LA NUEVA ESPAÑA inicia hoy una serie de reportajes de periodicidad semanal sobre los centros educativos del Occidente de Asturias. Por estas páginas pasarán, todos los jueves, los principales colegios e institutos de los diferentes concejos de la comarca occidental, retratados por sus directivos y profesores.

La serie se inicia con el colegio público Alejandro Casona de Cangas del Narcea, sobre el cual habla Ana María Redondo Pereira, quien lleva 27 años en el mundo de la docencia y el año pasado se convirtió en directora de este centro, en el que trabaja desde el curso 1992/93.

-¿Cómo es el trabajo de dirigir este colegio?

-Es un trabajo de mucha responsabilidad y de tener muchas cosas a la vez en la cabeza, y a veces cuesta. Creo que todo el mundo debería pasar por los equipos directivos para entender muchas decisiones que, desde otros puestos, igual no se entienden. A mí me pasó, pero todo se entiende cuando te ves en esta posición. Cambian la visión de la educación y la relación con los padres y con los alumnos.

-¿Hay fracaso escolar en el Alejandro Casona?

-No, el tanto por ciento de los alumnos que no supera lo establecido es muy escaso. Puede ser un 10 por ciento, hablando de memoria, pero no hay fracaso escolar en este centro, salvo casos contados. No es la dinámica.

-¿Y existe alguna tensión entre los padres de alumnos y el centro escolar?

-Ninguna. En ese sentido estoy muy satisfecha porque tenemos una comunidad de padres que siempre colabora cuando se les necesita. En carnaval, en el amagüesto... siempre están ahí. Es un lujo poder trabajar con estos padres.

-¿En qué destaca el Alejandro Casona?

-No somos ni mejores ni peores que nadie, pero a la vista está que es un colegio muy bien dotado en cuanto a instalaciones. Y tratamos de hacer toda clase de programas de mejora e innovación educativa.

-¿Hay mucha movilidad en el profesorado?

-Sí, sí la hay, cada año cambiamos gran parte de la plantilla.

-¿Y cómo repercute eso?

-Pues todo tiene su parte positiva y su parte negativa. Cuando tienes que hacer proyectos a largo plazo, a tres años, pues se te pueden ir personas que se habían implicado mucho y, al venir otras nuevas, que no tienen por qué implicarse menos, se puede perder cierto tiempo tratando de explicar lo que se ha hecho. Pero, por otro lado, nunca sabes qué gente puede venir y llegan interinos jóvenes con muchas ideas, con mucha fuerza, y nos hace a todos movernos más, y eso es muy interesante. Los que llevamos mucho tiempo en educación a veces necesitamos que nos enseñen cosas nuevas.

-¿A qué clase de proyectos se refiere?

-Pues, por ejemplo, un reto que asumimos el año pasado para intentar favorecer del éxito escolar. Es un programa que persigue la autonomía de los centros a la hora de buscar lo que demanda la sociedad, no sólo dar conocimientos a los alumnos, sino también destrezas sociales. Los contenidos podemos consultarlos en internet y ya no son tan cruciales como hacer de los alumnos personas completas. Es muy ambicioso, se trata de cambiar la forma de educar.

-¿Y cómo se hace eso?

-Cambiando la forma de pensar. No es algo que suceda de repente. Hay que cambiar el chip del profesorado: evolucionar, algo que a la escuela le ha costado siempre, no es de ahora. El método de trabajo, las relaciones con la sociedad educativa, la flexibilidad, más hablar, más nuevas tecnologías, menos pizarra... en general buscar una educación más participativa y moderna.

-¿Es difícil hacerlo?

-Sí, es difícil.