado, para algunos, como ese tipo de entrenador que se refugia en la sofisticación para elevarse entre los que lo entienden como lo más sencillo y popular de esta vida: meter un gol más que el rival. La evolución de este deporte ha llevado a un punto en el que muchos aficionados no entienden ya a sus entrenadores por el abuso de los tecnicismos, muy de moda en el gremio. Un detalle que incluso ha llegado a ser origen de división entre veteranos con horas de fútbol y jóvenes con deseo de innovación. Empatizar con el técnico, por tanto, ya no es tan fácil. Entenderlo, es otra historia. A Gijón le han gustado en los últimos años los entrenadores de verbo directo y carisma. No le ha ayudado a Ramírez que muchos esperen al heredero de Manolo Preciado o Abelardo, protagonistas de los últimos éxitos a base de andarse con pocos rodeos, entre otras muchas cosas. Reto, complejo. Estilos opuestos. En ese proceso él también debe asumir errores.

Todo esto ha sido el caldo de cultivo sobre el que el entrenador ha pasado a defenderse dentro de la moderación y educación que siempre le ha caracterizado. Si hace una semana respondió públicamente a Alejandro Irarragorri tras deslizar el presidente que su planteamiento en Elche no fue el adecuado, tras la visita al Espanyol replicó varias cuestiones. "No seas tan dramático", matizó tras la ruptura entre equipo y afición vivida en el último partido en El Molinón. Pasó después a subrayar que a quien le sorprenda ver a Róber Pier como mediocentro "no tiene ni idea de esto, ni lo ha visto jugar nunca". O que la apuesta por Pascanu como lateral antes que por Guille llegó cuando el equipo se situó segundo y no fruto "de hacer experimentos. Aquí no se experimenta, aquí se analiza". No se le puede negar a Miguel Ángel Ramírez ser partícipe de la evolución del Sporting de Orlegi. Tampoco que ha estado permanentemente en el ojo del huracán. El 30 de junio termina contrato y parece muy complicada su continuidad en Segunda tras meses con llamadas desde el otro lado del charco tentadoras, al menos, en lo económico. Un ascenso cambiaría el escenario. Seguramente, en todos los sentidos. Fútbol.

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