Opinión

Acertar es un milagro

Ser mayor no significa dejar de hacer cosas por sentir que te falta la vitalidad y energía que tenías cuando eras más joven. Ser mayor y cumplir años es algo maravilloso que además proporciona seguridad y aplomo para ti mismo. Es seguir soñando, creciendo, avanzando y aprendiendo… Y me pregunto: ¿Qué es eso de la tercera edad? ¿Por qué me llaman “vieyu” con retranca si estoy orgulloso de serlo?

Recuerdo a mi buen amigo Joaquín Lloris Calle, alcalde de Cabranes durante veintiún años (1979-2000), que nos hacía reír a todos cuando dejaba la política a un lado y adoptaba el papel de humorista rural con la boina, la faja o el chaleco y su famoso paraguas, deleitándonos con un monólogo n’asturianu -siempre muy aplaudido- que lo “bordaba” y le hacía feliz…

Ser mayor es toda una suerte porque te permite conocer ampliamente los derroteros por los que camina este mundo al que llegaste, en el que vives y que, mejor tarde que pronto, tendrás y tendremos todos que dejar. Cumplir años es algo maravilloso y ya no digamos si encima lo hacemos con buena salud.

Con el paso del tiempo hemos visto nacer y crecer a nuestros hijos. Ver  cómo cambiaban y empezaban a tener su propia personalidad. A medida que se hacían mayores nos han ido sorprendiendo con cientos de vivencias y conductas como, por ejemplo,  su aprendizaje en el manejo casi instantáneo de cualquier equipo informático a pesar de su corta edad. Lo que para nosotros parece algo imposible ellos lo resuelven sobre la marcha sin haber leído ningún manual o libro de instrucciones.

Si de pequeños libramos algunas batallas con ellos fueron generalmente por las comidas. “…A mí no me gusta eso… Y eso otro, ¡tampoco!”. Nosotros tratando de imponer nuestra autoridad nos empeñábamos en que tenían que dejar el plato limpio teniendo que comerse hasta el último bocado.

Pero con la llegada de la adolescencia la cosa se complicó. Fue entonces cuando entendí mejor lo que es el llamado “cambio generacional” que me sumía en una especie de impotencia verbal y anímica al sentir que de nada había servido la educación que los padres les habíamos dado.

Quizás esté equivocado pero tengo la impresión de que con la llegada de la pubertad, los hombres y las mujeres empezaron a ser tratados de distinta manera. Las niñas pasaban a ser mujeres y las madres se volcaban en ellas mientras que a los jóvenes varones, nosotros los padres, sólo les pedíamos “las notas” del colegio aplicando los castigos correspondientes por culpa de los “suspensos”.

Acertar es un milagro pues estoy convencido de que, a priori y en general, tanto el padre como la madre (en el seno de cualquier familia no desestructurada), siempre quieren lo mejor para sus hijos que muchas veces no aceptan ni los consejos y es ahí donde empiezan los primeros y verdaderos choques entre progenitores y descendientes.

Analizando la situación y asumiendo que puedo estar equivocado, creo que los padres dábamos más libertad a los hijos varones y sin embargo, creíamos y confiábamos mucho más en nuestras hijas. Ya desde temprana edad creo que la mujer ha sido bastante más sensata, seria y responsable que el hombre y hasta más trabajadora y obediente con sus padres.

Como todo joven -y aún sin madurar- reconozco que viví momentos tensos y reivindicativos especialmente con mi padre. Nunca he leído a Sigmund Freud pero quizás el ‘Complejo de Edipo’ es más que una realidad incuestionable en muchos. Mi madre lo era todo para mí. Mi apoyo, mi refugio y casi mi alma gemela. Además yo era su “ojito derecho”. A mi padre le veía siempre más cerca de mis hermanas.

El cabeza de familia fue un adicto al trabajo (algo que he heredado), y crecí sin disfrutarle. Pasaba muchos días fuera de casa o de viaje. Y hasta cuando llegaba el fin de semana se iba a la oficina porque siempre tenía trabajo pendiente. Si a esto añadimos que además soy el mayor y que me siguen tres hermanas pues no tengo más remedio que aceptar que fue muy poco lo que trabajé en las tareas domésticas. Mi madre y ellas resolvían todo.

A pesar de estos precedentes y con tan mal ‘curriculum’ confieso también que al hacerme mayor fui mejorando y que “no se me caen los anillos” por hacer la cama, fregar los cacharros y ser un experto “tortillero”, como me dice la suegra, muchas noches. Por eso, este pasado viernes 8 de Marzo me acerqué hasta la Plaza del Ayuntamiento de Villaviciosa para unirme a la concentración de lo que tenía entendido que era el “Día de la Mujer Trabajadora” que ahora, al parecer, es el “Día Internacional de la Mujer”.

Bajo el lema “Villaviciosa por la Igualdad” inscrito en las pulseras que se repartían entre los asistentes y la actuación de “Les Pandereteres de L’Algara”, la teniente-alcalde Lorena Villar dio lectura al manifiesto de la Federación de Municipios y Provincias basado en la igualdad entre hombres y mujeres a todos los niveles para intentar ser una sociedad mejor… Lástima que apenas fuésemos un centenar de personas quienes acudimos a la concentración que finalizó justo cuando empezó a llover con fuerza.

Confieso mi decepción al ver tan poca gente, tan pocos vecinos en el antiguo “Güevu” de la Villa. No acierto a entender que si en toda España se estaba hablando del 8M aquí hayamos estado “en familia”. ¿Estaré equivocado o es que el día no es tan importante como nos dicen?

Hasta ahora creía que el “Día de la lucha contra la Violencia de Género” últimamente llamado “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, tenía como fecha el 25 de noviembre y este 8M en manifestaciones de todo tipo y por todo el país se ha hablado más de “violencia” que de “igualdad”. El color violeta-morado se ha impuesto en la práctica totalidad de las convocatorias que, por otro lado, es lógico en Villaviciosa al ser el color corporativo de su estandarte y bandera.

Insisto: acertar es un milagro. ¿Lucha por la Igualdad o Lucha contra la Violencia machista? ¿Por las dos? Quiero entenderlo porque hablamos de dos reivindicaciones fundamentales e imprescindibles para la mujer y que apoyo decididamente: la mujer debe gozar de los mismos, “idénticos”, derechos que el hombre. Y por supuesto, ni una más. Ni una sola víctima más por violencia… Pero me vuelven a saltar las dudas y pregunto: ¿Por qué no se unifican ambas reivindicaciones? ¿Por qué se realizan “dos” manifestaciones diferentes en Asturias y otros lugares?

Sin querer entrar en ninguna guerra o debate pero teniendo derecho a opinar y expresarme les digo: hay conductas que no me encajan en temas tan serios y transcendentes para el ser humano como son “Igualdad y No Violencia”. Me refiero a los desfiles con “batucadas” y charangas disfrazadas y maquilladas como si dichas manifestaciones fuesen pasacalles de cualquier Antroxu o Carnaval… 

Y por cierto, nada más publicar en redes sociales una foto del acto al que acudí en Villaviciosa recibí la opinión de una mujer que textualmente escribió: “Me parece muy bien que la gente no vaya. Se han dado cuenta que es un día ridículo de las feministas. ¿Cuándo es el día del hombre?... Más tarde leí otra que terminaba de la siguiente manera: “Feliz día de parte de una mujer trabajadora que está trabajando como ayer e igual que mañana..."

Respeto todas las opiniones aunque algunas no las comparta y creo que tengo derecho a discrepar. Como hombre añadiré que antiguamente el Día de la Madre se celebraba el 8 de diciembre y se cambió al primer “domingo” de mayo. Decir “domingo” es como decir festivo o descanso. El Día del Padre se mantiene en el 19 de marzo que este año ni es festivo ni cae en “domingo”. No hay fiesta ni celebración y para mayor inri tengo cita-consulta de próstata en el HUCA a las once de la mañana...

Lógicamente me pregunto: ¿Dónde está la igualdad? ¿Por qué no un “domingo” para este padre y abuelo? Lo que les digo, a la vista de cómo está el mundo de nuestros días… ¡Acertar es un milagro!.