Oviedo, María José IGLESIAS

La evolución del movimiento del 15-M, tras las manifestaciones del pasado domingo, que sacaron a la calle a 200.000 personas en toda España -10.000 en Gijón-, preocupa a los sociólogos, filósofos y políticos consultados por LA NUEVA ESPAÑA, que ayer coincidieron en destacar que es imposible obviar las protestas que reflejan el descontento ante los fallos de funcionamiento de la democracia española, a la vez que criticaron que ir contra el sistema, como plantean los «indignados», «es demasiado abstracto».

El filósofo Gustavo Bueno equiparó el movimiento a la herejía albigense que surgió en Francia en el siglo XII para protestar contra el clero. Bueno calificó el movimiento de «violento, en tanto que ocupan las calles, imponen su número y no reconocen ningún tipo de representación», indicó.

Además, relacionó las protestas con el «desguace de España» que se ha llevado a cabo en los últimos años. «Zapatero ha conseguido lo que no hizo ni Franco. En este país se ha roto el diálogo y es imposible hablar con ellos, porque están por encima del bien y del mal». Bueno criticó la «ignorancia» de los promotores de las concentraciones. «Recién licenciados que no saben nada, se ríen de todo y encima hablan en nombre de la democracia».

Al sociólogo Francisco Llera, catedrático de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco y director del «euskobarómetro», le preocupa el germen de populismo que entraña el movimiento, al que califica de «heterogéneo, surgido de la insatisfacción, en las redes de internet, como una forma nueva de comunicación ligada a la juventud». Aventuró que tras lo visto en las calles el pasado fin de semana, el movimiento puede evolucionar «de muchas maneras», incluso dando lugar a partidos de corte radical y xenófobos como los que ya tienen protagonismo en Suecia, Alemania o el Reino Unido. «Se mezclan cosas tan antiguas como los anarquistas con antisistema agresivos y violentos de derecha o de izquierda, todos cabreados por una u otra razón, porque motivos para el descontento hay». Achacó la «indignación» al alargamiento de la crisis y a los escasos resultados de la joven democracia española. El peligro, a su juicio, es poner al sistema democrático «en una crisis de legitimidad». Añadió que cualquier movimiento social tiene que tener interlocutores, «lo que no podemos hacer es montar un contrapoder. Esto no es Egipto ni Túnez». En su opinión, entre los manifestantes no todo es sano ni claro, «hay mucho papanata progre sin reciclar. El mejor ejemplo son los ataques a Cayo Lara, Ruiz-Gallardón o Rita Barberá». Rechaza que se frivolice calificándolos de «kale borroka», «que es una cosa muy seria». A su modo de ver, el eslogan de «Spanish Revolution», difundido en internet, es «un juego narcisista con el que debemos tener cuidado; la última deriva es un referéndum para octubre con cinco preguntas de un populismo alucinante». Recalcó que pasar de la democracia representativa a la plebiscitaria es «populismo puro y duro. No podemos usar la calle para librar batallas y los problemas no pueden resolverse en asambleas de estudiantes en las plazas. No les faltan motivos, pero ellos no tienen la única razón ni son el único discurso».

Para el sociólogo Servando Cano, es sano que la gente salga a la calle, pero agrega que el conflicto que plantean los «indignados» es de naturaleza política y económica, «no como el de Mayo del 68, que era cultural. Ese discurso alternativo no puede integrarse en el actual sistema, porque sería su muerte», indicó. A su juicio, es imposible» plantear un rechazo al pacto del euro, la reivindicación que movió la protesta del domingo. «Los estados de la Unión Europea han perdido soberanía y las economías más débiles, como España, tienen menos poder». Se mostró convencido de que seguirán tomando la calle e internet. «Lo previsible es que gane el PP las generales y ahí es donde temo que el fenómeno alcance otras dimensiones y llegue a pasar de ocupar la calle a tomar espacios de poder, eso sí es un peligro, porque puede dar lugar a una revuelta».

Jesús Iglesias, coordinador de Izquierda Unida en Asturias, tildó de «muy positiva» la manifestación gijonesa. «Porque expresó un malestar social claro y las reivindicaciones coinciden en lo sustancial con las nuestras». Confesó que no acudió por respeto a los deseos de los promotores de excluir a políticos de las convocatorias. «Si no, hubiera ido encantado». En su opinión, la última protesta, sin incidentes, «ha legitimado al movimiento por su uso pacífico de los derechos constitucionales».

José Manuel Sariego, secretario de la Agrupación Socialista de Gijón, indicó que aunque a veces se expresen de manera contradictoria y desordenada, «tenemos que escucharles, ya que reflejan un montón de malestares, a veces no fáciles de transmitir. «A algunos políticos no nos molestan las manifestaciones ni las expresiones de crítica. Pero tampoco es justo condenar a todos los cargos públicos políticos y militantes, muchos creen en sus ideologías y los partidos son pilares de la democracia».

La portavoz del PP en la Junta, Isabel Pérez-Espinosa, se limitó a decir que «todos los ciudadanos tienen derecho a expresar su opinión».