A. RUBIERA

Eugenio Canal Serna falleció en abril de 2009, a los 89 años de edad. Natural del Levante español, soltero, sin demasiada familia, pasó sus últimos trece años viviendo en la Residencia Mixta, el gran geriátrico que el Principado tiene en el barrio gijonés de Pumarín. Entre sus compañeros dejó el recuerdo de un hombre comunicativo, afable, muy educado y nada problemático. Un hombre que, mientras lo respetó la salud, disfrutaba con las excursiones, las fiestas y cuantas actividades lúdicas se organizaban en la gran residencia de ancianos del concejo. A nadie, que se sepa, hizo partícipe de su intención de nombrar herederos de sus bienes a sus compañeros de la residencia. Pero así lo hizo.

«Cuando se supo, fue una gran sorpresa», cuenta Julián Roldán Silva, presidente de la junta de residentes de la Mixta. Y lo supieron porque la certificación del notario José Luis Rodríguez García-Robés no dejaba lugar a la duda. En la cláusula segunda del testamento de Eugenio Canal Serna, redactado en fecha 29 de noviembre de 2006, se disponía «instituir heredera universal a la Residencia Mixta de Gijón». Un decreto del Consejo de Gobierno del Principado ya ha dispuesto la aceptación de una herencia que no podrá ser destinada a obras ni a cualquier gasto corriente que tuviera en mente la dirección de la Residencia Mixta.

Porque la intención de Eugenio Canal fue muy clara: «Por lo visto, lo que dejó dicho es que todo el efectivo que tuviera en cajas de ahorros y otros bancos, que nos han dicho que asciende a poco más de 6.000 euros, lo dona a la junta de gobierno de la Residencia Mixta pero sólo para actos lúdicos, excursiones o fiestas que se organizan durante el año. Vamos, que exclusivamente se puede destinar al disfrute de los residentes», explica Julián Roldán. «Fue una noticia fabulosa, debía de ser su forma demostrar que se había sentido bien aquí», sostiene Amparo Menéndez, miembro también de la citada junta de residentes.

Si la herencia les hizo ilusión a los portavoces de los jubilados que viven en Pumarín, no menos les causó la carta que, tiempo después del fallecimiento de Eugenio Canal y conocido ya el testamento, les enviaron las hermanas del difunto. «Agradecían a la dirección, al personal y a los residentes lo bien que se había portado con él en vida, el trato que recibió, y se declaraban gustosas con lo que había hecho. Consideraban que no había mejor destino para ese dinero», cuentan los compañeros. Y eso puso, si cabe, un punto más de emoción y gratitud a un gesto ya de por sí excepcional y al que en el ERA (Establecimientos Residenciales de Ancianos de Asturias) están muy poco acostumbrados.

«La herencia de este señor fue una grata noticia. Y más que por el dinero en sí, por el gesto. El dinero se acaba por gastar, pero ese gesto lo vamos a recordar toda la vida», reconoce Victoria García, directora de la Residencia Mixta, que no tuvo el gusto de conocer al benefactor y a la que sólo le ha tocado tramitar el papeleo relativo a la herencia, ya que se incorporó a Pumarín pocos meses después del fallecimiento de Eugenio Canal. «Era un hombre muy educado y tratable y nunca se conoció que tuviera ningún problema con nadie. Pero no sabemos ni de dónde era natural, ni a qué había dedicado en su vida. Aquí pasó muchos años y, sobre todo al principio, cuando estaba bien de salud, iba a las excursiones y participaba de los actos que se organizaban. Se ve que aquello le gustó», reconocen Julián Roldán y Amparo Menéndez.